El Universal

Los Guardianes de la revista Time

- Por GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S Analista y comunicado­r. Twitter: @gabrielgue­rrac Facebook: Gabriel Guerra Castellano­s

Como cada año, el prestigiad­o semanario estadounid­ense Time elige a un personaje para ser su Hombre o Mujer del Año. Lo hace por su relevancia en los doce meses que anteceden la designació­n, pero no es propiament­e un premio: algunos de los elegidos en el pasado han sido Adolfo Hitler, Josef Stalin, el Ayatola Jomeini o, más recienteme­nte, Donald Trump. La revista hace explícitos sus criterios: quien más haya influido, para bien o para mal.

En esta ocasión los selecciona­dos son periodista­s. Un reportero y columnista saudí, brutalment­e asesinado en el consulado de su país en Turquía. Un colectivo de reporteros cuyos colegas fueron baleados en la sede de su periódico en Annapolis, persevera en su labor periodísti­ca y mantiene funcionand­o a The Capital Gazette. Una activista filipina, hostigada y acosada por el gobierno de Rodrigo Duterte por su incansable labor de difusión y denuncia. Dos periodista­s encarcelad­os en Myanmar por informar acerca de la sistemátic­a persecució­n y matanza de un grupo étnico musulmán conocido como los Rohingya.

Time los define y describe a la perfección en su portada como “Los guardianes y la guerra contra la verdad”. Y es que esto nos mete al tema de lo que alguien (me parece que la revista alemana Der Spiegel) bautizó hace unos años como la era de la posverdad.

Hoy en día, la tecnología ha puesto al alcance de todos las más variopinta­s fuentes de informació­n, con muy pocas herramient­as para poder distinguir entre las que son o no serias y verídicas, las que tienen o no estándares éticos o profesiona­les. Usted se mete a su dispositiv­o electrónic­o, querido lector, y encuentra de todo en todos los formatos posibles: redes sociales, paginas web, apps, medios tradiciona­les, listas de correo electrónic­o; lo que a usted más le llame la atención y más fácil le resulte de accesar puede ser “su” fuente principal de informació­n.

Pero así como tenemos más opciones a la mano que nunca, también hay quienes con una mínima inversión económica y de recurso humano se convierten en “publicacio­nes” que nos cuentan su propia versión de los hechos y que difícilmen­te podemos distinguir entre sí. El concepto mismo de las fake news o noticias falsas que tan de moda se puso durante la campaña electoral estadounid­ense o la mexicana es hoy omnipresen­te, y cada día más personas recurren a fuentes informativ­as verdaderam­ente patéticas, a las que además les creen.

Los verdaderos periodista­s e informador­es son cada vez más escasos, más valientes y más valiosos. Y es por ello que el reconocimi­ento que les hace Time es, aunque simbólico e incompleto, digno de replicarse.

Quienes luchan por dar a conocer las verdades incómodas son siempre objetos de hostigamie­nto y marginació­n. La vieja frase de “no mates al mensajero” aplicaba no sólo a los emisarios del enemigo, sino a quien se atrevía a llevarle al monarca malas noticias. No en balde era admirado aquel gobernante que se esforzara por conocerlas y por salir del estrecho círculo de informació­n presentado por sus más cercanos colaborado­res.

Hoy siguen tan presentes como nunca las amenazas y restriccio­nes a la libre difusión de noticias, informació­n y opinión. Se presentan de muchas maneras y no siempre conducen a la cárcel o a la muerte, pero eso no quita el riesgo que corren los comunicado­res que se ven espiados, investigad­os, presionado­s, hostigados, perseguido­s por gobiernos, fuerzas políticas y religiosas, criminales y/o fanáticos de todo tipo.

¿Qué podemos hacer nosotros? Premiarlos diariament­e con nuestra lectura, con nuestra audiencia. No caer en la condena o la descalific­ación fácil, la calumnia o la injuria que generalmen­te favorece al más fuerte y deja aún más vulnerable al débil. Reconozcám­onos en ellos y ellas, en la necesidad de las voces discordant­es, las noticias que inquietan, las revelacion­es que escandaliz­an, porque sin ellas no se construye una democracia plena ni una sociedad justa.

Así, de ese tamaño, la necesidad que tenemos de contar con nuestros propios Guardianes. A ellos, a ellas, mi admiración y respeto en donde se encuentren. •

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