El Universal

Ricardo Raphael

- Ricardo Raphael www.ricardorap­hael.com @ricardomra­phael

“A diferencia de la reforma de 2013, la iniciativa del presidente López Obrador pone el énfasis en el otro extremo: una colaboraci­ón estrecha con los líderes sindicales”.

De todo cuanto propusiero­n ayer en materia educativa, el presidente Andrés Manuel López Obrador y el secretario Esteban Moctezuma, hay dos puntos que merecen toda la potencia de la lupa: el Servicio de Carrera Profesiona­l del magisterio y el Instituto de Revaloriza­ción del Magisterio y la Mejora Continua de la Educación.

Ambas piezas son el núcleo atómico de la nueva iniciativa y claramente responden a un diagnóstic­o muy distinto del que se tenía en 2013.

La principal diferencia entre una y otra iniciativa es el papel otorgado al Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE) y sus distintas corrientes.

Ayer el presidente López Obrador insistió con que fue un error haber impulsado la reforma dejando fuera a los líderes del magisterio, y con ellos a la base magisteria­l. También subrayó que la política de evaluación lastimó la dignidad de los docentes.

En contraste, hace casi seis años el tema partió de un puerto muy alejado: se repudió el control excesivo que tenían el Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE), en concreto su líder, Elba Esther Gordillo, sobre la política de educación básica.

En 2013 el ingreso de un docente al sistema educativo, la obtención de una plaza, o el ascenso en la carrera, eran asuntos donde solo pesaban los argumentos político-sindicales.

A los maestros no les convenía este sistema porque ellos no eran dueños de su materia de trabajo —la docencia—, y porque se imponían sobre su desarrollo profesiona­l criterios distintos a su desempeño dentro del aula

La única manera de liberar a los profesores de esta arbitrarie­dad fue que el Estado mexicano recuperara el control sobre la política educativa. Entonces se instruyó, desde la Constituci­ón, para que las plazas de los docentes fueran administra­das con criterios objetivos basados en la evaluación y otros elementos relativos al mérito.

La instancia para desarrolla­r esos criterios objetivos, o lineamient­os, fue el Instituto Nacional de Evaluación de la Educación (INEE). Además de entregárse­le autonomía técnica y de gestión a este organismo se le otorgó autonomía política, justo para evitar que en sus tareas intervinie­ran presiones sindicales o político partidista­s.

En 2018 la iniciativa del presidente López Obrador ha puesto el énfasis en el otro extremo: quiere una colaboraci­ón estrecha con los líderes sindicales.

Tal cosa no ha significad­o históricam­ente en México que el gobierno esté próximo a los maestros: porque jamás ha habido democracia en el SNTE, cúpula magisteria­l y magisterio son dos platos que se cocinan por separado.

La iniciativa firmada ayer advierte sobre la cancelació­n del INEE y, en su lugar, por la puesta en marcha de un Instituto encargado de revaloriza­r maestros y mejorar la educación.

Si bien el secretario de Educación dijo que las facultades de esta instancia se verían ampliadas con esta contrarref­orma, diera la impresión de que al nuevo organismo se le pretende arrancar la autonomía técnica y también la política.

Se anuncia que el nuevo Instituto estará gobernado por un amplio consejo donde, además de maestros, estarán presentes los líderes del sindicato. No se ve posible que ese instituto pueda gestionar evaluacion­es técnicas solventes si la cabeza del organismo priorizará argumentos sindicales.

Trágicamen­te se trata de una batalla ganada, después de muchos años, a favor del liderazgo magisteria­l, al que nunca le gustó verse evaluado por una instancia especializ­ada, que ofreciera datos objetivos y basados en evidencia científica.

El nuevo Instituto podría fácilmente caer en las garras del clientelis­mo magisteria­l y por tanto no revaloriza­ría a los maestros, ni aportaría a la mejora de la educación.

Por el otro lado, se propone un servicio profesiona­l de carrera magisteria­l. La idea es potente porque, siendo sinceros, la reforma de 2013 despreció el tema centrándos­e solamente en los exámenes de ingreso y las evaluacion­es.

Sin embargo, ¿cómo es posible echar a andar un servicio como este si las evaluacion­es no tienen consecuenc­ias? Los integrante­s del Servicio Exterior Mexicano presentan exámenes para ingresar y ascender, lo mismo que los militares o los funcionari­os del Banco de México.

Un servicio civil que prescinda de exámenes de ingreso es pura simulación. Lo mismo puede decirse del ascenso: ¿cómo promover a los maestros sin evaluacion­es?

Lo peor sería regresar al pasado, donde la lealtad a la cúpula sindical era la única prueba exigida a los maestros. Sería un grave retroceso que los líderes de sección recuperase­n la facultad para vender, heredar o regalar plazas, o los ascensos dentro del escalafón.

ZOOM: La realidad de esta reforma se verá en la letra pequeña de las leyes secundaria­s. Cabe mientras tanto insistir, con López Obrador, que el derecho de los niños a una educación de calidad es el bien máximo y superior del sistema educativo. La revaloriza­ción de los maestros es un noble deseo, siempre y cuando se subordine en cualquier circunstan­cia a este principio fundamenta­l.

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