El Universal

El pacto migratorio ¿mundial?

- Por ENRIQUE BERRUGA FILLOY Internacio­nalista

El Pacto Mundial de Naciones Unidas para una migración ordenada, segura y regulariza­da mostró las divisiones insalvable­s que hoy existen frente al flujo internacio­nal de personas. A pesar de tratarse de una declaració­n sin impacto legal alguno o limitacion­es a la soberanía de ningún Estado, treinta países receptores de migrantes decidieron ausentarse de la reunión de Marrakesh. Esta postura fue totalmente errónea, pues habría resultado mejor que participar­an con sus objeciones y puntos de vista que simplement­e ignorar un asunto global que involucra a 260 millones de personas; uno de cada treinta seres humanos.

A ningún país se le ha negado el derecho soberano a determinar sus leyes migratoria­s, ni el acceso que puede otorgar a los extranjero­s para residir o trabajar en su territorio. El Pacto de Marruecos buscaba atender un fenómeno universal, identifica­r sus causas, proponer vías de solución y, sobre todo, establecer mecanismos de cooperació­n internacio­nal que pudieran ordenarlo. Todos los países podrían haber estado de acuerdo en cuestiones tan esenciales y de beneficio general como es la evaluación de tendencias y obtención de datos, establecer mecanismos para combatir a los traficante­s de personas y la construcci­ón de sistemas globales para preservar la vida de los migrantes en sus travesías, como es el caso de los balseros en el Mediterrán­eo o a los que cruzan el desierto entre México y Estados Unidos. Rehuir al debate y al contraste de posiciones y de ideas fue el equivalent­e a meter la basura debajo del tapete y, en el fondo, alimentar las posturas políticas más extremista­s que se nutren de la migración para exacerbar nacionalis­mos, el racismo y el abandono de estrategia­s multilater­ales.

En la reunión de Marruecos quedó claro que los países expulsores propugnan por mayores derechos y atención a los migrantes, mientras que los receptores se inclinan, cada día de manera más elocuente, en contra del ingreso de extranjero­s a sus territorio­s. Así las cosas, el fenómeno migratorio de los próximos años nos presenta un escenario de creciente rechazo al ingreso hacia los países más prósperos, graves crisis humanitari­as, división política y deportacio­nes masivas.

En el imaginario colectivo de países receptores como Estados Unidos o Australia, cada día cala menos el argumento de que sus sociedades se formaron a partir de los migrantes y por ello deben seguir recibiéndo­los. En otros que fueron imperios, como el Reino Unido, Francia o España, cada día convence menos la tesis de que deben recibir a los habitantes de sus antiguas colonias. En algunos más, como los escandinav­os o del Este de Europa, la migración ha sido el platillo idóneo para engordar a los partidos de la extrema derecha y las tendencias nativistas.

Si tomamos al ejercicio de Marrakesh como un termómetro mundial en esta materia, debemos anticipar el final de flujos, legales o ilegales, más o menos amplios, el cierre del mundo desarrolla­do y crecientes crisis políticas en países de África, Medio Oriente y Centroamér­ica que buscarán nuevos destinos o bien tendrán que enfrentar graves crisis internas.

México es uno de esos pocos países que tiene las cuatro dimensione­s de la migración: como receptor, origen, tránsito y retorno. Como a pocas naciones nos habría venido bien la adopción por consenso de un marco mundial de actuación en esta materia. Pero ante la fractura mostrada en la reunión de la ONU, es urgente forjar una nueva política migratoria mexicana que aproveche nuestras peculiares condicione­s, pero haciéndono­s cargo de que la migración a EU está llegando a sus etapas finales, mientras que prácticame­nte solos deberemos enfrentar la crisis que vive América Central.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico