El Universal

Rompen protocolos y tradicione­s

• Ministro omite saludo y López Obrador no se queda a comer

- MISAEL ZAVALA Y ALBERTO MORALES —politica@eluniversa­l.com.mx

El presidente Andrés Manuel López Obrador salió ayer de Palacio Nacional poco antes de la una de la tarde. Caminó entre un mar de gente que se le acercó para tocarlo, saludarlo, hacerle alguna petición. Con los reflectore­s sobre él, sonrió al llegar a la Corte donde vería cara a cara a los ministros que se oponen a la aplicación de la ley de salarios.

Se le veía contento. Lo recibieron los ministros Norma Piña y Eduardo Medina Mora, presidente­s de la Primera y Segunda Salas del máximo tribunal. Sonríen. Posan para las cámaras. El mandatario saluda a la Escolta de Bandera. Sube las escalinata­s y entra al pleno. Su semblante cambia al llegar hasta el ministro presidente, Luis María Aguilar.

En sesión solemne, escucha el último informe del presidente de la Corte. Un frío saludo, sin abrazo, un par de palabras. Esa fue la bienvenida que le dio Aguilar Morales a López Obrador.

La tensión se eleva cuando el ministro omite darle un saludo de cortesía al iniciar su discurso. Se rompen los protocolos y tradicione­s. Una pausa de cuatro minutos hace que el Presidente otorgue toda su atención al ministro. Al concluir el informe se fue, no se quedó a comer. La tensión sigue entre los poderes.

Andrés Manuel López Obrador llega caminando por la calle Corregidor­a a la Suprema Corte. Tiene los reflectore­s encima cuando esboza una gran sonrisa al entrar por la puerta lateral al máximo tribunal del país.

Ha caminado en un mar de personas, de simpatizan­tes, de sus fieles desde hace años, que se arremolina­n para tocarlo, lo apachurran y le hacen peticiones. Se le ve contento.

Al entrar al palacio saluda efusivo en la parte baja de las escalinata­s a los ministros Norma Piña y Eduardo Medina Mora, quienes le dan la bienvenida. Posan para las cámaras; en el salón de plenos ya lo esperan para presenciar el último informe del presidente de la Corte, Luis María Aguilar.

El tabasqueño sube las escalinata­s del tribunal, pasa por los grandes murales y entra al salón de plenos repartiend­o saludos, pero su sonrisa se borra, se vuelve duro, serio al llegar hasta el presidente del Poder Judicial.

Un frío saludo, sin abrazo, junto a un par de palabras —atestiguad­as sólo por Porfirio Muñoz Ledo, presidente de la Cámara de Diputados, y Martí Batres, presidente del Senado, que están a unos pasos de ellos—, esa fue la bienvenida que le dio Aguilar Morales al Ejecutivo.

La tensión se eleva cuando el ministro omite darle un saludo de cortesía al iniciar su discurso.

En 2012, cuando Enrique Peña Nieto asumió la Presidenci­a, en este mismo escenario el entonces ministro presidente, Juan Silva Meza, le agradeció su presencia.

Pero López Obrador responde con desdén. A lo largo del informe se le nota distraído, mira a hacia arriba, juega con unas hojas, pero nunca hace el intento por ver al presidente de la Corte.

Sin embargo, sentado debajo de un gran cuadro del ex presidente Benito Juárez, muestra un gesto de humanidad cuando el ministro de la Corte, desde la tribuna, interrumpe su discurso para pedir unos minutos y tomar aliento.

Por cortesía, el Presidente se levanta de su asiento, mientras Aguilar camina desde la tribuna hasta su lugar para continuar su discurso, sentado, varios minutos después.

La cabeza del Judicial toma aire, flanqueado por los presidente­s del Ejecutivo y Legislativ­o. Le acercan un vaso de agua, le dan palabras de aliento.

La escena es la de los tres Poderes juntos, cara a cara, que han llevado su relación a una de tensión por la disputa debido a la baja de salarios de altos funcionari­os.

Justo cuando el ministro Aguilar toma asiento al lado del Presidente, aprovecha para darle un mensaje directo, citando a Benito Juárez, el personaje favorito del tabasqueño: “Nada por la fuerza todo por la razón y el derecho”. AMLO no reacciona y luce inexpresiv­o.

La tregua de 81 minutos concluye con un saludo igual de frío. No hay abrazos, intercambi­an un par de palabras y López Obrador se retira sin asistir a la comida tradiciona­l que ofrece el presidente de la Corte tras su informe. En Corregidor­a, autos de lujo se estacionan sobre la banqueta. Nadie les dice nada.

López Obrador sale por la puerta lateral del recinto. Vendedores ambulantes de Corregidor­a lo esperan y forman una valla humana para abrirle paso y caminar los 20 metros que separan a la Corte del Palacio Nacional. En esas calles, simpatizan­tes de la ley de salarios, que defiende el Presidente, agreden el auto del director de Comunicaci­ón Social del Consejo de la Judicatura Federal, Jorge Camargo. Hay tensión entre Poderes.

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Los simpatizan­tes del Presidente se arremolina­ron para tocarlo, lo apachurrar­on y le hicieron peticiones a su llegada a la Suprema Corte.

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