El Universal

El miedo a usar el VAR y a perder

- @gvlo2008

Terrible espectácul­o en el Estadio Azteca. Terrible de parte de todos los que estuvieron en la cancha del Coloso de Santa Úrsula, en donde se jugó uno de los peores partidos de una final en el futbol mexicano. Desde el miedo a utilizar el videoarbit­raje (VAR), por parte del árbitro Fernando Guerrero, hasta el miedo a no perder de parte de América y Cruz Azul, que jugaron a no cometer errores y se olvidaron de buscar la victoria.

Tres jugadas marcaron la malísima actuación del silbante Guerrero en la final de ida del Apertura 2018. A los siete minutos del partido, un penalti de Igor Lichnovsky sobre Bruno Valdez; patada del chileno sobre el paraguayo que debió ser revisada, cosa que no ocurrió.

Después, la tarjeta de amonestaci­ón a Milton Caraglio por una plancha sobre el propio Bruno, por una entrada muy fuerte al tobillo, al minuto 18, que es mal juzgada y tampoco fue revisada.

Y finalmente, en el segundo tiempo, descarado puñetazo de Valdez sobre Iván Marcone dentro del área que ninguno de los árbitros en la cancha vio y que tampoco quisieron revisar con los del VAR, que entonces no sirven para maldita la cosa. Para qué demonios traen esta tecnología y el presidente de la Comisión de Árbitros la presume como su nuevo juguete si no la van a utilizar.

Pareciera que el ego del silbante central, en este caso Guerrero, es tan grande que no quiere apoyarse con los árbitros VAR, a quienes no ven a su nivel y por ello no permiten que les compongan sus estupidece­s. Y si no es por una cuestión de ego, es temor a ir a revisar estas jugadas en la pantalla que está en medio de ambas bancas, con las miradas de los técnicos sobre él. Da la impresión de que los silbantes se sienten intimidado­s con la presencia de técnicos como Herrera y Caixinha, y esa sería otra de las causas por las que no utilizan esta herramient­a como deberían.

El colmo sería que Cruz Azul solicite un castigo para Valdez después del partido, ya que también fue beneficiad­o por las fallas arbitrales y por la necedad de no utilizar las herramient­as que les han dado para evitar tristes actuacione­s, precisamen­te como la que vimos ayer en el partido de ida.

Y ya que hablamos de tristeza, pero ahora futbolísti­ca, en verdad que es una pena la manera en que América y Cruz Azul disfrazaro­n su miedo a no perder. Mucho correr, mucho meter la pierna, pero todo sin sentido. No hubo quien quisiera salirse de esta dinámica tan negativa y que rompió con las expectativ­as de la gente que fue al estadio y que vio el partido por televisión. Sin ganas, sin buscar la victoria. Así no se puede aspirar a ser campeón.

Los finalistas han desperdici­ado los primeros 90 minutos de una serie por el título que prometía mucho más, pero para la que se nos olvidó una cosa: los miedos de sus protagonis­tas hacia el fracaso. A América y Cruz Azul les pesó la obligación y la necesidad de conseguir el título, y les pesó tanto que dieron uno de los peores partidos en la historia de las finales del futbol mexicano.

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