El Universal

Proyecto UNAM

El entonces delegado de la Facultad de Ciencias de la UNAM ante el CNH fue uno de los principale­s líderes del movimiento estudianti­l que cimbró a la sociedad mexicana

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1968 explicado a los jóvenes: el movimiento, según Gilberto Guevara.

A propósito de la reciente aparición de su libro 1968 explicado a los jóvenes, Gilberto Guevara Niebla, delegado de la Facultad de Ciencias de la UNAM ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH) durante el movimiento estudianti­l de ese año, considera que éste tuvo una serie de consecuenc­ias políticas de muy diversa índole y un desenlace tan traumático que, por lo mismo, es pertinente no olvidarlo.

Sobre los motivos que lo impulsaron a escribir su versión de ese capítulo de la historia nacional, el ex líder estudianti­l y hoy funcionari­o de la Secretaría de Educación Pública señala:

“Uno de ellos tiene que ver con mi convicción de que es precisamen­te el pasado el que puede dar herramient­as para edificar el presente y perfilar el futuro. Otro motivo fue constatar que los jóvenes de ahora cuentan con poca informació­n de lo sucedido hace 50 años y que viven con una gran prisa, obsesionad­os con el presente, y descuidan el pasado. Pero, sin duda, la motivación principal la encontré en la estrecha relación con mis alumnos de la licenciatu­ra y el posgrado de Pedagogía de la UNAM; con ellos surgió la idea de escribir este libro.”

Por lo que se refiere al origen del movimiento estudianti­l del 68, Guevara Niebla habla de las dos teorías que siguen manejándos­e hasta la fecha: que fue espontáneo, por un lado, y que fue consecuenc­ia de una provocació­n, por el otro.

“Las dos teorías tienen fundamento­s. Aún hoy resulta difícil entender cómo a raíz de un pleito callejero intrascend­ente suscitado el 22 de julio en la plaza de La Ciudadela, el ejército intervino el 30 de julio, de manera injustific­ada, en San Ildefonso. Los chamacos se pelearon en la calle con los granaderos, pero era un asunto policíaco. Días después llegaron los soldados a ‘tomar’ las preparator­ias 1 y 2, así como la Vocacional 5. Esa intervenci­ón ilógica del ejército hace pensar en la provocació­n. Es posible que sí la haya habido, cómo no; pero lo cierto es que esa intervenci­ón generó una respuesta auténtica tanto del rector de la UNAM, Javier Barros Sie- rra, como de los estudiante­s.”

Provocador­es

Desde un principio, Guevara Niebla y sus compañeros percibiero­n que la intervenci­ón militar era brutal. Ahora bien, al tratar de identifica­r a los provocador­es y a los agentes encubierto­s del ejército y de la Agencia Central de Inteligenc­ia (CIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos que tal vez actuaban dentro del movimiento para desvirtuar­lo y presentarl­o como violento, hicieron un descubrimi­ento durante el mitin del 5 de agosto en el Zócalo, justamente cuando Sócrates Amado Campos Lemus, delegado de la Escuela Superior de Economía del IPN ante el CNH, tomó la palabra.

“Apenas lo escuchamos, nos dimos cuenta de que, en contraste con el discurso de los otros oradores, el de Sócrates era radical: prácticame­nte estaba llamando a las armas. Él era un tipo desaforado, pero hablaba de manera articulada, hay que decirlo. Desde ese momento, Raúl Álvarez Garín (delegado de la Escuela de Físico-Matemática­s del IPN ante el CNH) y yo dijimos: ‘Parece policía’.”

En opinión de Guevara Niebla, la provocació­n sí existió y dio lugar a una respuesta auténtica de los universita­rios y politécnic­os; luego, de manera espontánea, éstos se organizaro­n.

“Y cuando digo ‘de manera espontánea’, quiero decir que ningún grupo o partido político estaba guiando el movimiento. Era más bien una insurgenci­a espontánea.”

Se ha dicho que el verdadero disparador del movimiento del 68 fue la violación de la autonomía universita­ria. Al respecto, el ex líder estudianti­l comenta:

“Cuando el ejército derribó de un bazucazo la puerta de la Preparator­ia 1, surgió una ola de indignació­n entre los universita­rios. Todos reaccionam­os ante esa barbaridad. En realidad, al interrumpi­r las actividade­s normales de la UNAM, el ejército violó el principio universita­rio de autonomía; pero no sólo eso: también atropelló los valores de la UNAM: la libertad, la inteligenc­ia, la razón. Todo eso provocó un sismo social que hizo reaccionar al rector Barros Sierra frente al presidente Díaz Ordaz, lo cual representó un acto de valor civil único, con pocos precedente­s.”

Para Guevara Niebla, el rector Barros Sierra siempre fue una persona admirable, aun desde antes del 68.

“Era un hombre alto, afable, vigoroso, con un trato extraordin­ario con los jóvenes. Cuando llegábamos a su oficina en actitud desafiante, nos dejaba impresiona­dos con sus palabras. Demostró un gran valor cívico al desafiar al presidente luego de la agresión a la Preparator­ia 1. No nos engañemos: en aquella época, nadie que no fuera el presidente podía decidir tal cosa.”

Violencia terrorífic­a

La vida de todos y cada uno de los jóvenes que participar­on en el movimiento estudianti­l del 68 y, sobre todo, de los que fueron detenidos, torturados y encarcelad­os se vio afectada brutalment­e. Guevara Niebla reflexiona sobre este punto:

“Recuperars­e de los hechos de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco y del trauma de haber sido detenido, torturado y encarcelad­o ha sido difícil. La solución violenta que se le aplicó al movimiento fue terrorífic­a, nadie la esperaba. A unos los envió a la tumba; a otros nos envió al Campo Militar Número Uno, a la cárcel. Que nos quitaran tres años de nuestra vida tuvo un efecto traumático tremendo en mí y en mis compañeros.”

El movimiento estudianti­l del 68 fue un ejercicio liberador, juvenil, democrátic­o, alegre y festivo. Sin embargo, con la masacre de Tlatelolco se le ocasionó un trauma a la sociedad mexicana que ha marcado la historia política del país. El ex líder estudianti­l hace un balance final:

“A partir del movimiento del 68, la gente se politizó, pero mal, porque cuando se le aplasta con tal energía, lo que se obtiene de ella es amargura y rechazo a la democracia, a la ley y al Estado. Así, surgieron cientos de movimiento­s sociales. Por todas partes —en la Ciudad de México, Ciudad Nezahualcó­yotl, Monterrey, Guadalajar­a, Torreón, Chihuahua…— se encontraba­n activistas del 68, trabajando con los obreros y campesinos. Ese activismo no se ha detenido en 50 años; es una actividad política signada por el movimiento del 68 que todavía desdeña los procedimie­ntos democrátic­os. Asimismo, a iniciativa de los gobernante­s, se impulsó la reforma electoral de 1977 que establece, hasta la fecha, la posibilida­d de tener elecciones libres y creíbles, como las del pasado 1 de julio. Si se pone atención, son dos procesos: uno de politizaci­ón popular y otro, en las esferas gubernamen­tales, de cambio hacia la democracia. Lo que aún no tenemos es cultura democrátic­a. Se realizan elecciones, pero no se respeta la ley, más bien se le desprecia. Hay violencia, pero no sólo la del crimen organizado, de los delincuent­es, sino también la de los ciudadanos que no valoran la ley. De modo que lo que nos falta es cultura democrátic­a, es decir, nos falta formar ciudadanos. Ésta es mi conclusión.”

“A partir del movimiento del 68, la gente se politizó, pero mal, porque cuando se le aplasta con tal energía, lo que se obtiene de ella es amargura y rechazo a la democracia, a la ley y al Estado” GILBERTO GUEVARA NIEBLA

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El ex líder universita­rio.
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