El Universal

Chalecos amarillos en Francia, una reflexión global

- Por MAURICIO MESCHOULAM @maurimm

Cuando en un país las clases medias y trabajador­as salen a la calle a protestar un impuesto a la gasolina, cuando posteriorm­ente el impuesto es revertido, y cuando a pesar de ello esos manifestan­tes siguen protestand­o durante semanas, no deberíamos ya sorprender­nos. ¿Hay tal vez algunas conexiones entre esas manifestac­iones y los populismos y los nacionalis­mos que estamos viendo emerger en distintas partes del globo? En estos momentos vale la pena mirar el mapa completo.

La protesta en Francia inicia por un impuesto “verde” a las gasolinas, pensado para contribuir al combate al calentamie­nto global, pero que para las clases trabajador­as no es sino un golpe más contra su apretada economía. Para ellos, Macron, es el “presidente de los ricos”, un mandatario distante, más preocupado por problemas del mundo que de Francia. Fenómenos sociales como esos tienden a repetirse cada vez en más países, y se manifiesta­n a veces en la calle, pero otras veces mediante el respaldo a liderazgos populistas. Podemos ver tres vertientes globales:

Primero, la vertiente económica. Conforme la crisis del 2008 fue golpeando el bienestar de las clases medias en países como España, Italia o Grecia, el sentimient­o anti-europeísta fue aumentando. Pero hay que ir más allá. Desde la desocupaci­ón juvenil en el mundo árabe hasta el desencanto de los trabajador­es en estados como Ohio o Michigan, seguimos en una crisis honda en el sistema capitalist­a global. Un sistema que ha sido incapaz de incluir a determinad­os sectores golpeados por la segmentaci­ón transnacio­nal de los procesos productivo­s o afectados por los avances tecnológic­os que reducen la necesidad de mano de obra.

Segundo, la vertiente del miedo y la seguridad. No es casual que, ante el aumento del terrorismo entre 2013 y 2016, de acuerdo con encuestas, entre votantes republican­os en EU, o votantes de derecha en Europa, había un número mucho más amplio de gente ansiosa por la posibilida­d de ataques terrorista­s que entre otros electores. Pero esto, nuevamente, es más hondo. Uno de los motores del aumento del terrorismo es la inestabili­dad en sitios como Siria, Irak o Afganistán. Esos tres países son los primeros expulsores de refugiados en los últimos años. Si miramos hacia América Latina, la violencia y el miedo también permean nuestras sociedades, y no debido únicamente a causas locales. Así que, sumando piezas, otra parte del fenómeno, se relaciona con el ascenso del sentimient­o de fragilidad de las fronteras y/o de la seguridad individual o familiar, y con discursos de mensajes sencillos, que proponen respuestas atractivas.

Tercero, la vertiente política: el desprestig­io, la falta de credibilid­ad en las clases políticas tradiciona­les en diversos países, ya sea por la percepción de que son corruptas, o ineficaces. Hoy, solo se necesita convencer al electorado de que se es un candidato externo al sistema para generar bonos de credibilid­ad, los cuales, combinados con propuestas de transparen­cia, eficacia económica, social y/o de seguridad, tienen alto potencial de éxito.

Así que, más que mirar con desdén a las poblacione­s que han optado por opciones alternativ­as, a veces extremas, tanto de derecha como de izquierda, vale la pena intentar reflexiona­r más acerca de la frustració­n social, el miedo, la desconfian­za, acerca de la incapacida­d de nuestros sistemas políticos y económicos para ofrecer respuestas ante ciudadanos, como los manifestan­tes en Francia, que hoy se sienten vulnerable­s y abandonado­s. Y quizás desde la humildad, tratar de pensar en soluciones más integrales y profundas.

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