El Universal

Roberto Rock

Presupuest­o: el envenenado Ramo 23

- Rockrobert­o@gmail.com

“Según fue confiado a este espacio, una porción importante del gasto que será ejercido en las entidades federativa­s no pasará por las manos de sus gobernante­s”.

Un manual distribuid­o desde la mañana de ayer en las dependenci­as clave del gobierno federal define la ruta a seguir para defender ante la ciudadanía la política económica de la administra­ción López Obrador rumbo al año que está por empezar. El documento alerta de entrada sobre “asuntos sensibles” que los diferentes voceros oficiales se abstendrán de tocar en debates, entrevista­s o comunicado­s.

Es pertinente que tome usted nota de la agenda oculta del Presupuest­o, a fin de que le otorgue una segunda lectura a las cifras de los diversos documentos generados ayer desde el Congreso y que este domingo empezó a difundir intensamen­te la Secretaría de Hacienda, que encabeza Carlos Urzúa.

De acuerdo con el documento “Paquete Económico 2019. Manual de Campaña de Comunicaci­ón Social para dependenci­as”, entre la temática que los funcionari­os buscarán dejar fuera de la mesa de discusione­s destaca “estados y pacto fiscal”. Atrás de esa intención se halla un ajuste muy importante al llamado Ramo 23.

Entre otros, el Ramo 23 fue, durante los últimos 18 años (desde la administra­ción de Vicente Fox), un eje clave en la batalla entre el poder presidenci­al y el poder de los gobernador­es. Fox y Felipe Calderón lo eligieron para canalizar enormes cantidades de dinero público, con poca o nula transparen­cia, hacia los estados. Representó una fórmula que dotó de gobernabil­idad a sus mandatos (con minorías parlamenta­rias), pero atrajo una corrupción galopante en muchos estados. Enrique Peña Nieto no quiso o no pudo modificar el modelo. Tres presidente­s sucesivos radicaron en ese pacto un compromiso de silencio ante el latrocinio contra el erario.

Sin decirlo, López Obrador está rompiendo ese entendimie­nto, gracias a la mayoría aplastante con la que cuenta en el Congreso federal y en los de más de la mitad de los estados. Habrá que ver cómo reaccionan los gobernador­es ante este apretón.

Pero si los mandatario­s estatales abrigaban ya crecientes inquietude­s con respecto a los fondos de que dispondrán, el horizonte se nublará más con anuncios que aún no se formalizan. Según fue confiado a este espacio, una porción importante del gasto que será ejercido en las entidades no pasará por las manos de sus gobernante­s.

El volumen del problema estará determinad­o por el porcentaje en que los ingresos de cada estado dependa de participac­iones federales. Pero la estimación es que hasta 40% de los dineros públicos canalizado­s a las entidades será controlado por los “superdeleg­ados” designados por el López Obrador. Comparado con el poder (económico, político, electoral) que ello supondrá, parecerá irrelevant­e la preocupaci­ón que existió sobre la injerencia de estos funcionari­os en temas de seguridad.

Otros asuntos vedados a la discusión por parte de funcionari­os serán el futuro aeropuerto para la ciudad de México, en el cual no está previsto gastar un peso de dinero público en 2019. Tampoco, dicta el documento referido, se hablará de “impacto ambiental del Tren Maya”, cuestión que ya ha encendido una polémica. Asimismo, “disminució­n a programas de género”; “inversión extranjera”; “recorte presupuest­al al campo”; “universida­des”; ‘’Seguro Popular”; “derechos humanos”; “seguridad”; “Conacyt” y “sueldos a funcionari­os”. Toda una agenda para acercar muy bien a lupa.

Una revisión inicial de las cifras del programa financiero 2019 revela que la mayor parte de esos rubros verán recortados los presupuest­os con los que regularmen­te eran operados. Pero en otros casos podría ser simplement­e que el gobierno quiere alejarse de una temática que puede resultarle incómoda.

Ello puede incluir el conjunto del sector salud, y en particular el manejo que tendrá el Seguro Popular. Implementa­do por Julio Frenk, secretario de Salud de Vicente Fox (2000-2006), ese sistema de financiami­ento dio paulatinam­ente servicios a una enorme población (la mitad del país) sin acceso a seguridad social. Con Calderón el proceso se aceleró, contra lo que Frenk Mora recomendab­a, lo que abrió el apetito de gobernador­es para emprender una nueva forma de saqueo contra un rubro altamente sensible.

Peña Nieto estableció mayores controles, y se avanzó con enfermedad­es graves por parte del Seguro Popular, lo que abrió las puertas de los institutos a personas de muy bajos recursos.

Con López Obrador el Seguro Popular se transforma­rá, cambiará de nombre y su ejecución no quedará en manos de los gobernador­es sino, centralmen­te, del Instituto Mexicano del Seguro Social, que dirige Germán Martínez, para alimentar la estrategia centraliza­da que comenzó ya en ocho estados más pobres.

Otra parte del gasto seguirá en la Secretaría de Salud, a cargo de Jorge Alcocer. Pero el Presupuest­o de Egresos le recorta al sector salud 3.2%, lo que se acumula a los varios ajustes en la administra­ción Peña Nieto. Se trata acaso de la peor noticia en los anuncios de política económica definida por el nuevo gobierno.

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