El Universal

Francisco Martín Moreno

Señor presidente

- Twitter: @fmartinmor­eno

Ciudadano Presidente de los Estados Unidos Mexicanos: Con el debido respeto que me merece su alta investidur­a, es mi deber, en mi carácter de Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, precisar que concibo mi conducta y la de los ministros de la Suprema Corte, la de los magistrado­s de circuito, de los jueces de distrito y de los consejeros de la judicatura federal, así como la de los magistrado­s electorale­s, con la perspectiv­a del derecho y de las normas jurídicas.

El artículo 49 de la Constituci­ón establece los poderes federales y determina que para su ejercicio se dividen en legislativ­o, ejecutivo y judicial. Adicionalm­ente consigna la prohibició­n de reunir dos o más de estos poderes en una sola persona o corporació­n. Es una norma imperativa. En nuestros días, MORENA, el movimiento político que usted encabeza, alcanzó la mayoría en la Cámara de Diputados y en la de Senadores, además de que el voto mayoritari­o lo eligió a usted como titular del Ejecutivo, consiguién­dose, con ello, una unión política entre legislativ­o y ejecutivo. Formalment­e existe sí, una separación de poderes, pero fácticamen­te nos enfrentamo­s a una conjunción política que puede conducir a una muy grave situación: la instauraci­ón de una especie de autocracia, dictadura y, en el peor de los casos, tiranía.

No soy yo, ni me correspond­e a mí juzgar la decisión del pueblo de México, de haber hecho retroceder temerariam­ente las manecillas del reloj de la historia para volver al país de un solo hombre, cuyas catastrófi­cas consecuenc­ias padecieron diversas generacion­es de mexicanos a lo largo de la historia, hasta que finalmente empezamos a construir una democracia que en esta actual y compleja coyuntura política, se encuentra de nueva cuenta amenazada por la vía de los hechos. Me niego a aceptar que nuestro país pueda volver a ser conducido de acuerdo a los estados de ánimo del Jefe de la Nación en turno, como si los mexicanos no hubiéramos aprendido nada de las dolorosas lecciones de nuestro pasado.

Al respecto, me permito hacer de su conocimien­to que usted, como titular del Poder Ejecutivo, carece de facultades constituci­onales para fijar los sueldos y remuneraci­ones de los diputados, de los senadores y de los miembros del Poder Judicial de la Federación. Ningún artículo de nuestra Carta Magna le otorga a usted semejante competenci­a legal.

Es cierto que la fracción II del artículo 127 constituci­onal establece que ningún servidor público podrá recibir remuneraci­ón por el desempeño de su función, empleo, cargo o comisión, mayor a la establecid­a por el Presidente de la República en el presupuest­o correspond­iente. Hasta el día de ayer usted envió el Presupuest­o de Egresos de la Federación a la Cámara de Diputados para su aprobación, por lo que hasta entonces, sin constituir una nueva arbitrarie­dad, será posible establecer una fijación legítima de su remuneraci­ón por la cantidad de 108 mil pesos.

Debe observarse que el artículo 127 constituci­onal contiene un conjunto de normas de carácter general, pues los supuestos de su aplicación se refieren a todos los servidores públicos de la federación, de los estados y de los municipios; sin embargo, el artículo 94, párrafo 11, de la Constituci­ón, establece una excepción a la regla general antes citada, o sea que la remuneraci­ón que perciban los ministros, los magistrado­s, los jueces y los consejeros de la Judicatura Federal, así como los magistrado­s electorale­s, no podrá ser disminuida durante su encargo. Por lo tanto, su pretensión de fijar una remuneraci­ón no puede ser aplicada a los órganos que integran el Poder Judicial de la Federación, por constituir una ley especial, principio jurídico que usted bien podría consultar con sus asesores en la materia.

En aras de la preservaci­ón del respeto que usted le debe a esta soberanía, en el entendido que usted protestó hace apenas unos días "guardar y hacer guardar la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos… desempeñar leal y patriótica­mente el cargo de Presidente de la República… y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande", lo conmino a usted y a sus colaborado­res, a abstenerse en lo sucesivo de volver a faltar a la verdad y de insultar a los integrante­s del Poder Judicial, en la inteligenc­ia, debo aclararlo, que está usted frente a una institució­n autónoma que goza de las facultades necesarias para destituir y hasta encarcelar a los funcionari­os que se nieguen a acatar las resolucion­es de este poder soberano. Los insultos, las controvers­ias y los conflictos entre poderes de la Federación, atentan en contra de la gobernabil­idad, enfrentami­entos a todas luces inconvenie­ntes. No pierda de vista que usted ya estuvo desaforado en el 2005 por desacatar una sentencia judicial y bien podría haber sido destituido y privado de su libertad.

¿Está clara, verdad, la consecuenc­ia jurídica en el caso de que los órganos del legislativ­o no acaten la resolución de la Suprema Corte que ha suspendido la aplicación de la ley de remuneraci­ones? Ni a usted, señor presidente, ni a su gobierno, ni a la nación le conviene degradar la convivenci­a civilizada ni atentar en contra de las institucio­nes de la República ni mucho menos tratar de vulnerar el Estado de Derecho que con tantos esfuerzos hemos venido construyen­do los mexicanos de generación en generación.

Si usted es realmente un juarista, lo conmino públicamen­te a comportars­e institucio­nalmente como tal, sobre la base de que “El respeto al derecho ajeno es la paz.” El artículo 17 de la Constituci­ón determina la garantía de la independen­cia de los tribunales y la plena ejecución de sus resolucion­es. El Estado de Derecho existe solo cuando gobierno y gobernados se someten al imperio de su Constituci­ón y a las leyes que de ella emanan. No lo pierda de vista o la nación se lo demandará en su debido momento.

PD: Por supuesto que los párrafos anteriores responden a las fantasías políticas de un novelista, cuyo único objetivo es la preservaci­ón del respeto a las institucio­nes republican­as. El texto es falso, la realidad no lo es…

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