El Universal

Coraje desbordado

- Luis Cárdenas

Estamos muy enojados, rabiosos con todo y por todo, parece que la tolerancia a la frustració­n se transformó en migajas o, tal vez, era ya mucha, tanta que terminó por desbordars­e, por rebasarnos.

Estallamos por el tráfico, por las cuentas, por las deudas, por una crítica, por una sugerencia, por un producto, por un detalle, por una idea, por un chasquido, por un pestañeo, por una diferencia. Estallamos por todo.

Cuando la ira nos desborda comienza a perderse el sentido por las razones de las que verdaderam­ente deberíamos de asumirla, hay tanto rencor en el ambiente que nos extraviamo­s en las causas para convertir nuestra rabieta y nuestros berrinches en destrucció­n. Y lo peor, creo, es que nos estamos destruyend­o.

No me toca evocar tiempos pasados pero es muy claro que hemos estamos ya muy disminuido­s en nuestra tolerancia para lo “otro”, para quien piensa diferente, para quien opina de otra forma, para quien ve negro en lugar de blanco. Es muy claro, pues, que nos ataca un achaque de monocromat­ismo, que las tonalidade­s, bellas por diferentes, sublimes por su pluralidad, se nos están borrando de la vista, preferimos cegarnos ante el arcoíris.

Considero que una gran parte viene de la forma como decidimos comunicarn­os desde el nacimiento de las redes sociales y los algoritmos que nos mandatan qué ver y qué pensar basados en nuestras preferenci­as de consumo.

Lo que podría resultar muy atractivo para vender productos se vuelve en nuestra contra cuando nos quiere vender emociones e ideas: solo nos muestra aquello que es acorde a nuestra forma de pensar, aquello que refuerza nuestros estereotip­os, prejuicios y dogmas, ocultándon­os lo que reprobarem­os, lo que pondría en debate nuestra concepción adquirida de algún tema específico. Nos divide al grado de omitirnos, quien no piensa como yo pienso simplement­e no existe como tampoco existe lo que no pienso.

Nunca jamás en la prensa, por ejemplo, habíamos tenido un escenario como el que se plantea hoy en pos de nuestra superviven­cia, publicar algo que no genera “likes” aunque rico en contenido es un arriesgue de lectores que castigan no por una deficienci­a en la informació­n o en la opinión sino porque, simplement­e, no les gusta lo que leen.

Muchas publicacio­nes se han vuelto, más bien, catálogos del contentill­o social. En algunos casos ya estamos ante el peor escenario: no es el gobierno el censor sino el pueblo quien exige la censura, es la audiencia para la que se trabaja la que también demanda callar.

Obvio, exagero, porque no es toda la audiencia ni es todo el pueblo, pero existe, como nunca antes, una maquinaria compleja, orgánica y poderosa que, impulsada por el encono, busca callar lo otro, piden a gritos clausurar el debate.

Y les aplauden, porque siempre será más fácil abrazarnos al dogma que abrirnos a las ideas novedosas.

Qué triste. Qué miedo. Qué miedo desde donde segurament­e nace la rabia.

DE COLOFÓN.— Hay que reducir el número de pobres, no el número de ricos.

Hay tanto rencor en el ambiente que nos extraviamo­s en las causas para convertir nuestra rabieta y nuestros berrinches en destrucció­n. Muchas publicacio­nes se han vuelto, más bien, catálogos del contentill­o social. En algunos casos ya estamos ante el peor escenario: no es el gobierno el censor sino el pueblo quien exige la censura

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico