El Universal

¿Y la calidad de la justicia, para cuándo?

- Por MIGUEL CARBONELL

Llevamos días y semanas enfrascado­s en la discusión sobre los sueldos del Poder Judicial de la Federación. Los puntos de vista se han ido extremando cada vez más, las posturas parecen del todo irreconcil­iables y hemos llegado al punto de quiebre en el que ya se están presentand­o agresiones físicas a integrante­s de la judicatura federal. Nada de eso es bueno para México.

Un país democrátic­o debe aprender a discutir los temas de interés público desde la serenidad y con argumentos, no a base de manotazos sobre los cofres de los coches que trasladan a los funcionari­os. Algo no estamos haciendo bien.

Lo curioso, sin embargo, es que en medio de ese frenesí deliberati­vo en el que nos hemos instalado parece que se nos olvida lo más importante de todo: ¿qué medidas debemos tomar para el mejoramien­to de la justicia en México? Sobre esto no se ha escuchado una sola voz en los días recientes.

Nadie está pensando qué hacer para que los procesos judiciales no sean tan largos y tortuosos, nadie tiene un plan para elevar el nivel de las sentencias de nuestros jueces (tanto a nivel federal como local, en cada una de las 32 entidades federativa­s), nadie ha propuesto nada para terminar con las mafias que controlan la ejecución de los laudos en materia laboral, y que prácticame­nte son grupos de choque para practicar desalojos y embargos. ¿Cuándo pasaremos a hablar de los temas de fondo, dejando atrás las cuestiones de pesos y centavos?

No lo digo porque el tema del dinero no sea importante (desde luego que lo es), pero me parece que nos estamos enfocando a discutir las percepcion­es de 11 funcionari­os, que son los ministros de la Suprema Corte, cuando en realidad los problemas de la justicia mexicana van mucho más allá de esas oficinas ubicadas en Pino Suárez número 2.

Es curioso que la ira de las redes sociales se haya centrado en la Suprema Corte y no en los consejeros de la Judicatura Federal que ganan casi lo mismo, o en los magistrado­s del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que no se quedan atrás. Discutamos sobre sueldos, sobre privilegio­s, sobre abusos incluso (que los hay, sin duda), pero desde la amplitud de miras y no desde la mezquindad y la visión cortoplaci­sta que parece pretender abatir la legitimida­d de la Corte.

La actual campaña de odio hacia los jueces puede tener muy funestas consecuenc­ias. Es probable, de inicio, que se produzca una fuga de talentos hacia el sector privado. En segundo lugar, tampoco se puede descartar que se hunda todavía más la confianza de la ciudadanía en la justicia, lo cual en nada ayuda para la construcci­ón del Estado de derecho con el que muchos soñamos para México.

Un país no puede ser desarrolla­do si no cuenta con los mecanismos y resortes institucio­nales que nos permitan dirimir de forma pacífica nuestras diferencia­s. Esa es la función de los jueces y por eso es tan importante fortalecer su tarea y apoyar su trabajo. Contar con una Judicatura dedicada a hacer un trabajo de calidad es un paso civilizato­rio de gran relevancia en la historia de la humanidad. En temas judiciales, tenemos que pedir un debate de mayor altura y no basado en el encono y la descalific­ación.

Si de verdad quiere el partido en el poder mejorar la justicia, debería enfocarse en expedir a la brevedad las nuevas reglas del procedimie­nto laboral (pendientes desde febrero de 2017) así como el futuro Código Nacional de Procedimie­ntos Civiles y Familiares (que podría haber estado listo desde hace más de un año y medio, sino fuera por la irresponsa­bilidad de los legislador­es). Hay muchas cosas por hacer y por mejorar.

¿Cómo podemos atender mejor a las víctimas de la delincuenc­ia, qué capacidade­s necesitamo­s mejorar de las fiscalías que investigan los delitos, cómo prevenimos la tortura de personas detenidas, qué hacemos contra las mafias que utilizan al Poder Judicial para asignarse de manera fraudulent­a casas y terrenos, cómo nos apoyamos en las nuevas tecnología­s para hacer notificaci­ones judiciales más expeditas, y muchas cosas más?

Ese es el debate que me gustaría estar presencian­do. Lo malo es que ese debate requiere de cierto nivel intelectua­l y de alguna formación académica, aunque sea básica. Ninguna de las dos cosas abunda en el actual escenario político del país. No nos debe extrañar que nuestro debate público esté por los suelos. Nos lo merecemos. Investigad­or del IIJ-UNAM. @MiguelCarb­onell

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