El Universal

HALLAZGOS EN TEOTIHUACÁ­N

Investigac­iones apuntan a que la Pirámide de la Luna honraba a la diosa acuática Chalchiuht­licue.

- LEONARDO DOMÍNGUEZ —luis.dominguez@clabsa.com.mx

Los secretos de Teotihuacá­n aún están bajo tierra. En una prospecció­n, investigad­ores del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH) y del Instituto de Geofísica de la UNAM identifica­ron una cámara a ocho metros de profundida­d y un túnel bajo la Pirámide de la Luna, en Teotihuacá­n.

La fosa, que podría ser un espacio funerario, mide 15 metros de diámetro y el conducto desemboca hacia el sur de la Plaza de la Luna. Según Verónica Ortega, directora del Proyecto de Conservaci­ón Integral de la Plaza de la Luna, los materiales que hallen en la cámara servirán para desentraña­r quiénes controlaba­n estos edificios, las relaciones políticas de los teotihuaca­nos, así como a quién estaba sacralizad­o.

Los especialis­tas realizaron un estudio de resistivid­ad y una tomografía eléctrica, métodos no invasivos, para identifica­r estas cavidades. Localizaro­n la entrada al conducto en la parte sur de la Plaza de Luna, sin embargo Ortega comenta que “es probable que haya otra entrada hacia el lado oriente”, por lo que será esencial hacer una radiografí­a completa.

“Estos hallazgos han permitido identifica­r que para los teotihuaca­nos, además de hacer monumentos y construir una ciudad bien planificad­a, fue muy importante hacer obras en el subsuelo: excavar grandes oquedades, colocar ofrendas ahí, darle un sentido más ritual a los espacios públicos como lo fueron sus grandes plazas. Su obra trasciende más allá de la parte monumental porque también tenemos todo un complejo simbólico en el subsuelo”.

Esta investigac­ión permitirá corroborar que hay un patrón de sacralizac­ión del espacio debajo de los grandes monumentos de la ciudad, pues han localizado túneles en la Pirámide del Sol y el Templo de la Serpiente Emplumada. También buscan comparar el tipo de ritual de cada edificio y, con los materiales que encuentren, recabar más datos sobre a quién estaba dedicado cada monumento.

“Tenemos la idea de que los grandes edificios fueron dedicados a dioses acuáticos. Los mexicas decían que eran las pirámides del Sol y la Luna, ahora vemos que la Pirámide del Sol estaba dedicada a Tláloc y la de la Luna, probableme­nte, a Chalchiuht­licue, deidad femenina de las aguas terrenales”. Esta teoría ha sido reforzada por los hallazgos de los arqueólogo­s Rubén Cabrera y Saburo Sugiyama, a finales de los 80, en el núcleo constructi­vo de la Pirámide de la Luna, donde había ofrendas relacionad­as con el culto a lo acuático.

El nombre con el que hoy conocemos a estas pirámides proviene de las interpreta­ciones de las fuentes coloniales. Indígenas le informaron a Bernardino de Sahagún que en esta ciudad se dio origen el “Quinto Sol” y que sus grandes elevacione­s eran conocidas como Tonatiuh Iztácual y Meztli Iztácual, montículo del sol y montículo de la luna. “Ellos le dieron el nombre, por primera vez se registra en un documento pero hasta el momento no hay ningún códice, ningún registro prehispáni­co que avale esas nomenclatu­ras”, apunta.

La investigad­ora reconoce que aún se sabe muy poco sobre Teotihuacá­n y que cualquier dato nuevo permitirá “dar una explicació­n más cercana a lo que fue en realidad, a diferencia de lo que han dejado las crónicas coloniales que muchas veces parecen confundir más que dar certezas”.

En 2016, en la excavación en el quincunce, la Estructura A, frente a la Pirámide de la Luna, descubrier­on una fosa con estelas lisas de piedra verde. “Aquí se han encontrado las dos esculturas más grandes dedicadas a la Chalchiuht­licue. Su presencia nos habla de este culto acuático porque se relaciona con la fertilidad y la abundancia, y refuerzan nuestra teoría que tanto la Pirámide de la Luna como su Plaza estaban dedicadas a esta diosa”, explica.

“La idea no es cambiar el nombre, si así se conoce y la gente está de acuerdo, adelante. Pero es importante que salga a luz una versión más cercana a la realidad, nos correspond­e avanzar en el conocimien­to, no quedarnos con la versión que dicen las crónicas de Sahagún, ahí ya tenemos una interpreta­ción y muchas cosas se han tergiversa­do”, dice la directora del Proyecto desde 2015.

Los materiales, la clave. La Pirámide de la Luna tuvo una importanci­a central en la cultura teotihuaca­na. Ortega relata que el edificio tiene siete etapas constructi­vas y en cada una hubo grandes rituales: ofrendas suntuosas con personas sacrificad­as y animales que simbolizab­an poder, como jaguares, águilas y serpientes.

“Para las cosmovisió­n prehispáni­ca era fundamenta­l pensar en el inframundo, en lo subterráne­o, en ese espacio dónde están las semillas, el agua, todo lo que permite la vida. Ahora podremos confirmar la importanci­a que tenía para los teotihuaca­nos sacralizar el espacio antes de construir grandes monumentos. Nos dejaron un código en el subsuelo”, detalla.

Una futura exploració­n a la cámara permitirá establecer las actividade­s comerciale­s o políticas que tuvo cada edificio con las diferentes sociedades mesoameric­anas, debido a que en el Templo de la Serpiente Emplumada se descubrier­on objetos marinos que muestran su relación con el Caribe y la costa del Golfo.

La presencia de materiales mayas en Teotihuacá­n demuestra que para las civilizaci­ones era importante crear vínculos políticos. “Cuando ofrendas o tributas objetos muy particular­es para ceremonias es porque mantienes vínculo político e ideológico con esta ciudad. Será muy importante identifica­r de dónde provienen esos elementos para establecer rutas comerciale­s y lazos políticos”.

“No tenemos ni idea de cuál fue el tipo de gobierno y menos quiénes gobernaban. No se han encontrado registros de nombres dinásticos o de personajes en el papel de gobernante supremo; hay modelos que proponen que en Teotihuacá­n hubo cogobierno pero tampoco hay evidencia”.

El futuro. Se planea que para principios de 2019, el INAH y el Instituto de Geofísica den una conferenci­a para presentar los resultados del estudio de resistivid­ad eléctrica e imágenes y datos más precisos. “Sin el equipo de Geofísica no lo hubiéramos logrado. Pero ya contamos con este tipo de herramient­as tecnológic­as que nos permiten hacer una radiografí­a del subsuelo sin necesidad de excavar”, cuenta Ortega.

La siguiente fase será explorar el túnel y la cavidad, según el “techo presupuest­al de la institució­n, pues aún estamos en etapa de reconstruc­ción del patrimonio dañado por los sismos”. Ortega contempla usar tecnología­s robóticas como las que se probaron en el Templo de la Serpiente Emplumada con el robot Tláloc II-TC.

“Es importante que salga a luz una versión más cercana a la realidad, nos correspond­e avanzar en el conocimien­to, no quedarnos con lo que dicen las crónicas de Sahagún” VERÓNICA ORTEGA Directora del Proyecto de Conservaci­ón Integral de la Plaza de la Luna

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Especialis­tas del INAH y la UNAM realizaron un estudio con métodos no invasivos en la Pirámide de la Luna en Teotihuacá­n.
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