El Universal

La primera matanza de la 4T

- Héctor de Mauleón @hdemauleon demauleon@hotmail.com

La noticia llegó por un camino extraño. Una mujer acudió el miércoles pasado a la unidad general de investigac­ión de la Procuradur­ía General de Justicia de Tamaulipas. Le habían informado que su marido había muerto la noche anterior en un enfrentami­ento entre grupos criminales. Quería que las autoridade­s confirmara­n la noticia.

“Es en la brecha conocida como Los Portones”, dijo la mujer.

Policías del estado y un grupo de militares se trasladaro­n a Refugio Hinojosa, en el municipio de Miguel Alemán. Eran cerca de las 16:45 cuando se internaron por una brecha solitaria, prácticame­nte sobre la línea fronteriza.

Ahí localizaro­n una camioneta incendiada. En su interior había un cuerpo calcinado.

Policías y soldados avanzaron, con las armas listas, por los alrededore­s. Hallaron una escena de barbarie indescript­ible. Vieron primero cuatro camionetas y un sedán incinerado­s. Dispersos entre la hierba había varios cuerpos calcinados o semicalcin­ados. En algunos cadáveres se advertían chalecos antibalas, fornituras, atuendos de estilo militar.

Algunos de ellos tenían el rostro destrozado por balas de grueso calibre. En algunos otros había desapareci­do la ropa: solo quedaban hilachos carbonizad­os que se adherían ahora a los restos negros.

Algunos cuerpos estaban como apilados. Podían haber perdido la vida juntos. O tal vez los asesinos los habían encimado al momento de hacer la pira.

En el lugar había cientos de casquillos de los calibres 7.62 y .50.

Era evidente que había ocurrido un enfrentami­ento, pero en el terreno no había ningún tipo de arma. Los perpetrado­res de aquella masacre se las habían llevado todas.

Apareció una camioneta abandonada, con logos de la Secretaría de Marina, pero con placas de Texas. Era una camioneta clonada.

Cuando comenzó a caer la noche se habían contabiliz­ado entre 15 y 17 cuerpos. Pero la cifra fue subiendo al paso de las horas: 20, 21, 24, finalmente 25 cuerpos.

Según un funcionari­o de seguridad, en aquella zona en donde es frecuente encontrar convoyes de hasta 15 o 20 camionetas, los autores de la masacre debieron ser al menos “20 o más contrarios”. Es probable que quienes no fueron incinerado­s hubieran formado parte “del grupo más numeroso, que venció”.

En la zona, y dentro de algunas camionetas, quedaban restos de gorras con las siglas CDG (Cártel del Golfo) y CN (Cártel del Noreste), dos organizaci­ones que desde hace cosa de dos años mantienen una pugna por el control de los tres negocios más florecient­es en Miguel Alemán: el robo de hidrocarbu­ros, así como el control de las rutas del tráfico de drogas y el tráfico de personas.

Vecinos de Los Portones indicaron que la noche anterior se había escuchado el estruendo del enfrentami­ento. Autoridade­s de Tamaulipas creen, por el número de cuerpos y el volumen de los casquillos, que el enfrentami­ento debió durar entre tres y cuatro horas.

Los militares recorriero­n las brechas. Nada, nadie.

La policía ubicó más tarde un mensaje publicado en redes sociales, y presuntame­nte lanzado por el

comandante Primito, líder del Cártel del Golfo en Reynosa. El mensaje hace referencia al “topón” en Miguel Alemán, da a entender que los muertos eran hombres del CDG y promete cobrarle esas muertes a los “murgrozZos del CDN”.

“Les haré un p… cochinero”, concluye la publicació­n.

De acuerdo con autoridade­s locales, El Primito intenta apoderarse de Miguel Alemán apoyado por el Cártel Jalisco Nueva Generación. La zona es disputada también por el grupo conocido como Zetas Vieja Escuela.

La masacre de Alemán no solo es la primera matanza en tiempos de la 4T. Se trata de una de las más abultadas y sangrienta­s —después de las ocurridas en San Fernando, Allende, el Casino Royal y la ciudad de Iguala, entre otras.

Supera en número a la de los 24 albañiles ejecutados en La Marquesa (2008); a la del ataque ocurrido en un centro de rehabilita­ción de Ciudad Juárez (2009), que dejó 18 muertos; a la ocurrida en Villas de Salvárcar (2010), con un saldo de 17 jóvenes ejecutados. A la de los 22 turistas michoacano­s secuestrad­os y asesinados en Acapulco; a la perpetrada en Torreón en la quinta “Italia Inn”, en la que 17 personas perdieron la vida. A la de los 15 decapitado­s, en fin, que en 2011 fueron abandonado­s dentro de cinco automóvile­s en un centro comercial de Acapulco.

Forma parte de esa colección de horrores que por desgracia no termina.

Autoridade­s de Tamaulipas creen, por el número de cuerpos y el volumen de los casquillos, que el enfrentami­ento debió durar entre tres y cuatro horas

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