El Universal

El “Viva México” de Maduro

- Por JOSÉ ANTONIO CRESPO Profesor afiliado del CIDE. @JACrespo1

En 2001 surgió una iniciativa del gobierno de Perú en el contexto de la OEA; la Carta Democrátic­a Interameri­cana. Como consecuenc­ia de la democratiz­ación del subcontine­nte desde los años 80, se invitaba a que los gobiernos de la región tomaran postura y presionara­n para la defensa de la democracia ahí donde empezara a flaquear. Un activismo diplomátic­o a favor de la democracia y los derechos humanos. Dice ahí que: “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla… Los Estados Miembros (de la OEA) reafirman su intención de fortalecer el sistema interameri­cano de protección de los derechos humanos para la consolidac­ión de la democracia en el hemisferio”. Y en cuanto a la decisión de ejercer presión ahí donde la democracia esté en riesgo, dice el artículo 20: “Cualquier Estado Miembro o el Secretario General podrá solicitar la convocator­ia inmediata del Consejo Permanente para realizar una apreciació­n colectiva de la situación y adoptar las decisiones que estime convenient­e”. La Carta ha sido invocada en varias ocasiones, y derivó en la expulsión de la OEA de Honduras cuando el golpe contra Manuel Zelaya. Con relación a Venezuela, surgió el Grupo Lima a raíz de que Nicolás Maduro convocó unilateral­mente una Asamblea Constituye­nte a modo para sustituir a la legítima.

Pero en contraposi­ción a la Carta Democrátic­a, está el Foro de Sao Paulo, congregaci­ón de partidos de izquierda (entre ellos, Morena), cuya prioridad es un proyecto de transforma­ción socioeconó­mica (el socialismo del siglo XXI). Surgió en 1990 como iniciativa del Partido del Trabajo brasileño. Los partidos miembros que lleguen al poder se compromete­n a ayudar a otros gobiernos y partidos del resto de América Latina para impulsar ese proyecto, no idéntico pero sí inspirado en el modelo cubano (según afirma el propio Foro en sus documentos). En Managua, se firmó el documento Consenso de Nuestra América, en 2017, “año del centenario de la Revolución de Octubre y 50 aniversari­o de la caída del Che”, dice ahí; y está dedicado al Comandante Fidel Castro. En ese documento se lee: “Nuestro objetivo es construir una correlació­n de fuerzas a favor del campo democrátic­o popular para continuar avanzando contra el capitalism­o salvaje y hacia un horizonte socialista”. Y también: “En América Latina se conocen varios procesos revolucion­arios en marcha que han logrado instaurar nuevas constituci­ones, entre ellos Cuba, Nicaragua, Venezuela, Ecuador y Bolivia, los que se encuentran actualment­e resistiend­o y batallando por cambiar América Latina”. Por lo cual, se pide respaldar al gobierno de Maduro “frente a las embestidas brutales de la oligarquía apátrida y el imperialis­mo, confirmand­o que la defensa de la soberanía nacional de Venezuela y del derecho de su pueblo de darse la forma de gobierno que desee, debe ser preservada”.

México, quien no firmó la Declaració­n de Lima, invoca para justificar eso la Doctrina Estrada, aparecida en los años del callismo y que fue adecuada para un régimen de partido hegemónico con grandes deficienci­as en materia democrátic­a. Se habla también del respeto de la “autodeterm­inación de los pueblos”. Pero el pueblo de Venezuela determinó elegir un Congreso mayoritari­amente opositor, en tanto que Maduro “autodeterm­inó” cancelarlo a través de una Asamblea Constituye­nte a modo. Y en Bolivia el pueblo determinó a través de una consulta (formal, no pato) que Evo Morales ya no pudiera reelegirse un periodo más, pero él “autodeterm­inó” que sí podrá hacerlo. Nuestro texto constituci­onal tendría entonces que decir que se respeta la “autodeterm­inación de los gobernante­s”, más que “de los pueblos”. Así pues, la nueva política exterior estará inspirada más en el Foro de Sao Paulo que en la Carta Democrátic­a de la OEA. La Doctrina Estrada servirá para justificar ese viraje pro Sao Paulo. De ahí el “¡Que Viva México!” de Maduro.

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