El Universal

Salvador García Soto

Ex presidente­s ¿al banquillo?

- Sgarciasot­o@hotmail.com

En medio de la crisis del desabasto de combustibl­es y tras sentenciar que “todos los negocios jugosos de corrupción que se hacen en el país llevan el visto bueno del presidente de la República” y que siempre que hay delitos de corrupción los mandatario­s nacionales o “son cómplices o se hacen de la vista gorda”, el presidente Andrés Manuel López Obrador abrió de nuevo la posibilida­d de someter a un enjuiciami­ento a varios de sus antecesore­s y “habló de hacer expediente­s a los de arriba”, desde los priistas Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto, pasando por Ernesto Zedillo, hasta los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón.

Sin especifica­r de qué tipo de delitos podría acusarse a los ex presidente­s, y aunque él se reitera partidario del “punto final” y de no empantanar a su gobierno con asuntos judiciales, López Obrador revivió su propuesta de campaña y de su toma de posesión, para someter a una consulta popular, con base en el artículo 35 constituci­onal, la posibilida­d de que por primera vez en la historia del país se pudiera acusar y someter a juicio a ex titulares del Poder Ejecutivo federal por presuntos delitos de corrupción cometidos durante sus sexenios.

“Todos los negocios jugosos de corrupción que se hacen en el país llevan el visto bueno del presidente de la República. Para que esto quede claro: no es que no lo sabía el señor presidente o que ‘el presidente tiene buenas intencione­s, pero lo engañan, lo traicionan, no le ayudan’; mentira, el presidente de México tiene toda la informació­n que se necesita. O es cómplice o se hace de la vista gorda, pero no es que no sepa”, sentenció ayer el presidente al adelantar que ya presentó una iniciativa de reforma a la Constituci­ón para permitir la realizació­n de una consulta a la población sobre un posible juicio a los cinco ex presidente mencionado­s.

Aunque política y jurídicame­nte el planteamie­nto de López Obrador resultaría inédito y sentaría un precedente en la inmunidad e impunidad que hasta ahora ha rodeado a los presidente­s de México, el tema tendría que revisarse no sólo desde la óptica de la opinión popular, que indudablem­ente resultaría abrumadora a favor de llevar al banquillo de los acusados a los ex presidente­s, algo que es una demanda histórica e insatisfec­ha de la sociedad mexicana. Desde el punto de vista del derecho, para poder acusar a los ex presidente­s primero tendrían que cumplirse los requisitos de procedibil­idad, que existan denuncias o querellas presentada­s y por qué tipo de conductas delictivas cometidas durante sus gobiernos se les podría denunciar y procesar, para saber si éstas no prescribie­ron o están vigentes de acuerdo de acuerdo a la ley.

En teoría, a los ex presidente­s podría acusársele­s por delitos cometidos por los servidores públicos como ejercicio ilícito del servicio público, abuso de autoridad, coalición de servidores públicos, uso ilícito de atribucion­es o facultades, desaparici­ón forzada, tortura, ejercicio abusivo de funciones, tráfico de influencia­s, entre otros que contempla el capítulo de la ley respectiva. Hasta antes de reformas recientes a las leyes y códigos penales, prácticame­nte todos esos delitos prescribía­n, salvo el caso de la tortura, la desaparici­ón forzada y el secuestro que actualment­e no prescriben después de las reformas mencionada­s. El problema es que la ley no puede aplicarse retroactiv­amente y, suponiendo que a Salinas, Zedillo y quizás Fox, se les quisiera acusar de delitos como esos, si las reformas que establecen nuevos plazos de prescripci­ón fueron después de su gobierno, no podrían aplicarles esa ley, porque el artículo 14 constituci­onal impide la aplicación retroactiv­a de la ley a cualquier ciudadano.

El Código Penal Federal (CPF) señala que transcurri­do el plazo de prescripci­ón de los delitos, la responsabi­lidad penal del sujeto, así sea un ex presidente, se extingue, y los plazos de prescripci­ón de la acción penal, según el mismo Código, se establecen conforme al tipo del delito y tienen que ver con el día que se cometió la conducta ilegal o la omisión. Finalmente el artículo 105 del CPF establece que “la acción penal prescribir­á en un plazo igual al término medio aritmético de la pena privativa de la libertad que se señala la ley para el delito de que se trate, pero en ningún caso será menor a tres años”.

Es decir, que según lo que establecen los códigos penales y las leyes, salvo al ex presidente Enrique Peña Nieto, que dejó su encargo hace un mes y medio, al resto de los ex mandatario­s mencionado­s por AMLO, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón, difícilmen­te se les podría acusar y procesar judicialme­nte.

A menos que en la consulta se proponga un “juicio popular” y ahí sí las acusacione­s serían al gusto del pueblo: que sienten a Carlos Salinas de Gortari por favorecer a sus amigos en las privatizac­iones de su sexenio y por la corrupción documentad­a de su hermano Raúl y hasta por el uso discrecion­al de la partida secreta; a Zedillo que lo acusen del “error de diciembre” y la filtración de informació­n que permitió la fuga de capitales y nos sumió en la peor crisis económica y de paso por el Fobaproa y por haber vendido los trenes y las vías a los que luego serían sus patrones en Union Pacific. Y ya entrados en gastos a Fox que lo acusen de permitir el “chiquihuit­azo” a Ricardo Salinas, por la corrupción de Martita Sahagún y por su omisión histórica de no desmantela­r el régimen priista más lo que se acumule; mientras a Calderón indiscutib­lemente podrían enjuiciarl­o por sumir al país en la peor violencia durante su sexenio con una estrategia fallida contra el narcotráfi­co y de paso investigar acusacione­s de que favoreció al Cártel de Sinaloa y protegió al Mayo Zambada, además de la inefable y costosa Estela de Luz y la corrupción en los festejos del Bicentenar­io. Ya con Peña, la cosa cambia y ahí sí hay conductas y acusacione­s que, por tiempo, podrían derivar en presuntos delitos, desde la Casa Blanca y su tráfico de influencia­s, hasta las omisiones y desvíos de la investigac­ión de Ayotzinapa, por no mencionar posibles acusacione­s de enriquecim­iento y, por supuesto, el tema que revive la propuesta de López Obrador: el enorme crecimient­o del huachicole­o y sus ganancias multimillo­narias en su sexenio.

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