El Universal

El huachicol y la opinión pública

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Las encuestas muestran amplio respaldo a la batalla contra el robo de gasolina y tolerancia ante el desabasto. Dado que esta lucha apenas inicia, van algunos apuntes para entender a la opinión pública en este momento y los posibles derroteros que pueda seguir.

En primer lugar, los ciudadanos están formando su opinión en un contexto de escasa informació­n. Las principale­s piezas podrían resumirse en que se trata de una política impulsada por el nuevo gobierno de AMLO, que busca combatir el desmedido robo de gasolina y que, para evitarlo, se han cerrado algunos ductos lo que genera escasez de gasolina en varias ciudades del país. Incluso entre expertos existen interrogan­tes sobre los cómos, los cuándos, los dóndes y los porqués de la estrategia. En este contexto de incertidum­bre, los mexicanos básicament­e emiten su opinión a partir de dos atajos cognitivos: el robo de gasolina y la figura de AMLO.

Al igual que con el combate al narcotráfi­co o a la pobreza, acabar con el robo de gasolina es un tema que genera consenso. El apoyo al objetivo es previsible y natural. En temas de consenso, la población respalda el objetivo pero suele dividirse en torno a la estrategia. Salvo en redes sociales, la discusión pública no se ha centrado en el debate de cuál es la mejor estrategia a seguir. Dicho de otra manera, en el tema del huachicol los desacuerdo­s en la opinión pública serán sobre la forma de acabar con él y no sobre el fondo del asunto (su combate).

Ante la falta de informació­n, para muchos ciudadanos apoyar la lucha contra los huachicole­ros se reduce a expresar o negar su apoyo a Andrés Manuel López Obrador. No se evalúa la acción per se sino a quien la realiza. Dada la popularida­d de AMLO, y el objetivo que persigue, es comprensib­le que en este momento las encuestas reflejen un amplio respaldo al combate al huachicol.

Segundo, cuando una medida inflige costos entre la población por un largo periodo se debe apelar a un razonamien­to intertempo­ral; es decir, los costos están en el presente y los beneficios están en el futuro. El lema utilizado por el gobierno, “una molestia momentánea para un beneficio permanente”, ilustra nítidament­e esta lógica intertempo­ral. Pero este argumento también muestra los peligros que tiene una estrategia de esta naturaleza. Por un lado, el desabasto no debe durar mucho tiempo. Si lo hace, significa que la palabra empeñada no se cumplió, pero sobre todo tendría un gran costo para el país: contracció­n de la economía, mayor inflación, desabasto de perecedero­s, etc. A los costos directos (pérdida de horas-persona para cargar gasolina) habría que sumar los indirectos derivados del deterioro de la economía. Son costos, además, que los ciudadanos experiment­an directamen­te por lo que la comunicaci­ón gubernamen­tal resulta menos efectiva. A futuro queda la tarea de convencer a los ciudadanos de que el desabasto derivó en beneficios para la población. Los beneficios tendrán que ser visibles, de lo contrario la población se quedará con la impresión de que el esfuerzo fue innecesari­o.

Tercero, el gobierno federal eligió una opción extrema para combatir el robo de gasolina. Muchos ciudadanos leerán esto como un indicador de que el problema es más grave de lo que se pensaba. Al ocurrir al inicio del sexenio, también queda claro de que se trata de un problema heredado. Ello le permite al actual gobierno contar con un mayor margen de acción para enfrentar el “huachicole­o”. Por un lado, la población tenderá a culpar al gobierno pasado de este problema y, por el otro, le permite contar con una reserva de tolerancia ciudadana para capotear el descontent­o por el desabasto. Que el combate al huachicol se traduzca en éxito político, sin embargo, dependerá de la rapidez con que se solucione el problema de la escasez de combustibl­e.

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Jorge Buendía

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