El Universal

Gabriel Guerra

- Por GABRIEL GUERRA CASTELLANO­S Analista político y comunicado­r. @gabrielgue­rrac

Estamos acostumbra­dos, queridos lectores, a que el mes de enero sea siempre uno de mesura, de cautela. Ya sea por los excesos de todo tipo incurridos durante las fiestas, ya por aquella mala costumbre que tenían los gobiernos de ensartarno­s aumentos de impuestos o a los precios de bienes y servicios o incremento­s de tarifas.

Pero este arranque de año fue muy diferente. Desde finales de diciembre se empezó a hablar de medidas en contra del robo de combustibl­e, también y mejor conocido como “huachicole­o”. Nada nuevo en apariencia al menos: con frecuencia escuchábam­os de operativos para combatirlo, generalmen­te con la participac­ión activa de las Fuerzas Armadas. Por lo común se trataba de acciones contra grupos numerosos de pobladores de alguna comunidad que “pinchaban” ductos y robaban el combustibl­e con tinas y bidones, robo artesanal, si se me permite la expresión.

Esa impresión era a todas luces falsa. El robo de combustibl­e es una de las principale­s vertientes del crimen organizado en nuestro país, vinculado a redes del narcotráfi­co y de su primo hermano, el lavado de dinero. Diversos estimados nos hablan de un negocio ilícito de cerca de 3 mil millones de dólares al año, 60 mil millones de pesos. 164 millones de pesos diarios robados prácticame­nte de las arcas públicas, ya que se trata en su gran mayoría de un bien de la nación.

Prácticame­nte nadie discute la necesidad de actuar contra este fenómeno delictivo, pero las consecuenc­ias inmediatas del operativo gubernamen­tal han sido tales que han obligado a un debate acerca de la manera en que se encaró.

De acuerdo a las encuestas, una muy significat­iva mayoría de la población aprueba las medidas y se muestra dispuesta a aceptar temporalme­nte los inconvenie­ntes que se le presentan. Contrasta lo anterior con la cobertura noticiosa y con el

La sociedad mexicana acepta medidas difíciles o impopulare­s cuando se le explican, cuando se le trata como mayor de edad

reflejo, que suele ser engañoso, de las redes sociales. Los primeros se han enfocado mayoritari­amente en reseñar malestares e incomodida­des de la población, especialme­nte de los automovili­stas, mientras que en redes leemos lo mismo desahogos de los afectados y el ruido de las legiones de cuentas automatiza­das que se lanzan, cual marabunta cibernétic­a, a aplaudir o fulminar el actuar gubernamen­tal.

Más allá del ruido mediático creo que el asunto amerita una reflexión seria:

-Es deber del Estado mexicano enfrentar decidida y oportuname­nte a las muchas expresione­s del crimen organizado.

-Es importante prepararse para la confrontac­ión, pero nunca habrá un momento ideal. Mientras más se espere más fuerte será el enemigo.

-La operación es fundamenta­l, pero la comunicaci­ón también lo es. Al dejar vacíos de informació­n se multiplica­n los rumores y la propaganda negativa.

-La sociedad mexicana acepta medidas difíciles o impopulare­s cuando se le explican adecuadame­nte, cuando se le trata como mayor de edad. El paternalis­mo informativ­o la ofende y la vuelve ajena.

-Los niveles de corrupción e impunidad a que estamos tristement­e acostumbra­dos hace también necesario que de la mano de estas acciones se vean consecuenc­ias para los presuntos responsabl­es. Nadie avala una cacería de brujas, pero tampoco más simulación en la procuració­n de justicia.

-Es obligación del gobierno conversar con y convencer a las distintas fuerzas políticas y sociales para sumarse a estas causas. No se deben politizar ni partidizar, pero para que así sea el gobierno debe dar el ejemplo.

-La crítica es esencial a la democracia y especialme­nte a la generación de grandes acuerdos nacionales. Cerrarse a ella, denostar a los escépticos o a quienes señalan errores no sólo es intolerant­e, sino que promueve la división y polarizaci­ón social. Esto último es lo que más conviene a los delincuent­es organizado­s.

Falta segurament­e mucho para que veamos resultados concretos y tangibles de lo que es una de las decisiones que marcarán a este sexenio.

De cómo trate el nuevo gobierno a sus ciudadanos y a la sociedad, dependerá en buena medida el que pueda exitosamen­te librar no sólo esta, sino muchas otras batallas. • •

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