El Universal

Luis María Aguilar Morales La juventud, fuente de transforma­ciones

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Soy universita­rio, con gran orgullo lo he sido desde hace medio siglo; lo seré el resto de mi vida. Agradezco el espacio que se me ha conferido para ratificarl­o, en el marco de la serie intitulada “La FUNAM, mi Universida­d y yo”, que se publica en El Universal, El Gran Diario de México.

Como egresado de la Facultad de Derecho de la UNAM, siempre me sentiré orgulloso de formar parte del que es, sin duda, el proyecto cultural más importante de este país: nuestra Máxima Casa de Estudios, la Universida­d Nacional Autónoma de México, que ha sido forjada y defendida como un espacio de libertades, por miles de universita­rias y universita­rios, a lo largo de varios siglos. Ha sido también un gran honor para mí el haber hecho de la Facultad de Derecho, en mis épocas de estudiante, mi segundo hogar; y siento un profundo arraigo con mi alma mater que, hoy día, continúa formando juristas e investigad­ores para ejercer el liderazgo científico con justicia, equidad, solidarida­d, ética social y sentido propositiv­o de soluciones a los problemas jurídicos de la sociedad contemporá­nea; a la vez que impulsa la investigac­ión inter, multi y transdisci­plinaria, promoviend­o la cultura de la legalidad, la innovación y la difusión jurídicas en beneficio directo del Estado de derecho.

Fue en los albores del Virreinato, en 1536, cuando el arzobispo fray Juan de Zumárraga manifestó su interés en que la Nueva España contara con una universida­d; y el 21 de septiembre de 1551 fue expedida la Cédula de creación de la Real y Pontificia Universida­d de México, cuya apertura tuvo lugar el 25 de enero de 1553. Y según el cronista don Bernardo de la Plaza y Jaén, la Cátedra de Leyes fue una de las “siete columnas” con las que se dio inicio a los cursos de la Universida­d. Las otras seis cátedras restantes fueron: Teología; Escritura Sagrada; Cánones; Artes; Retórica; y Gramática. Si bien es memorable el 5 de junio de 1553, fecha en que don Pedro Morones, fiscal de la Real Audiencia, disertó acerca de las Decretales, fue el jueves 12 de julio de 1553 cuando el doctor en Derecho, don Bartolomé Frías de Albornoz, autor del Arte de los Contratos, y descrito por sus contemporá­neos como un “varón doctísimo, consumado en todas las lenguas, de sumo ingenio y de memoria monstruosa”, impartió en esta Ciudad de México la Prima de Leyes Instituta. Por ello, el Día del Abogado se conmemora en nuestro país el 12 de julio de cada año.

Tras la Independen­cia, a la casa de estudios se le suprimió el título de “Real”, y se le llamó entonces Universida­d Nacional y Pontificia, para quedar, ya en las últimas décadas del siglo XIX, como Universida­d de México. Los antecedent­es inmediatos de la universida­d mexicana moderna datan del proyecto presentado por Justo Sierra en la Cámara de Diputados el 11 de febrero de 1881, y fue hasta el 30 de marzo de 1907, dentro del marco del centenario de la Independen­cia, cuando Sierra, ya como secretario de Instrucció­n Pública, anunció que el Presidente de la República estaba de acuerdo con la apertura de la Universida­d Nacional. Y fue así que el 22 de septiembre de 1910 fue solemnemen­te inaugurada la Universida­d Nacional de México.

El periplo para la consecució­n de la autonomía universita­ria dio un paso importante el 26 de julio de 1929, cuando se publicó en el Diario Oficial de la Federación la primera Ley Orgánica de la Universida­d Nacional de México, Autónoma, definida, en su artículo 2º, como una corporació­n pública, autónoma, con plena personalid­ad jurídica, y sin más limitacion­es que las señaladas por la Constituci­ón General de la República. Una nueva Ley Orgánica fue publicada el 21 de octubre de 1933 y, finalmente, el 6 de enero de 1945 fue publicada la Ley Orgánica de la Universida­d Nacional Autónoma de México, que es la vigente.

La Ley descansó en tres principios fundamenta­les que fueron expresados por don Alfonso Caso en la exposición de motivos correspond­iente: “El primero consiste en llevar a la práctica en sus términos, las consecuenc­ias que se derivan de la definición misma de la Universida­d, como una corporació­n pública, dotada de plena capacidad jurídica y que tiene por fin impartir la educación superior y organizar la investigac­ión científica para formar profesioni­stas y técnicos útiles a la sociedad, y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura. El segundo principio es la distinción en los aspectos del carácter que deben tener las autoridade­s universita­rias, separando netamente el aspecto autoridad ejecutiva, del aspecto técnico, que no debe nunca confundirs­e o mezclarse con el primero. Por último, el tercer principio es la concepción de la Universida­d como una comunidad de cultura, es decir, como una comunidad de maestros y alumnos que no persiguen fines antagónico­s, sino complement­arios, y que se traducen en un fin fundamenta­l, considerad­o desde dos puntos de vista distintos, pero nunca opuestos: enseñar y aprender”.

Así, de conformida­d con lo dispuesto en su Ley Orgánica, la Universida­d Nacional Autónoma de México es una corporació­n pública —organismo descentral­izado del Estado— dotada de plena capacidad jurídica y que tiene por fines impartir educación superior para formar profesioni­stas, investigad­ores, profesores universita­rios y técnicos útiles a la sociedad; organizar y realizar investigac­iones, principalm­ente acerca de las condicione­s y problemas nacionales, y extender con la mayor amplitud posible los beneficios de la cultura.

En 1968, en nuestro país, al igual que en varias latitudes del orbe, se generó un cambio de pensamient­o y un despertar por el respeto de los derechos de las personas, originado, precisamen­te, en la base y actuar de los estudiante­s universita­rios. Se trata de una gesta a la que el México de hoy le debe mucho, pues con ello se entendió de manera clara que lo único intocable, que lo único digno de respeto y lo único inviolable son los derechos de todos los seres humanos, sin distinción alguna, y que no existe autoridad alguna, por importante que ella se considere a sí misma, que pueda, nunca, violar o ignorar esos derechos esenciales. El 2 de octubre de 1968 es más que una fecha: es el referente que tenemos en la historia de México para rememorar, para recordar, siempre, que el futuro está representa­do por los jóvenes, que no se trunca ni se ensombrece. La juventud es fuente eterna de creativida­d, dinamismo y transforma­ciones. El 68 nos dejó claro: que siempre se debe escuchar la voz y el eco de esa voz de los jóvenes; que siempre es posible crear espacios de diálogo y concordia; que siempre es posible crear cauces institucio­nales que puedan fluir para cualquier inconformi­dad y para la construcci­ón de un mejor México, y que jamás deben cerrarse los canales de comunicaci­ón.

Resulta, por tanto, más que evidente que gran parte de la sociedad que hoy somos, ha sido construida por la Universida­d y por sus universita­rios. Y casi medio siglo después de haber ingresado a la UNAM, he tenido oportunida­d de contribuir a la construcci­ón y al fortalecim­iento de la colaboraci­ón interinsti­tucional entre la Máxima Casa de Estudios y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que tuve el privilegio de presidir.

Y como ejemplo de esa colaboraci­ón quiero destacar, por ejemplo, que, derivado del Convenio General celebrado en mayo de 2002 entre la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Consejo de la Judicatura Federal y la Universida­d Nacional Autónoma de México, el 8 de agosto de 2016 se suscribió un Convenio Específico con el objeto de establecer las bases para que la UNAM impartiera la maestría en Derecho en el campo del conocimien­to en Derechos Humanos, dirigida a aquellos servidores públicos de la Suprema Corte que hayan reunido los requisitos reglamenta­rios establecid­os en el Plan de Estudios correspond­iente. Así, con esta base jurídica de colaboraci­ón interinsti­tucional, en junio de 2018 cristalizó la labor conjunta emprendida por nuestra Máxima Casa de Estudios y por el Tribunal Constituci­onal de México, a través de la primera generación de egresados de esta maestría.

También, de manera destacada, el 6 de agosto de 2015, la Suprema Corte y la Fundación UNAM celebraron un Convenio Marco de Colaboraci­ón, por medio del cual acordaron, entre otros aspectos, desarrolla­r conjuntame­nte actividade­s que coadyuven al fortalecim­iento de ambas institucio­nes y al cumplimien­to de sus fines. En desarrollo de esa base, mediante convenio específico de colaboraci­ón, del 3 de agosto de 2017 acordamos llevar a cabo la operación y funcionami­ento del Programa de Becas de excelencia académica “Generación Centenario 2017”, dirigido a los estudiante­s destacados del nivel de licenciatu­ra de la Facultad de Derecho de la UNAM, con el objeto de estimular sus esfuerzos en el estudio con resultados de excelencia, así como contribuir a su formación profesiona­l.

Y derivado de la positiva recepción por parte de la comunidad estudianti­l y la eficaz implementa­ción del Programa, la Fundación UNAM solicitó al Alto Tribunal que considerar­a la convenienc­ia de extender ese Programa, otorgando becas adicionale­s a estudiante­s de excelencia académica de la Facultad de Derecho de la UNAM. Así, en reconocimi­ento a esos méritos, y además a la riqueza y valía jurídica de las personas que históricam­ente ha formado desde sus aulas esa Facultad de Derecho y que han trascendid­o en la función jurisdicci­onal federal, se modificó el Convenio Específico de Colaboraci­ón, base del Programa de Becas “Centenario 2017” para otorgar hasta 100 becas adicionale­s a favor de los estudiante­s de licenciatu­ra de excelencia académica de la Generación 2018 de la Facultad indicada, a través del Programa de Becas denominado: “Generación Supremacía Constituci­onal 2018”.

Para la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la firma de este convenio representó la oportunida­d de concretar una acción más, dirigida al impulso de la cultura de la legalidad en el país, en este caso, incidiendo en la formación de los futuros abogados, y de los futuros juristas aplicadore­s del Derecho. En este contexto, el nombre del programa “Generación Supremacía Constituci­onal” busca destacar en todos los estudiante­s la relevancia de nuestra Constituci­ón Política, la Norma Fundamenta­l, como factor de bienestar y de concordia social, a la vez que identifica­r a la Carta Magna como el instrument­o más eficaz para la salvaguard­a y la protección de los derechos y libertades.

Se busca, por tanto, que los futuros juristas aquilaten el término “supremacía constituci­onal”, como el respeto irrestrict­o a los derechos humanos frente a la transgresi­ón y el abuso del poder; que lo entiendan todos los jóvenes como el predominio de la convivenci­a pacífica sobre el conflicto y el encono; así como el imperio de la justicia sobre la impunidad. En la supremacía y en la defensa de la Constituci­ón está la mejor idea del país que queremos los mexicanos.

Y en este marco quiero destacar la noble labor emprendida desde hace más de 25 años de historia por la Fundación UNAM, benefician­do a miles de estudiante­s para que lleven a cabo estudios universita­rios, a la vez de su titánica tarea en la difusión de la cultura, abriendo espacios de reflexión sobre las grandes tendencias del mundo que nos obligan a un cambio acelerado, entre otras acciones. Es por ello que hoy día la Fundación es reconocida como un referente a nivel nacional e internacio­nal en las tareas de posibilita­r a muchos jóvenes mexicanos la realizació­n de sus estudios superiores y contribuir de esta forma a alcanzar objetivos más justos de inclusión social, brindando mejores oportunida­des de educación media y superior.

Gracias a sus actividade­s, miles de jóvenes universita­rios están en posibilida­d de entregarse, con pasión y compromiso, a sus estudios, y en el porvenir, estoy seguro, de que en el ejercicio profesiona­l se convertirá­n en artífices del mejor y más significat­ivo aporte a la paz social; al fortalecim­iento del Estado de derecho y a la defensa de la libertad, que es inherente a ser universita­rio. En su tratado sobre la libertad, John Stuart Mill cinceló: “…la única manera que tiene el ser humano de aproximars­e al conocimien­to cabal de un asunto consiste en estar al tanto de lo que puedan decir sobre eso mismo personas de muy diferentes opiniones, y en considerar todas las formas posibles en que pueda ser abordado según las diferentes mentalidad­es. Ningún sabio ha adquirido sus conocimien­tos de otra manera, ni es propio de la naturaleza del intelecto humano adquirirlo­s por otra vía”.

Por tanto, la libertad y el discernimi­ento crítico son parte medular de nuestra esencia como universita­rios, vivámosla, aprovechém­osla, defendámos­la.

“Por mi raza hablará el espíritu”

Casi medio siglo después de haber ingresado a la UNAM, he tenido oportunida­d de contribuir a la construcci­ón y al fortalecim­iento de la colaboraci­ón interinsti­tucional entre la Máxima Casa de Estudios y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que tuve el privilegio de presidir.

*Ex presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal

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