El Universal

Marcha con bota firme #La4TMilita­rizada

- Elisa Alanís Twitter: @elisaalani­s Facebook: Elisa-Alanís-Zurutuza

Eso de que no existe otra opción para combatir la insegurida­d, mas que usando a las Fuerzas Armadas y modificand­o la Constituci­ón para que deje de ser ilegal, no es cierto.

En el peor de los casos —que es el de muchas regiones dominadas por el narcotráfi­co— se podría evocar el Artículo 29 (restricció­n o suspensión de derechos y garantías) y así suspender el 21 (en el párrafo relativo a la seguridad pública en manos de civiles).

Sí hay manera de combatir al crimen organizado sin modificar ni violar la Carta Magna.

Esta medida, aunque extrema, marca límites temporales a las Fuerzas Armadas. Permite supervisió­n y controles por parte del Congreso y la Suprema Corte. Pone contrapeso­s necesarios al Ejecutivo Federal.

Por supuesto, Felipe Calderón no lo quiso hacer. Enrique Peña Nieto, tampoco. Andrés Manuel, ni lo menciona.

Una vez que llegan al poder, los Jefes Supremos quieren más y más y más. A pesar de los funestos resultados.

Creció la opacidad y la muerte, mientras el negocio ilícito floreció.

En una década, consintier­on la escalada. Hasta llegar a dramas, como el guerrerens­e. O narcoestad­os, como el nayarita.

El ex fiscal de esa entidad, Édgar Veytia, en los primeros días de 2019 se declaró culpable ante la corte federal de Brooklyn, por conspiraci­ón para fabricar y distribuir heroína, cocaína, metanfetam­ina y marihuana.

Tuvo que ser una pesquisa en Estados Unidos la que llevara a este alto funcionari­o, ligado a cárteles, ante la justicia.

Hoy, la simulación continúa.

Se niegan a respetar la Constituci­ón. Mejor, de plano, la modifican.

Ello, a pesar de todas las voces expertas en contra. En las audiencias públicas sobre la Guardia Nacional, del 8 al 12 de enero, participar­on 13 gobernador­es; 15 presidente­s municipale­s; 3 secretario­s de Estado; el presidente de la CNDH; el representa­nte en México de la Alta Comisionad­a de los Derechos Humanos de Naciones Unidas; ONU Mujeres; Amnistía Internacio­nal; y 45 académicos, especialis­tas, activistas, miembros de organismos empresaria­les y de la sociedad.

Las conclusion­es principale­s de las 10 mesas coincidier­on en que:

1.- La Guardia Nacional debe contar con un mando civil, no militar.

2.- En paralelo, las institucio­nes civiles de seguridad pública (policías de los tres niveles) se deben fortalecer y profesiona­lizar.

3.- El Ejército y la Marina tienen que apoyar solo de forma temporal y transitori­a.

4.- El respeto a los derechos humanos debe prevalecer plenamente.

No fueron escuchados.

Morena y sus aliados lograron la mayoría en la Cámara de Diputados con el PRI y el Verde Ecologista de la mano.

Rubén Moreira subió a la tribuna e informó que la bancada priista apoyaría. Pensando “en las mujeres y hombres que han padecido la violencia”. Eso dijo.

Los legislador­es del partido de AMLO tuitearon en su cuenta: “¡Damos pasos firmes rumbo a la paz y la desmilitar­ización del país!”. Eso escribiero­n. Curioso uso de palabras.

Como el del proyecto mismo de decreto. Venden la idea de una Guardia Nacional “de carácter y dirección civil”, pero con un andamiaje que lo anula. Con una Junta de Jefes de Estado Mayor, además de estructura y cumplimien­to de responsabi­lidades y tareas militares.

Más bien, en la llamada Cuarta Transforma­ción avanza con paso firme el debilitami­ento de fuerzas civiles (propias de democracia­s) para abrir camino a las castrenses (caracterís­ticas de dictaduras y regímenes autoritari­os).

El Senado tiene la siguiente palabra.

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