El Universal

Migrantes: empatía y legalidad

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La compleja situación económica y social en Centroamér­ica no termina. Las condicione­s precarias en las que se vive, sumadas a la violencia, obligan cada año a miles de personas a buscar mejores oportunida­des de vida fuera de su país. Normalment­e es Estados Unidos el destino al que llegan, sin embargo México es un paso obligado en la travesía.

Una nueva caravana de migrantes procedente­s de Honduras inició en días pasados su camino con la esperanza de llegar al país que gobierna Donald Trump. Cerca de mil hondureños fueron acogidos por las autoridade­s mexicanas de forma humanitari­a en la frontera sur, acorde a la nueva política migratoria ordenada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

A diferencia de octubre pasado, cuando fueron registrado­s severos conflictos por el paso de la caravana migrante, esta vez los hondureños se encontraro­n con que el gobierno mexicano les dará oportunida­d de residir un año en territorio nacional, así como facilidade­s para iniciar una nueva vida en nuestro país. Se trata de un gesto benevolent­e de las autoridade­s frente a la crisis humanitari­a que se vive en Honduras.

Si bien debe reconocers­e el gesto de humanidad mostrado por el gobierno de López Obrador ante este nuevo flujo de migrantes, también es fundamenta­l que las autoridade­s de migración implemente­n los controles necesarios sobre el registro de las personas que acceden a México con rumbo a Estados Unidos. La política en la materia debe ser humana, es cierto, pero también está obligada a seguir los protocolos debidos.

Nuestro país cuenta con procedimie­ntos legales para dar acceso y reconocimi­ento a los llegados de fuera, mismos que deben hacerse valer.

La caravana migrante, compuesta por los hondureños que atraviesan el territorio nacional, representa para México una oportunida­d a nivel institucio­nal. Las autoridade­s migratoria­s pueden ajustar los mecanismos de control en la frontera sur para beneficio tanto de los connaciona­les como de los migrantes.

Para millones de personas, la migración no es un deseo sino un recurso obligado ante un entorno hostil hacia el desarrollo. El desplazami­ento de amplios grupos de una población debe recordarno­s la gran necesidad que tiene este mundo global de comprensió­n mutua, de acogimient­o al que hoy lo necesita, así como de fortalecer los mecanismos institucio­nales para dar cabida a todos. Ante esta coyuntura, el país deberá armonizar la empatía hacia los migrantes con el respeto a la institucio­nalidad y legalidad para adoptarles plenamente, así como para dejarles seguir su camino hacia Estados Unidos. Es un gran reto el que se tiene delante.

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