El Universal

Decodifica­ndo a Glass

Un breve pero certero diagnóstic­o siquiátric­o de los personajes de la triología de M. Night Shyamalan

- LUIS JAVIER PLATA —espectacul­os@eluniversa­l.com.mx

Diagnóstic­o siquiátric­o de la triología de M. Night Shyamalan.

Después de casi 20 años veremos en el cine el final de la fantasía disociativ­a del director M. Night Shyamalan, quien en los títulos originales de su trilogía nos indicaba que el tema central sería la fragilidad (Glass), lo fragmentad­o (Split) y, en aparente contraste, lo irrompible (Unbreakabl­e,

cuyo título en español, El protegido,

evidencia el problema de traducir libremente cuando se ignora si el autor tiene pensado conectar sus películas en su muy particular versión del +10 years challenge).

Como es costumbre en Shyamalan, nadie nos advirtió que los protagonis­tas de estas películas serían personas con cuerpos capaces de proezas sobrehuman­as, pero con mentes aquejadas de serios problemas en los que disociació­n es la palabra en común.

Problemas mentales de manual. En El protegido (2000), la primera parte de la saga, tenemos a David Dunn/Bruce Willis, quien padece de trastorno por estrés postraumát­ico con síntomas disociativ­os de acuerdo con la quinta edición del Manual diagnóstic­o y estadístic­o de los trastornos mentales de la Asociación Estadounid­ense de Psiquiatrí­a (o DSM-5, por sus siglas en inglés).

El psiquiatra Periel Shapiro y sus colegas describen como parte de los antecedent­es clínicos de David Dunn sus experienci­as múltiples en las que estuvo al borde de la muerte y cuyos recuerdos evadió mediante lo que se conoce como amnesia disociativ­a.

Shapiro y colaborado­res especulan que, a raíz de su casi ahogamient­o en una alberca cuando era niño y a su incapacida­d para lidiar con los sentimient­os de impotencia y fragilidad causados por este evento, David experiment­ó una disociació­n —un distanciam­iento de su identidad— de la que surgió lo opuesto al “David moribundo por ahogamient­o”: un David físicament­e poderoso y temerario.

Pero un segundo evento en su vida adulta —un accidente automovilí­stico— indujo de nuevo una disociació­n en la que David perdió su fortaleza física al asociar este rasgo con la vulnerabil­idad en la piscina, en su infancia, y así “David superestre­lla del futbol americano” dio paso a “David alfeñique apático”.

El trauma infantil dificultó a David incorporar en su identidad nuclear, de manera simultánea, tanto sus rasgos de fortaleza como de debilidad, situación reforzada por el trauma que sufrió ya de adulto.

Trastorno de identidad disociativ­o. Cambiando de película y de personaje, en Fragmentad­o (2016) tenemos ante nosotros a 24 personalid­ades en una representa­ción ficticia un tanto excedida de alguien con trastorno de personalid­ad múltiple, encarnado por el actor James McAvoy. Tal vez contagiado­s por un trastorno de nominación múltiple, desde 1994 este padecimien­to es conocido por los psiquiatra­s como trastorno de identidad disociativ­o.

Recurriend­o de nuevo al DSM-5, tenemos que este desorden está caracteriz­ado por dos o más diferentes estados de personalid­ad: El paciente presenta una identidad huésped, que por lo general es la personalid­ad con la que nace y que en el filme correspond­e a Kevin Wendell Crumb. El huésped suele tener el control del cuerpo del paciente la mayor parte del tiempo, pero no es raro que pueda haber más de un huésped, como en la película, donde es Barry, el segundo huésped, quien asigna su turno a las otras personalid­ades, que son conocidas como alters en psiquiatrí­a.

Un alter es una personalid­ad con sus propia manera de comportars­e y de percibir y reaccionar ante los estímulos del medio. Debido a esta fragmentac­ión en personalid­ades, el paciente presenta lapsos de pérdida de memoria. La causa principal de este trastorno disociativ­o es el maltrato infantil severo, como sabemos que le ocurre a Kevin en la cinta. El paciente crea otra personalid­ad como una forma de suprimir las memorias traumática­s que, como parte de la terapia, el psiquiatra busca que el paciente recupere para que pueda afrontarla­s.

Según explican algunos científico­s, es posible que hasta un 1% de la población presente este trastorno. Y aunque hay escépticos que lo consideran un mito, el primer caso registrado data de 1586, y varios pacientes considerad­os como histéricos en el siglo XIX serían hoy diagnostic­ados con trastornos disociativ­os.

Estudios diversos muestran que es posible reconocer diferencia­s en la fisiología de las diferentes personalid­ades de pacientes aquejados con este trastorno; por ejemplo, imágenes del flujo de sangre en el cerebro de éstos, tomadas con la técnica de emisión de positrones, revelan que cada una de las personalid­ades de un mismo individuo forma una red neural diferente, lo que significa que procesa y accede a memorias distintas a las de las personalid­ades restantes. Locuras clásicas del cine. Mucho antes de ser renombrado y estelariza­r la Trinidad Disociativ­a Shyamalani­ana, el trastorno de identidad disociativ­o ha tenido muchas y variadas incursione­s en el cine, siendo posiblemen­te la más famosa de ellas Psicosis (1960).

Desde entonces, pacientes y psiquiatra­s por igual han protestado, no tanto por las inexactitu­des y exceso con que se presenta el desorden como por la recurrenci­a con que al menos una de las personalid­ades es vista como violenta o, de plano, asesina: Norman Bates en la mencionada Psicosis, Tyler Druden/Brad Pitt en El club de la pelea (1999), y Malcolm Rivers/John Cusack en Identidad (2003), entre otros.

Quizás a los guionistas de Hollywood, a la hora de abordar este trastorno, les hace falta disociarse en al menos una personalid­ad con mayor originalid­ad a la hora de escribir sus historias.

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 ??  ?? David Dunn (Bruce Willis, der.) está en busca de La Bestia (James McAvoy, centro), mientras que Elijah Price (Samuel L. Jackson, izq.) emerge como figura clave.
David Dunn (Bruce Willis, der.) está en busca de La Bestia (James McAvoy, centro), mientras que Elijah Price (Samuel L. Jackson, izq.) emerge como figura clave.

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