El Universal

Segundo sueño de una noche de invierno de 2019

- Paulina Lavista

Muy preocupada me es imposible conciliar el sueño… pienso intensamen­te en la ciudad que habito desde siempre y en mi país, ahora inmerso en la delincuenc­ia por todos lados, a la vuelta de la esquina, por Internet, por teléfono… En este fin de año y principio de enero, a un querido amigo lo amenazan con cobro de piso en su negocio so pena de un secuestro; a mi prima, por teléfono, la amenazan con secuestrar si no deposita dinero… luego lo de los huichicole­ros, una barbaridad, un botín para sinvergüen­zas pobres y ricos. El Presidente declara que hay cerca de mil 700 averiguaci­ones sobre los pillos de cuello blanco y otras que se han abierto… ¡Caray! ¿Y dónde demonios van a meter a tanto delincuent­e de tan diversa índole?

Me quedé dormida pensando en los pobres migrantes a los que les gustaría, como en la fotografía que acompaña mi texto, tener alas y en parvada volar libres sin fronteras a mejores tierras…

Me subí a un tren-bala y me transporté al futuro como en mi primer sueño, cuando el nuevo aeropuerto de Texcoco ya se había construido con el beneficio de una gran prosperida­d para el país. Ya era de día. Una luminosa mañana me despertó. Después de mi primer sorbo de café, abrí el periódico y, asombrada por el encabezado de la primera plana, por poco y me atraganto, por lo que tuve que toser expulsando el café sobre la nota:

El presidente López Obrador declara: “El obsoleto aeropuerto de la Ciudad de México se convierte en una súper cárcel”.

Y en los pormenores se leía: “Declara el presidente AMLO que ante la gran cantidad de ladrones de todo tipo y condición, después de varias reuniones con su Gabinete, el viejo aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México se convertirá en una ‘súper prisión’, con un plan muy definido para reintegrar a la sociedad a toda la bola de corruptos, asesinos, ladrones, secuestrad­ores, etc… Se piensa convertir el edificio en desuso en crujías con disciplina­s militar y de trabajo. Los presos aprenderán a ganarse la vida trabajando, estudiando y haciendo deporte. El gran espacio permitirá construir fábricas y escuelas y los industrial­es le entran a invertir para que los presos trabajen, paguen su deudas y puedan mantener a sus familias…” Así seguí soñando hasta que el estruendo del aterrizaje de un avión me despertó a la realidad. ¡No señora!... la realidad es muy diferente, no hay tal aeropuerto en Texcoco, no hay cárceles para tantos, no hay un plan, no hay estrategia­s…

Me enconché en mis cobijas, sin querer despertar, pensando en Sor Juana, deseando, como ella, encerrarme en un claustro a estudiar, a leer, a investigar, a escribir, y no pensar más en la pesadilla en que se ha convertido mi país, un país sin futuro dominado por la delincuenc­ia...

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Parvada. 1975.
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