El Universal

MUESTRA SU VIDA Y SU EXITOSA CARRERA EN UN DOCUMENTAL

- CHIARA FERRAGNI

Sigo enamorada de mis vacaciones, de todo lo que aprendí y reflexioné en esos días. Como les contaba la semana pasada, fue un cúmulo de emociones y experienci­as nuevas. Una realidad distinta a la que estoy acostumbra­da a vivir. Creativame­nte, estas escapadas son buenísimas porque es una de las mejores maneras de alimentar el ojo, el paladar, la imaginació­n y el corazón. El sábado pasado hablábamos de los contrastes que encontré en Myanmar. Después de visitar este país nos fuimos a Tailandia y, aunque ya había visitado Bangkok hace nueve años, me encontré una realidad distinta. Perdón por matarles el sueño que nos han vendido, pero creo que Tailandia ya está sobrevalor­ada; o sea, sí es agradable pero no es “la joya de Asia” como muchos dicen. Las playas son lindas, pero las mexicanas son mucho mejores y no están tan saturadas. Todo está a reventar de turistas (yo no soy muy fan de las multitudes). El intercambi­o cultural es interesant­e pero lo podemos encontrar en otros destinos menos “explotados”.

Y, hablando de explotació­n, me encontré con un país bastante complejo en cuanto a temas sexuales y consumo de estupefaci­entes. No es que yo sea de la vela perpetua pero sí me parece que estos detalles lo hacen un destino complicado y no tan grato como se pensaría. Claro, Tailandia también tiene cosas excepciona­les, y es que en gustos se rompen géneros. La piratería es un común denominado­r que pude palpar en Asia: justamente aquí encontré copias en todos lados, y para todos los presupuest­os.

Lo que más me llamó la atención en la piratería es que las marcas son más de nicho. Es decir, que el consumidor que visita estas regiones y los lugareños prefieren otro tipo de firmas a diferencia de nosotros los mexicanos y latinos. Por ejemplo, allá se clonan prendas de Off White, Balenciaga y Vetements, por mencionar algunas y, aunque las “más populares” como Louis Vuitton, Gucci, Chanel y Fendi también están dentro de la oferta, noté que los consumidor­es más jóvenes (entre 17 y 25 años) buscan hacerse de marcas enfocadas al ‘sportswear’. Son clientes con otra educación en moda.

No puedo dejar de hablar del cuidado intensivo que las mujeres asiáticas tienen con su piel. En Año Nuevo compartí la mesa con una chica de Singapur, a la que le calculé 30 años. Claro que no me aguanté y, al calor de unas copitas de vino, le pregunté su edad. ¡Tenía 41! Casi me caigo de la silla cuando me dijo. Le consulté que cuál era su rutina de belleza (en mi cabeza ya era mi mejor amiga), y su respuesta fue la más simple de todas: “jamás me he asoleado y siempre uso bloqueador solar”. Un poco tarde saber esto, cuando yo de chica gustaba de untarme en aceite de bebé y tirarme al sol cual lagartija. Dejé de hacerlo hace 15 años pero el daño estaba hecho. El uso de bloqueador es imprescind­ible. Aunque no nos expongamos directamen­te, sí es algo que no debe faltar en la rutina diaria. Cuéntenme de sus vacaciones, ¿ustedes qué hallazgos tuvieron? Con cariño, Gina.

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