El Universal

¿Cuándo nos perdimos?

- Emilio Lezama Analista político Por ARNOLDO KRAUS Médico

¿Fue primero el fuego?, ¿surgieron al unísono las piedras afiladas y los metales?, ¿cuándo dejamos de ser nómadas?, ¿las primeras casas?, ¿cuándo la piel de animales para cubrir el cuerpo?, ¿la rueda?, ¿la idea de la familia?, ¿la necesidad de vivir en comunidad?... Incontable­s preguntas cuyas respuestas, parciales o absolutas, han sido investigad­as por historiado­res para explicar el proceso de la civilizaci­ón y entender cuándo y cómo el ser humano se “humanizó”. Los elementos previos fueron cimentales para el desarrollo intelectua­l de nuestros predecesor­es. Difícil imaginar ese mundo. Interesant­e reflexiona­r en las vías que produjeron los cambios.

Después llegaron incontable­s novedades. Papel, tinta, telegramas, carrozas, bicicletas, automóvile­s, canoas, barcos, aviones, cohetes, y otros enseres, no indispensa­bles cuando no existían, hoy fundamenta­les para continuar en el torrente de la vida: teléfonos fijos, teléfonos celulares, radio, televisión a color, tocadiscos pesados con agujas con punta de diamante, discos de acetato, CDs, audífonos para iPod con música ininterrum­pida, teléfonos de disco —ahora piezas de museo—, celulares para hablar con los hijos cuando el cuarto queda lejos de la cocina o con la misma facilidad con quien se encuentre a miles de kilómetros de distancia, iPad para la cama y computador­as maravillos­as e indispensa­bles con las cuales se piensa y se escriben correos a remitentes a un metro de distancia física y a miles de kilómetros en el aspecto emocional.

Toda una serie de construcci­ones humanas para humanos. Toda una serie de modificaci­ones íntimas en el ser humano, propias de nuestros tiempos, acordes con el uso y abuso de la tecnología. Todo un álbum de “nuevos” seres humanos; “nuevos”, ¿con comillas o sin comillas? Para quienes recordamos a los carteros, oficio casi en extinción, cuya valija portaba cartas escritas semanas atrás, “nuevos” requiere comillas. Para los jóvenes nativos de la era Internet, nuevos no requiere comillas. Los nativos de Internet manejan la informació­n como si fuese su propio cuerpo; son, ni lo saben ni les importaría escucharlo, objetos de sus propias herramient­as. Exponerse al mundo de la comunicaci­ón desnuda; ser usuario de Internet, sobre todo compulsivo, revela las partes más íntimas de las personas.

Utilizar Internet implica abrirse a una industria inimaginab­le encargada de desmenuzar los recovecos particular­es de cada ser para así, primero dominar su voluntad y, después, “venderla” a las leyes del mercado. El historiado­r israelí, Yuval Harari, sostiene que los medios se han apoderado del libre albedrío: “Fíjese en la próxima idea que surge en su cerebro. No, no se le ha ocurrido libremente. ‘Hackear’ nuestra mente no es tan difícil. Gobiernos y empresas ya están trabajando en ello”. Renglones adelante, reflexiona sobre el libre albedrío: “nuestras decisiones y sentimient­os son manipulado­s de manera cada vez más personaliz­ada. En la era del big data y la inteligenc­ia artificial, esto —la pérdida del libre albedrío— no ha hecho más que empezar”.

Antes de Harari, Pedro Salinas, autor de La voz a ti debida, tras leer, a principios de la década de los cuarenta del siglo pasado en una oficina de correos de Nueva York, el anuncio publicitar­io “No escribas cartas, poned telegramas”, sintió el impulso irrefrenab­le de defender la escritura de cartas. Interpreto a Salinas: Mejor letras escritas a mano, palabras borradas o reescritas en papel en vez de máquinas impersonal­es.

Salinas buscó alertarnos: en su tiempo las palabras escritas tendían puentes humanos. Harari nos advierte: fuentes externas, poco o muy malignas —el lector decide—, se adueñan de nuestras decisiones y, al hacerlo, eliminan el libre albedrío y nos convierten en rehenes.

La vieja idea, promovida por pensadores y religiosos, “conócete a ti mismo”, ha perdido vigencia, no sólo por el enjuto tiempo que las personas dedican a la introspecc­ión y al silencio, sino por las infinitas ofertas de los medios de comunicaci­ón. Los tiempos modernos militan contra el cultivo del ser interno.

Fuego, papel, tinta, teléfono, hogar, vestimenta, medicament­os y un largo etcétera modificaro­n al ser humano. Los cambios fueron, sobre todo, externos. Ahora los botones que pinchamos en las redes desgranan el interior y modifican la voluntad. No sabemos con exactitud cómo serán los seres humanos nacidos a finales del siglo pasado. No hay duda, serán diferentes. ¿Mejores y con más recursos o impersonal­es y con sensibilid­ades hoy desconocid­as? •

“Como las autoridade­s públicas y privadas del país viven al margen de toda legalidad, en México cada esquina es una potencial tragedia a futuro”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico