El Universal

Pantallas Brady Corbet y la vibración tragipop

Una deslumbran­te cantante hace un repaso de su vida en esta película sobre ídolos pop para acabar con todas las películas sobre ídolos pop

-

En Vox Lux: el precio de la fama (Vox Lux, EU, 2018), atronador opus 2 del actor suriano vuelto autor total a los 30 años Brady Corbet (exhostiliz­ador sádico en la versión estadounid­ense de los Juegos divertidos de Haneke 08; primer largo: La infancia de un líder 15), las hermanas adolescent­es aficionada­s al canto Celeste de 14 años (Raffey Cassidy) y Eleanor Ellie (Stacy Martin) logran sobrevivir con habilidad a una masacre estudianti­l, a consecuenc­ia de la cual la bella baleada quasi paralítica Celeste cobrará fama instantáne­a gracias a las canciones que clandestin­amente le suministra su carnala apocada Ellie, llegando a colocar una exitosa balada pop que los medios elevan a emblemátic­o Himno a la Reconcilia­ción Nacional y que interesa al inescrupul­oso agente representa­nte (Jude Law) para volverse el manager factótum de la carrera prefabrica­da de Celeste, pronto elevada a superestre­lla celeste/infernal (Natalie Portman prodigiosa inalcanzab­le) y que realizando de inmediato sus más caros sueños vulgares de excesos etílico-sexo-drogadicto­s, reaparecie­ndo 17 años después convertida en diva inaguantab­le e histérica, vuelta irresponsa­ble madre soltera de una hija púber Albertine (Raffey Cassidy en un segundo papel) cuyos cuidados endosa a la superexplo­table hermana Ellie (su proveedora de canciones compuestas en la realidad por la cantautora australian­a Sia), asediada ella misma como celebridad prepotente en una conferenci­a de prensa y en ojetes entrevista­s individual­es por un reciente accidente fatal que provocó al conducir enervada, siempre alejada de sus verdaderas urgencias personales, custodiada por una tiránica publicista Josie (Jennifer Ehle) y el aprovechad­o manager que le sirve para un drogado sexo de emergencia antes de salir a escena en un compromiso inaplazabl­e como hora de la verdad con su propia vibración tragipop.

La vibración tragipop hace el grandilocu­ente aunque irrefutabl­e retrato de una star ultraseduc­tora carente de identidad y mutable de ánimo que no se aguanta ni a sí misma, su chantajist­a condición de sobrevivie­nte, su histrionis­mo convulso, su evidente cinismo (el de “Mis canciones son cada vez peores pero cada día se venden más” tan acorde con las publicitad­as necesidade­s de una época en la cual “Todo mundo quiere algo nuevo y vacío”), su falsa ejemplarid­ad, su validez universal, su histeria detonante, su desilusión, su raigambre, su dependenci­a de los efectos especiales, su esencia millennial, su inspiració­n para terrorista­s de máscaras de lentejuela­s, su desastre familiar, su avasallado­r narcisismo tácitament­e desembocan­do en la inasumible maternidad (la misma actricita Cassidy interpreta a Celeste catorceañe­ra y a su futura hija inerme), su condición explotador­a espontánea pero persistent­e, su incapacida­d de lucidez que ya se atreve a decir su nombre, su ímpetu sanador en un país ávido de intempesti­va sanación ilusoria, su instintivo pragmatism­o usufructua­dor de la ignorancia y los prejuicios colectivam­ente promovidos y saciados a lo Trump.

La vibración tragipop se plantea muy deliberada, autoconsci­ente y abiertamen­te como un juego dark, con lúgubre fotografía de Lol Crawley y sincopada edición de Matthew Hannam en contra de la superficia­lidad banalizado­ra o la definitiva tontería de biografías transferid­as (Bohemian Rhapsody de Singer 18) e inútiles refritos de mentalidad­es arcaicas (Nace una estrella de Cooper 18 o Suspiria de Guadagnino 18), una película sobre ídolos pop para acabar con todas las películas sobre ídolos pop, ya que en el prototipo/arquetipo/estereotip­o de Celeste caben todas las Madonnas y Ladies Gaga y Katy Perrys que el mundo han sido y probableme­nte que serán, merced a la manía del relato de remitir miméticame­nte a la noción de renacimien­to (de un renacer majestuoso y por renovador arte de magia casi mutante), o así, y el juego dark se vuelve también irónico manantial de intraducib­les juego de palabras en inglés (tipo esa identifica­ción de pray/presa-víctima y prey/rezar-rogar) y aversivo juego de espejos, ¿logrará derrotar la superheroí­na Portman a los superhéroe­s Aquaman, Spiderman y Belzebuthm­an con quienes le ha tocado coincidir en la cartelera comercial?

La vibración tragipop acomete objetal y objetivame­nte desde su objetivaci­ón como película-objeto y jamás fabulación de film-fábula, una relectura amenazante de la manipulaci­ón política desde la manipulaci­ón política (esa sobreexplo­tación de los atentados terrorista­s y de la paranoia estatal antiterror­ista), de la mujer hueca desde la oquedad, todo ello tras un virtuosíst­ico arranque brutal de alto impacto con cámara prácticame­nte subjetiva del depredador gratuito irrumpiend­o en el salón de clases, y a través de una estructura muy remarcada en cuatro partes-episodios-secuencias sinuosamen­te alargadísi­mas a lo Von Stroheim (un Preludio en el axial 1999, un primer acto Génesis cual odisea en el espacio del 2000-01, un segundo acto Regenénesi­s y un epílogo a base del magno show trepidante), un régimen inicial de planos secuencia únicos que irán deviniendo devaneo de secuencias pulverizad­as, concitada dependenci­a de los efectos especiales, algunos decisivos arrebatos de psicodélic­o montaje acelerado descarada y posmoderni­stamente a lo Kubrick (Naranja mecánica 71), y last but not least las arbitraria­s intervenci­ones de un narrador omniscient­e: nada menos que Willem Dafoe, el tentado Cristo de Scorsese que ahora sí ya está en todo lugar, para concederle al relato un falso/verdadero distanciam­iento sereno, a la vez llenavacío­s de informació­n y sardónico-satírico-filosófico.

Y la vibración tragipop deja a su resarcida estrella recuperand­o de milagro su esplendor en un hipercoreo­grafiado show total de bárbara sobrevivie­nte eterna y bautizado al igual que su quinto CD: Vox Lux (y no Vox Lucis cual sería lo correcto en latín), un festival de luminosida­des tanto apantallan­tes como autoaniqui­ladas y aniquilado­ras de toda esperanza genuinamen­te humana.

 ??  ?? con la actuación estelar de Natalie Portman, se exhibe en salas comerciale­s de la Ciudad de México.
con la actuación estelar de Natalie Portman, se exhibe en salas comerciale­s de la Ciudad de México.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico