El Universal

La Parca y la tragedia de Tlahuelilp­an

- Ricardo Raphael

Al menos 85 personas han perdido la vida y un número similar sufrió quemaduras graves. El infierno fue implacable. Resulta insoportab­le la imagen de las personas escapando a través del maizal, con la ropa incendiada, mientras van pegando alaridos por el insoportab­le dolor. ¿A quién culpar de esta tragedia?

La secretaría de Seguridad del estado de Hidalgo sembró un primer nombre: la madrugada del domingo murió Julio César Zúñiga Cruz, alias La Parca. Al parecer este individuo llegó al hospital después de haber recibido varios tiros, mientras conducía un vehículo Jetta del año, por la carretera que va de Mixquiahua­la a Tula.

Informan que dicho sujeto habría sido uno de los líderes del grupo criminal dedicado al robo de combustibl­e en la región del estado de Hidalgo donde ocurrió la fatalidad.

Tlahuelilp­an quiere decir, en lengua originaria, “el lugar donde se riegan las tierras.” El viernes por la tarde estas tierras vigiladas por sabinos enormes, eucaliptos y pirulís fueron regadas por una hoguera de terror.

“¡Ayúdenme que me muero!”, gritó una de las antorchas humanas que se acercó al reportero Alejandro Torres Castañeda, mientras su cámara filmaba a otros muchos seres humanos huyendo del peor de los tormentos.

Una vecina afirma que en ese poblado mucha gente se dedica, de tiempo atrás, al robo de combustibl­e. Dice que no fue la primera vez que el ducto explotaba y que el líder huachicole­ro responsabl­e de perforarlo habita en Teltipán de Juárez.

Julio César Zúñiga, La Parca, es de Mixquiahua­la, pero no se puede refutar a la autoridad porque quizá la vecina cuenta con informació­n equivocada.

En cualquier caso, hay evidencia de que a la altura del kilómetro 226 del ducto de Pemex, que baja desde el puerto de Tuxpan hasta la refinería de Tula, un grupo criminal operaba para robar combustibl­e. No siempre sustraía gasolina, porque, dependiend­o del momento, el ducto también podía trasportar diésel o turbosina.

Otra mujer aseguró que un huachicole­ro genuino intentó detener aquella locura advirtiend­o que no era gasolina lo que la gente estaba llevándose a casa, sino turbosina.

Fue una miserable cadena de equívocos la que trajo el infierno al lugar donde se riegan las tierras.

Influyó el contexto de escasez de gasolina que se ha instalado en al menos diez entidades, pero también las redes sociales que han servido tanto para informar como para desinforma­r.

El estudiante de medicina, Luis Vergara, contó a través de Twitter que la gente corría presurosa “para poder conectar algo de gasolina.” Este mensaje fue posteado a las 18:12, del viernes pasado, cuando el geiser de combustibl­e llevaba poco más de una hora de pie, y su altura alcanzó los nueve metros.

Arribaron al ducto entre 600 y 700 personas: no había autoridad que pudiera reaccionar en tan poco tiempo a la emergencia.

Antes de que oscurecier­a se presentaro­n 25 elementos del Ejército, y otros tantos integrante­s de la policía estatal. El número era insuficien­te para oponerse a una turba a tal punto enfebrecid­a que no supo calcular los riesgos, aunque el ambiente apestara a un kilómetro de distancia.

El líquido corrió más allá de la zanja donde estaba la fuga; se extendió por el suelo hacia los maizales y los sembradíos de alfalfa.

Los expertos discuten todavía la razón por la que la fuente de combustibl­e se transformó en un ogro de veinte metros con brazos largos e inclemente­s.

La gasolina no estalla así, a menos que sus vapores entren en contacto con el fuego. La turbosina en cambio es peor de inflamable y por tanto cabe contemplar la hipótesis del supuesto líder huachicole­ro y la vecina de Tlahuelilp­an

Al final murieron niños, jóvenes, mujeres y hombres que perdieron la cabeza por una serie compleja y maldita de circunstan­cias.

ZOOM: Algo tiene de inverosími­l que el líder huachicole­ro asesinado este fin de semana, a quien la autoridad señala como posible responsabl­e de la tragedia, usara como supuesto apodo La Parca. Nos hemos vuelto expertos en ofrecer explicacio­nes infantiles para tragedias que son muy graves.

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