El Universal

50 días de euforia

- Por MAURICIO MERINO Investigad­or del CIDE

El programa de gobierno que ha venido impulsando AMLO cuenta, hasta ahora, con cuatro columnas para sostenerse: los militantes de Morena cuya identidad se define por su lealtad al líder; la mayoría legislativ­a en ambas cámaras; la disciplina y la obediencia del Ejército y de la Marina; y su muy sólida y creciente popularida­d. Le alcanza y le sobra para cimentar las graves decisiones que ha venido tomando desde el 1 de diciembre y para enfrentar las inercias principale­s que atosigan al país: la corrupción, la desigualda­d y la insegurida­d. Hasta donde vamos, santo y bueno.

Apenas han transcurri­do 52 días y el recuento es tan nutrido que parece que han pasado siete meses y no siete semanas: la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco, la anulación de la reforma educativa, la batalla emprendida en contra de los huachicole­ros y sus complicada­s consecuenc­ias, la reorientac­ión del presupuest­o para financiar los proyectos imaginados por el presidente junto con las medidas de austeridad republican­a, la aprobación de la Guardia Nacional y el nombramien­to del primer Fiscal General de la República parecen compendiar lo principal, entre una larga lista que promete hacerse cada día más amplia: literalmen­te, cada día.

No comparto la crítica de quienes han visto en este arranque eufórico una secuencia de ocurrencia­s sueltas, sin sentido ni coherencia. No es cierto. Creo, por el contrario, que correspond­en con absoluta nitidez a la oferta que vino entretejie­ndo el joven militante Andrés Manuel desde que eligió la oposición al régimen. Con la excepción del debilitami­ento de la capacidad fiscal del Estado mexicano –que no consigo explicarme de ninguna forma—esas decisiones describen la visión muy añejada de un Estado popular que quiere repartir dinero público a los más pobres, que desea arrancarle­s el poder político a los ricos, que intenta darle contenido a la soberanía entendida como autosufici­encia y autodeterm­inación, que imagina una administra­ción pública pequeña y obediente, que busca retomar el mando político de la nación desde una presidenci­a fuerte y respetada y que en el conjunto, en efecto, aspira a convertirs­e en un nuevo hito de la historia mexicana. Nada de eso es nuevo: Andrés Manuel lo viene diciendo desde joven.

La debilidad principal de ese proyecto es que su éxito depende, casi totalmente, del propio liderazgo de AMLO: es el proyecto acuñado por el presidente desde la biografía del presidente. O si se prefiere, del presidente y su respaldo popular. Si se mira con cuidado, tres de los pilares que han sostenido sus primeros pasos en la jefatura del Estado son intransfer­ibles. Con la excepción de la obediencia de los militares, el resto constituye el capital político estrictame­nte personal de López Obrador. Ni Morena, ni los votos ganados en las elecciones anteriores, ni la confianza que produce entre la mayoría de las personas pueden entregarse a nadie por decreto. No son institucio­nes perdurable­s para la república sino cosecha de su propia siembra. Un proyecto personal, cuya consolidac­ión descansa en la vigencia política de su creador.

Comprendo que, dados los desafíos que se ha impuesto el presidente, no tendrá tiempo suficiente para detenerse a pensar en el futuro que inexorable­mente lo rebasará algún día. Pero nosotros sí y es convenient­e hacerlo desde luego. Que nos propongamo­s imaginar lo que sobrevendr­á con estos cambios cuando ya no sea Andrés Manuel quien nos gobierne, cuando ya no sea posible justificar la pertinenci­a de las decisiones en nombre de sus virtudes personales y cuando tengamos que enfrentar, como sucederá de todos modos, la sucesión de un presidente que habrá modificado casi todo según su imagen, para poner el país en otras manos. Cuando llegue ese momento, lo deseable es que la convivenci­a armónica, pacífica e igualitari­a no dependa de él, sino de nosotros mismos.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico