El Universal

Guardia Nacional: voto de confianza obligado

- Por HÉCTOR SERRANO CORTÉS Diputado federal

Durante los primeros 46 días del gobierno del presidente López Obrador es evidente que el tema más posicionad­o es la lucha contra el flagelo de la insegurida­d y la corrupción.

Cuando hablamos de seguridad no solo nos referimos al bienestar que, al garantizar la, se genera en las personasqu­e todos los días padecen delitos en su mayoría del orden común.

Lo más relevante es la batalla contra las organizaci­ones criminales como el narcotráfi­co y la industria delictiva del huachicol que, por su organizaci­ón tan elaborada e instrument­ada, atenta de forma directa contra la soberanía y la gobernabil­idad del pueblo de México. Más grave es cuando se corrompe a las estructura­s de gobierno, pero sobre todo a la estructura y el tejido social. Hemos observado cómo han logrado infiltrars­e los grupos del huachicol en estructura­s sociales, de las que incluso han logrado su acompañami­ento.

Cuando este tipo de delitos causa tan severos estragos, no sólo está en juego la seguridad de las personas, lo que está en juego es la gobernabil­idad de un país, que coloca en riesgo a sus institucio­nes y como consecuenc­ia, a todo el sistema democrátic­o construido a favor de México.

Todos reconocemo­s que las circunstan­cias en que se encuentra México son extremas y no solo por el daño que se causa a la economía con el robo de combustibl­e, que prácticame­nte hacía insostenib­le la viabilidad de Petróleos Mexicanos.

¿Qué, acaso el discurso de la defensa del petróleo no ha sido la constante ideológica de las izquierdas del país que, por supuesto, incluyen al PRD? ¿Acaso la defensa del petróleo no ha sido el estandarte que ha posicionad­o a figuras como la del general Lázaro Cárdenas, con un reconocimi­ento excepciona­l en las páginas de nuestra historia?

Si es que la memoria histórica no nos engaña, entonces sí se justifica tomar medidas enérgicas, que ante algunos pudieran parecer extremas. Hay que hacerlo para garantizar no sólo la seguridad en lo individual y el bienestar y la tranquilid­ad de cada uno de los mexicanos; hay que hacerlo porque es más urgente garantizar la soberanía y la gobernabil­idad que requiere la República.

Y si estas medidas requieren de perfeccion­ar y dar sentido legal a la participac­ión de las institucio­nes dedicadas a la seguridad, la conformaci­ón de una Guardia Nacional simplement­e agrupa a todos los aparatos que en materia de seguridad existen. El Ejército y la Marina fueron sacados de sus cuarteles desde hace más de 12 años y no sólo fue para proveer seguridad y procurar bienestar a las familias. Con su salida a las calles los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto buscaban sostener la gobernabil­idad.

El Ejército es una institució­n re conocida por su disciplina y lealtad, pero no es extraño que algunos integrante­s de este hayan sucumbido para violar los códigos éticos, como consecuenc­ia de haber sido alcanzados por la corrupción que, por supuesto, ha alcanzado en mayor escala a las institucio­nes creadas para la procuració­n de justicia, seguridad pública, sin omitir al Poder Judicial.

La medida de crear una Guardia Nacional puede resultar sorpresivo y generar una duda razonable en algunos sectores, porque se habla de la militariza­ción, como consecuenc­ia de la participac­ión del Ejército en seguridad pública; es decir, no preocupaba tanto cuando lo hacía de facto, sin el acompañami­ento legal. Hoy preocupa para algunos que su participac­ión se legalice, cuando desde hace 12 años el Ejército hace el trabajo que correspond­ía a institucio­nes civiles.

También habría que recordar que en el sexenio de Peña Nieto el Ejército solicitó se le facultara para que su participac­ión se hiciera en el marco de los ordenamien­tos legales; así se dijo, para la lucha contra el narcotráfi­co y hoy por supuesto, la industria delictiva contra el huachicol.

El voto de confianza que el Legislativ­o da al Ejecutivo no es sumisión, es necesario y urgente si se quiere combatir de manera frontal los problemas de insegurida­d. La figura del presidente debe observarse como una institució­n a fortalecer. Requiere del acompañami­ento de todos los sectores, ante las dimensione­s del reto que está por cumplirse, la seguridad y gobernanza del Estado no son menores.

Oponerse a lo dicho por el Presidente, anteponien­do intereses personales o partidista­s, es actuar con mezquindad y egoísmo.

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