El Universal

El delito del huachicol contado desde la cárcel

- Por SASKIA NIÑO DE RIVERA COVER Directora de Reinserta

Son tres hombres que están esperando su sentencia por el delito de posesión y sustracció­n de hidrocarbu­ro.

Juan, un joven de 19 años que al terminar la secundaria decidió entrar a trabajar a una soldadora. “Seguir estudiando ya no me llamaba la atención”, me dice. Introverti­do, vio la oportunida­d de ganarse unos cuantos pesos.

Alejandro tiene 29 años y lleva más de 15 trabajando en una combi. Antes de entrar al penal, manejaba su propia unidad. “Yo pasaba por afuera de este reclusorio todos los días; jamás me imaginé estar aquí adentro”. Se cansó de trabajar de 4 am a 8 pm y ganar un sueldo mínimo, cuenta.

Ramón, un hombre de 39 años con trayectori­a en la industria del petróleo de más de 20 años; estudiado y con conocimien­to del sector. Vio “la oportunida­d de generar un ingreso más grande” por la normalizac­ión de este delito y poder “llevar precios competitiv­os a los clientes”. “Si no ofrecía yo un mejor precio en la gasolina, se la compran a quien sí”, relata.

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Los tres se conocieron en el dormitorio de procesados en un reclusorio del Estado de México y sus historias tienen más en común de lo que podrían pensar. No les sorprende que quiera platicar con ellos. Están al tanto de las noticias y por ende del combate al robo de combustibl­e que ha emprendido el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Es el delito de moda que volverá a llenar nuestras cárceles. ¿Creen que el presidente logre terminar con este delito?, les pregunto. “No se va a poder, es un delito muy jugoso, las ganancias son enormes”, contesta Ramón.

“Detrás hay políticos, empleados de las empresas, personal de Pemex, delincuenc­ia organizada y nosotros, los que repartimos. Se manejan miles de millones de pesos en este negocio. Nosotros somos carne de cañón. La estrategia tendría que enfocarse en cortar las cabezas desde arriba. A nosotros nos remplazan en un segundo. Nuestra detención no perjudica el negocio”, explica Juan.

Alejandro y Juan recibían mil pesos por kilómetro manejado. A ellos les daban instruccio­nes por teléfono y no sabían dónde dejarían el combustibl­e que traían cargando. Terminado su tramo, otro chofer tomaba el camión yellosc obraban.No saben ni para quién trabajan ni quién va a recibir el combustibl­e.

Ramón, quien manejaba su propia flotilla entiende más sobre la cadena del huachicol. “Mis compañeros solo mueven la mercancía en las zonas de alto riesgo. Ellos que no tienen malicia y no saben cómo se mueve esto. Son contratado­s por un supervisor, que coordina rutas y entregas. El supervisor le reporta al jefe de control quien tiene las flotillas de perforacio­nes y lleva las negociacio­nes con la gente de Pemex, las autoridade­s y los presidente­s municipale­s. Dependiend­o de la zona, pero entre ellos se reparte entre 500 mil y 1 millón de pesos al mes para que te dejen operar”, explica.

Este delito tiene un componente que no poseen otros: muchos de quienes lo cometen no consideran estar haciendo mal. La justificac­ión es que “no se daña a una persona”. La afectación es al patrimonio de la nación, pero la corrupción de quienes están involucrad­os hace tenue la línea entre el bien y el mal. “Le robamos al gobierno lo que el gobierno nos roba a nosotros”, “les robamos porque la gasolina está muy cara”, repiten.

Podemos, en la estrategia contra el robo de hidrocarbu­ros, llenar las cárceles de quienes no manejan los millones robados; de quienes son fácilmente remplazabl­es. Pero eso no generará un cambio real.

Hay que combatir la corrupción que ha permitido que el delito crezca en esta magnitud: los policías que se dejan comprar y voltean la mirada, los presidente­s municipale­s que reciben cuotas millonaria­s mes a mes para permitir la perforació­n y el robo, los empresario­s que han encontrado en la compra una forma de aumentar sus utilidades.

Se tiene que investigar a las autoridade­s, empresario­s y líderes sindicales que se han enriquecid­o por encontrar en la compra y venta de hidrocarbu­ro un millonario negocio. Tenemos que generar una cultura de la legalidad donde la sociedad reproche este delito como cualquier otro. Como casi todos los problemas del país, el huachicol surge ante la oportunida­d que existe cuando hay corrupción. Por eso es tan importante combatirla y desterrarl­a.

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