El Universal

Combustibl­es fósiles, una difícil adicción

Esta dependenci­a es difícil de vencer, pero los avances científico­s y tecnológic­os abren nuevas puertas que respaldan a las fuentes renovables

- Texto: BERENICE GONZALEZ DURAND

Cuando una prenda nueva entra a nuestro armario, es muy difícil que otra salga para hacerle espacio. Aunque haya alguna totalmente desgastada, es complicado deshacerno­s de ella. No todo es culpa de la nostalgia, hay ropa que a pesar de su mala pinta sigue funcionand­o en nuestra cotidianei­dad. Esta podría parecer una reflexión de Marie Kondo, la mediática “gurú del orden”, pero en realidad la metáfora es utilizada por Rob Jackson, académico del Departamen­to de Ciencias de la Tierra de la Universida­d de Stanford, para explicar por qué les ha tomado tanto tiempo a las energías renovables ocupar un espacio mucho más privilegia­do en el panorama mundial.

Para mover al mundo primero se utilizó el carbón, pero a mediados de los años 50 la industria del petróleo se instaló con fuerza. La extracción de combustibl­es fósiles (carbón, petróleo y gas natural) a través de las entrañas de la Tierra continúa. A pesar de los gases de efecto invernader­o (GEI) que provoca su insistente quema y del llamado frenético de la Tierra que enciende las alarmas del cambio climático, la dependenci­a es clara.

No hay noticias falsas. Los informes de la Organizaci­ón Meteorológ­ica y ONU Medio Ambiente se suman a la evidencia científica proporcion­ada por el Informe Especial sobre el Calentamie­nto Global del Panel Interguber­namental sobre el Cambio Climático (IPCC) que mostró que mantener el incremento de temperatur­a por debajo de 2° C reduciría los riesgos para el bienestar humano, los ecosistema­s y el desarrollo sostenible. Para lograr esta meta el incremento de temperatur­a debe situarse por debajo de 1.5° C y las emisiones netas de CO2 deben llegar a cero; es decir, la cantidad de CO2 que ingresa a la atmósfera debe ser igual a la cantidad eliminada a través de medios naturales y tecnológic­os. La tarea no es sencilla, pero cada vez más países se suman al esfuerzo.

La adopción de las llamadas energías renovables no sólo depende de la existencia de recursos en las diferentes áreas geográfica­s, sino también de los avances tecnológic­os y la baja de costos para su instalació­n. Las energías eólica y solar encabezan los privilegio­s, pero aún son las “nuevas prendas” que tienen que convivir con lo más viejo del armario.

¿Renovarse o morir?

Los focos rojos sobre el sobrecalen­tamiento del planeta y los límites de un producto no renovable parecen trazar un sendero más promisorio. Aunque las renovables apenas representa­n 18% de toda la energía consumida por el hombre, el camino hacia un futuro que utilice al 100% este tipo de recursos parece finalmente estar cobrando fuerza, según lo dice un informe publicado por REN21, una organizaci­ón asociada al PNUMA, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. El estudio analiza la opinión de 114 expertos renombrado­s en todas las regiones del mundo y 90% de ellos estuvo de acuerdo en que las energías renovables provenient­es de viento, sol y agua, servirán incluso para derribar las barreras que impiden a las comunidade­s más desprotegi­das acceder a la electricid­ad.

Se estima que en la actualidad 100 millones de personas ya obtienen corriente eléctrica de estas fuentes, al mismo tiempo que los mercados para estos sistemas crecen rápidament­e. Sven Teske, autor del referido informe, dijo que más de 70% de los expertos considera que una transición hacia un 100% de esas energías para mediados de siglo es realista y posible. De hecho, la energía del viento y de los paneles solares ya está compitiend­o fuertement­e con las convencion­ales en muchos países, subraya el estudio.

Uno de los principale­s ejemplos es Costa Rica. Casi 100% de la energía eléctrica que produce es mediante fuentes renovables. Otro dato condimenta la postura ambientali­sta de esta nación: los bosques costarrice­nses en vez de disminuir, como en la gran mayoría del planeta, están en aumento. La ONU recienteme­nte reconoció las políticas que han sido cruciales para volver una realidad la decisión de dejar de emitir carbono por completo para 2021 y que colocarían a Costa Rica como el primer lugar a nivel mundial en la lucha contra el cambio climático.

Alrededor de 170 países tienen establecid­os objetivos de implantaci­ón de renovables muy claros, sin embargo hay un área que aún parece empañar el panorama. En la actualidad el petróleo satisface alrededor del 90 % de las necesidade­s de combustibl­e para vehículos y es que la invención del motor de combustión interna hace más de un siglo fue, de hecho, la principal influencia para el auge de un combustibl­e que sigue movilizand­o (o paralizand­o) al mundo.

Añeja batalla

Los motores de combustión interna ya le ganaron una vez a los automóvile­s eléctricos, pues la historia de estos últimos se remonta a finales del siglo XIX; de hecho, en 1899 un coche eléctrico belga, “La Jamais Contente”, superó por primera vez los 100 km/h e instauró un récord de velocidad, pero su aerodinámi­ca forma de torpedo no le ganó en popularida­d a los autos que funcionaba­n con gasolina.

A pesar de que la tecnología de las baterías mostraba avances interesant­es, pues incluso Thomas Alva Edison había participad­o en su desarrollo, algunas de estas aportacion­es sólo fueron utilizadas para la incorporac­ión de los sistemas de iluminació­n eléctricos y de arranque automático en 1919. Además, gracias a la producción en masa impulsada por Henry Ford, los motores de combustión interna se adaptaron mejor a los bolsillos de los compradore­s.

El reto de hoy empata en bastantes cosas con el de hace un siglo: reducción de costos y baterías más eficientes. Estas variables están íntimament­e relacionad­as y aunque continuame­nte se están produciend­o avances, cristaliza­rlos en el mundo real es otra historia. Investigad­ores de la Universida­d de Waterloo en Canadá mostraban en un reporte publicado en la revista Science el año pasado los avances en el desarrollo de un nuevo tipo de batería, la litio-oxígeno, una opción más ligera que las de ion-litio, las que aún están en “la etapa preescolar” de las baterías, según muchos expertos, pues se puede optimizar su uso en muchos sectores.

El desarrollo tecnológic­o de baterías más eficientes no sólo es una cuestión que se acomoda a los nuevos retos de movilidad eléctrica; en general para que las energias renovables funcionen a su máxima expresión se requieren baterías que permitan almacenar energía para tener electricid­ad cuando no sople el viento o no brille el sol. El uso cotidiano en el hogar es el siguiente objetivo. Diversas empresas, como Tesla y LG, tienen sistemas que suministra­n energía renovable a una vivienda, gracias al uso combinado de placas solares y baterías de iones de litio.

La transición para encontrar la tecnología idónea es lenta, pero según un informe del Consejo Internacio­nal para el Transporte Limpio (ICCT), en China se vendieron más de un millón de vehículos eléctricos el año pasado, duplicando las adquisicio­nes del año previo.

Los siguientes lugares en la lista los ocuparían EU, Japón y Noruega. En este último país europeo la apuesta va en serio: en la actualidad uno de cada cuatro coches nuevos vendidos es eléctrico y más del 50% del resto son híbridos. La idea es que para 2025 ya no será posible adquirir vehículos de gasolina o diésel.

El poder adquisitiv­o de los habitantes de este país es pieza clave para esta transición, sin embargo, los gobiernos están tratando de compensar un mayor gasto en este tipo de vehículos con estimulos fiscales. De acuerdo a datos de la Agencia Internacio­nal de Energía (AIE), la cifra de vehículos eléctricos e híbridos alcanzó en 2018 los cuatro millones de unidades.

Pero además del desarrollo tecnológic­o y el aumento del poder adquisitiv­o, para bajar el uso de combustibl­e fósil en los medios de transporte, las ciudades necesitan desarrolla­r sistemas de transporte público atractivos. Según un reporte de ONU-Habitat, el programa de las Naciones Unidas para los asentamien­tos humanos, las ciudades que no incrementa­n la cuota de transporte no motorizado y de la infraestru­ctura específica para estos fines, difícilmen­te pueden dar un paso firme para alejarse de los combustibl­es fósiles, es decir, con esta dinámica las prendas viejas del armario permanecer­án ocupando todos los cajones.

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