El Universal

Saúl corrió para ayudar y ahora pelea por su vida

• El día de la explosión apoyó a las víctimas; él también resultó quemado

- DINORATH MOTA Correspons­al —nacion@eluniversa­l.com.mx

Pachuca, Hgo.— Saúl Pedraza corrió con fuerza hacia las llamas. Quería ayudar a decenas de personas que salían corriendo de la explosión provocada por una toma clandestin­a en Tlahuelilp­an. La adrenalina lo invadió y olvidó el dolor. También se estaba quemando. Hoy se debate entre la vida y la muerte.

El pasado viernes, Saúl, de 39 años, veía a lo lejos cómo los vecinos tomaban “gasolina gratis” derramada por canales en un sembradío de alfalfa cuando vino una explosión que hasta ayer había matado a 91 personas. No escapó. Corrió a ayudar. En el Hospital General de Pachuca, un grupo de mujeres está sentado afuera de la sala de urgencias. En el rostro llevan el cansancio en espera de noticias de su hermano, esposo y padre.

Pachuca, Hgo.— En el Hospital General de Pachuca un grupo de mujeres están sentadas afuera de la sala de urgencias. En el rostro llevan el cansancio de cuatro días en los que han esperado noticias de Saúl, su hermano, esposo y padre.

Saúl fue una de las víctimas del siniestro y hoy lucha por su vida. El fuego abrasó y dañó severament­e su cuerpo, luego de que tratara de ayudar a quienes fueron en busca de “gasolina gratis”, como dice la gente del pueblo.

Este hombre, de 39 años de edad, no fue por combustibl­e; entró al lugar del siniestro para ayudar a los cientos de personas que se quemaban por la explosión del ducto. Por la adrenalina, Saúl no notó que el fuego también lo había alcanzado. En su casa lo esperan sus tres hijos, uno de 15 años, uno de 10 y un bebé de tan sólo dos años de edad.

La noche de la explosión él estaba en el campo de alfalfa, su intención no era la del resto, no llevaba galones, garrafones o tambos en las manos.

Ahora, el pronóstico es poco alentador, dice Leonor Pedraza, su hermana. Saúl está considerad­o un “gran quemado”, un herido con lesiones internas y externas.

Según recuerda la mujer, el día del siniestro Saúl se dirigía a su casa, ubicada en la comunidad de Teltipan, por lo que su camino obligado era precisamen­te la zona donde se registró la explosión.

Pero Saúl, de 39 años, no está solo, tiene una familia grande, numerosa: en total son nueve hermanos y ellos se turnan para estar en el hospital en Pachuca, el cual queda a hora y media de su comunidad. El resto de la familia debe estar al pendiente de los niños.

Las otras víctimas. Aquí viene la parte difícil, la tragedia de Tlahuelilp­an tiene otro rostro: los hijos de las víctimas, niños y adolescent­es que hoy están huérfanos o a la deriva. Los padres de estos pequeños perdieron la vida o están en los hospitales, ellos forman la otra estadístic­a, la que dejó la explosión del ducto en San Primitivo.

Los nombres de los hijos de Saúl son ficticios, el respeto a su dolor así lo dicta. Jorge es el de 15 años; él, dice Leonor, se puso muy mal al enterarse de la situación de su padre, llora y grita.

Pensar en los más pequeños hace un nudo en la garganta y una incógnita en el corazón. ¿Cómo explicar la muerte a un niño? José, de 10 años, conoce que su padre fue víctima del fuego, que intentó salvar vidas; el bebé de dos años es ajeno a la tragedia, pero resiente la ausencia de sus padres.

“Ellos no saben qué va a pasar, están desolados. Si nosotros los adultos no tenemos idea de cómo responder ante una situación así, ellos menos”, narra Leonor.

Ayer fue día de escuela, el primero desde la tragedia, pero Leonor no sabe si los niños acudirán al colegio, puede ser que quieran ir o si los envían sea muy difícil. En el pueblo todos están de luto, pero en su dolor los adultos se olvidan de ellos, los pequeños.

En el sistema DIF estatal, encabezado por Patricia González, dieron a conocer que no cuentan con una estadístic­a de cuántos niños se encuentra en la orfandad o en estado vulnerable porque sus padres estén en los hospitales.

La prioridad, dijeron, era atender la emergencia; tampoco hay un programa firme o específico para estas víctimas colaterale­s de la tragedia en Tlahuelilp­an, la funcionari­a señaló que sí habrá programas, pero no están definidos al momento.

Las posibilida­des para Saúl, dice su familia, son muy limitadas. Él fue una de las víctimas de menor gravedad que ingresó al hospital, pero su condición empeoró durante la noche del domingo y de todo esto, lo más difícil es contar a los niños la situación de su padre. Se trata de tener a los menores calmados, pero en el pueblo la tragedia es conocida por todos, además están los videos y la informació­n de los medios de comunicaci­ón, por ello quizá quien más lo resiente es el mayor.

Para cuidar a los niños se han apoyado más en la familia de su madre, quienes los alimentan y tratan de responder a las dudas, así como calmar los temores de los niños.

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“Ellos [sus hijos] no saben qué va a pasar. Si nosotros los adultos no tenemos idea de cómo responder ante una situación así, ellos menos” LEONOR Familiar de herido en explosión de ducto

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Un grupo de mujeres esperan afuera de la sala de urgencias en el Hospital General de Pachuca. Aguardan noticias sobre el estado de salud de Saúl, quien resultó lesionado el viernes pasado por la explosión en Tlahuelilp­an.

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