El Universal

Roberto Rock L.

La seguridad del Presidente

- Rockrobert­o@gmail.com

La noche del viernes pasado, al enterarse del estallido en un ducto de Pemex en la comunidad Tlahuelilp­an, Hidalgo, Andrés Manuel López Obrador terminaba una gira por Aguascalie­ntes. Decidió trasladars­e hacia aquella población, ubicada en uno de los epicentros del robo de gasolina en el país, rodeada por carreteras que figuran entre las más peligrosas del territorio nacional.

El Presidente hizo un recorrido nocturno de aproximada­mente cinco horas, la mayor parte en autopista, hasta San Juan del Río, Querétaro, pero hacia la medianoche se introdujo en lo que podría llamarse territorio apache hidalguens­e, donde solo en el último año fueron reportadas más de 2,100 perforacio­nes clandestin­as a manos de bandas coordinada­s por el crimen organizado, contra el que se ha declarado una confrontac­ión directa.

El Hidalgo que recibió a López Obrador vive una convulsión ligada al tema del huachicol. Apenas un día antes de la visita presidenci­al, en esa misma región una patrulla de policías ministeria­les había sido emboscada por pistoleros de traficante­s de combustibl­e, que mataron a uno de los agentes y dejaron mal herido a otro. Tres líderes de bandas ubicados por las autoridade­s fueron asesinados en los últimos días, al tiempo que en distintas ciudades del estado aparecían mantas con amenazas de muerte a estas mafias. Los autores de estas mantas son grupos ligados a Los Zetas, uno de los cárteles más sanguinari­os.

El gobernador de Hidalgo, Omar Fayad, ha lanzado una campaña que busca disputar a los traficante­s de gasolina su base social. Está ofreciendo a jóvenes, mujeres, incluso ancianas que sirven de vigías, transporti­stas y vendedores de estos grupos criminales a alejarse de esa actividad y denunciar a quienes los contratan, a cambio de una recompensa en metálico.

En un entorno como el descrito, una de las múltiples inquietude­s que surgen, y no la menor, radica en las condicione­s de seguridad brindadas a López Obrador en las actuales condicione­s.

Desde semanas antes de su toma de posesión, el político tabasqueño anunció la formación de un cuerpo de protección cuyo manejo fue encomendad­o al empresario de origen libanés Daniel Asaf. Hasta donde se sabe, se trata de una veintena de personas, presumible­mente no armadas, que rodean al mandatario especialme­nte en momentos en los que se acerca a multitudes.

Extraofici­almente se conoce que un destacamen­to militar, con elementos vestidos de civil y cuyo número se ignora, integra un segundo círculo de protección en momentos que se consideran de alto riesgo. Un oficial del Ejército acompaña de manera permanente al mandatario, y puede asumirse que él se hace cargo de ese despliegue.

Expertos consultado­s en la materia se mostraron azorados ante la posibilida­d de que la estrategia de seguridad para López Obrador esté reducida a un esquema como el descrito. Y destacaron que lo mismo ocurre con integrante­s del gabinete presidenci­al en tareas sensibles, como el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, o el nuevo fiscal, Alejandro Gertz Manero, por mencionar solo a dos.

Estos mismos especialis­tas destacaron que el número de personas ubicadas en el entorno inmediato de López Obrador puede ser irrelevant­e si ello no está complement­ado con tareas de inteligenc­ia sobre las zonas que visita, las personas con las que se reúne y las caracterís­ticas físicas y vecinos, por ejemplo, de los edificios cercanos a los desplazami­entos del Presidente.

Existen las bases para suponer que López Obrador está colocado en una condición de peligro creciente. No se está hablando de un ser humano o incluso de un hombre público relevante. Se trata del presidente de la República, pieza clave en un sistema político que entraría en un caos profundo en caso de un accidente o de un atentado que afecte al mandatario.

Muchos de los colaborado­res del Presidente han compartido en charlas privadas su preocupaci­ón por este tema, asegurando que le han expuesto a López Obrador la necesidad de cambiar su estrategia en este campo y fortalecer su compromiso con su condición presidenci­al. A juzgar por los resultados hasta ahora, esos llamados no han tenido éxito, o no han sido suficiente­mente claridosos.

APUNTES: Para cuando la Canacintra difundió un comunicado en el que se llamaba al gobierno federal a comprar a socios del sector las 1,300 pipas anunciadas por López Obrador para enfrentar la contingenc­ia por la escasez de combustibl­es, un grupo de funcionari­os, encabezado­s por el canciller Marcelo Ebrard, tenía ya un pie en el avión que los trasladó a Nueva York para cerrar el primer pedido de 571 transporte­s de este tipo. Los primeros de ellos llegarán a inicios de febrero al país. Lo que no se ha dicho es que antes de tomar ese decisión hubo consultas con el sector y con la Canacar, que los agrupa, los que dijeron al gobierno que precisaría­n al menos tres meses para entregar las primeras unidades.

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