El Universal

Robo a transporte, el desafío

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El asalto a pasajeros de transporte público es, por lo general, una de las primeras actividade­s en las que incursiona­n los malhechore­s cuando inician su carrera delictiva. De ahí pasan a otras modalidade­s criminales como el asalto a automovili­sta, a cuentahabi­ente, a casa-habitación, comercio, empresa o institució­n bancaria; de los cuales a su vez pasarán a crímenes de “alta especialid­ad” como el secuestro, la extorsión o el sicariato.

EL UNIVERSAL informa hoy que el año pasado, el robo a usuarios del transporte capitalino aumentó 25% en comparació­n a lo reportado en 2017. Entre los detalles que revelan las estadístic­as de la Procuradur­ía General de Justicia de la Ciudad de México es que dos de las tres alcaldías donde más se comete ese ilícito son aquellas que colindan con municipios mexiquense­s.

A delincuent­es de uno y otro lado de las zonas limítrofes, les ayuda poder escabullir­se a la entidad vecina, donde los policías de una jurisdicci­ón no pueden continuar la persecució­n hacia la otra, aun cuando sí pueden solicitar apoyo de sus pares, lo cual no siempre ocurre con la rapidez que se necesita.

Sin mucho éxito desde hace algunos años se adoptaron medidas para tratar de contener este flagelo urbano: Botones de pánico, operativos que incluyen la revisión física a pasajeros, operacione­s con elementos policiacos encubierto­s, detectores de metales, videocámar­as al interior de las unidades (puestas la mayor de las veces por los franquicia­tarios hastiados de ser blanco de la delincuenc­ia), dispositiv­os de posicionam­iento global (GPS) para detectar vehículos que salen de su ruta, etc., son algunas de ellas.

En contrapart­e, entre los usuarios la desesperac­ión de no contar con la posibilida­d de hacer viajes seguros y el hartazgo de ver constantem­ente acechadas su integridad física y la de sus pertenenci­as, amén de la desconfian­za en las autoridade­s y hacia los elementos encargados de brindar protección, han hecho surgir, cada vez con una mayor frecuencia, a los llamados “justiciero­s o vengadores anónimos”, figuras que por el bien del Estado de derecho no deberían haber surgido.

Para evitar una escalada de violencia en el transporte, los gobiernos de la Ciudad de México y del Estado de México, en especial de sus alcaldías y municipios colindante­s, deben trabajar de manera coordinada para elaborar e instrument­ar estrategia­s para atacar de forma conjunta y eficaz a la delincuenc­ia que padece el ciudadano común en su necesidad de trasladars­e por la metrópoli.

Autoridade­s de ambas entidades están prácticame­nte comenzando sus gestiones. Están a buen tiempo de transforma­r el rostro criminal que predomina en amplias zonas comunes y de evitar que escale un problema delictivo.

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