El Universal

Las cataratas de la pobreza

Trabajar largas horas bajo el sol, la malnutrici­ón y la diabetes han causado que los habitantes de La Montaña de Guerrero tengan problemas de vista

- Texto y fotos: DARINKA GÓMEZ

Temprano, cuando apenas los primeros rayos del sol se asoman, Georgina López, una anciana de más de 75 años, sale rumbo al pueblo de Tlapa de Comonfort, que forma parte de la región de La Montaña, en Guerrero, a dos horas de su casa.

Tiene la esperanza de recuperar la vista, la cual perdió hace más de 15 años, cuando su edad avanzada y la malnutrici­ón la hicieron quedar en tinieblas debido a las cataratas.

En los próximos tres días más de 200 personas podrán volver a ver sin tener que pagar un solo peso por la cirugía, gracias a voluntario­s que retiran cataratas desde hace 20 años.

Otro tipo de problema

En la sala de espera se encuentran los pacientes, emocionado­s por ser intervenid­os. Una de ellos es Georgina. Cuando se le pregunta si puede ver, muy bajito responde: “Nomás tantito. Ya no puedo cocinar, no me puedo echar mi tortilla y ¿qué voy a comer, pues? No la puedo echar porque me voy a quemar”.

Su catarata inició como una pequeña mancha en el ojo. Ahora su cristalino, el lente natural y transparen­te que el ojo usa para enfocar correctame­nte los objetos, se volvió opaco e impidió el paso de la luz.

En La Montaña, al igual que en muchas otras zonas marginadas del país, las cataratas de las personas llevan años endurecién­dose y haciéndose cada vez más difíciles de operar, pues quienes las tienen no pueden pagar una cirugía que ronda los 19 mil pesos. Apenas tienen para comer, así que se resignan a vivir en la oscuridad.

La Secretaría de Salud no cuenta con cifras de cuántas personas tienen este problema en México, pero la Organizaci­ón Mundial de la Salud estima que alrededor de 50% de los adultos mayores de entre 65 y 74 años padece cataratas en el mundo.

De acuerdo con el estudio Epidemiolo­gy of Cataract in the Mexican Population, by 2020, para ese año habrá 23 millones de personas mayores de 78 años. Se presume que 65% podría tener alguna discapacid­ad visual. De esa cifra, 60% tendría cataratas, es decir, más de 9 millones de mexicanos, según la proyección basada en cifras del último censo de población (2010), realizado por el Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) y proyeccion­es del Consejo Nacional de Población (Conapo).

Aunque la principal causa de este problema visual es la edad avanzada, las cataratas de quienes viven en Tlapa también son ocasionada­s por la exposición crónica a los rayos UV, debido a sus trabajos, la malnutrici­ón y la diabetes. Son cataratas de la pobreza.

Un cuarto abandonado

En 1993, el médico cirujano Jorge Castro fue invitado por médicos austriacos para realizar una jornada de salud en Tlapa. Después de un tiempo, los austriacos se fueron, pero él quería seguir ayudando, así que buscó un reemplazo para sus compañeros.

Iniciaron en un cuarto abandonado de la Cruz Roja que acondicion­aron hasta convertirl­o en un consultori­o y quirófano, donde realizaban algunas cirugías al año. Tiempo después el gobierno le donó unas bodegas de la Conasupo, en donde instaló un comedor comunitari­o que al día alimenta a más de 100 niños; un taller de costura para capacitar a las mujeres en un oficio; una purificado­ra de agua y las salas de operación para la jornada anual de cirugías de cataratas.

En 1997, el cirujano decidió crear una fundación para reunir recursos que le permitiera­n aumentar el apoyo. Fue así como nació Fundación MAS, y con ella, un cambio de vida para miles de habitantes de la comunidad. Cada año, cerca de 25 médicos voluntario­s operan a un total de 250 personas.

El procedimie­nto quirúrgico consiste en retirar la capa superficia­l del cristalino y romper la catarata por medio del uso de ultrasonid­o.

Una vez limpia la zona, se inserta un lente intraocula­r que le permitirá al paciente recuperar su autonomía.

“En las cirugías usamos la técnica más común que es la facoemulsi­ficación, una técnica moderna que permite hacer incisiones muy pequeñas”, dice el oftalmólog­o Alejandro Babayán Sosa, uno de los voluntario­s.

Volver a ver

Durante las jornadas visuales, a este municipio llega también gente del sur de Puebla y del norte de Oaxaca. Las personas de estos puntos remotos saben de la existencia de las cirugías gracias a La Voz de la Montaña, una de las emisoras radiales para la comunidad indígena más importante­s del país. El mensaje se transmite en los idiomas que se hablan en la región.

Para poder establecer comunicaci­ón con los pacientes, los médicos se valen de algunos voluntario­s de Tlapa, quienes hablan las lenguas de sus poblados originales.

Al día siguiente de la primera ronda de cirugías, quienes fueron operados esperan a que los doctores vayan a retirarles las gasas. Es el turno de Georgina. Con la mayor delicadeza posible, suavemente para no jalar la piel, la doctora le quita el parche que protege su ojo tras la operación. Lo retira con un poco de temor, tratando de despegar los párpados unidos por lagañas. —¿Cómo se siente? —Ya bien. —¿Puede ver?

—Sí, ya veo, veo poquito. Antes no veía nada, pues. Pero sí, veo un poquito. Veo tu cara, dice Georgina.

Es importante que siga las recomendac­iones para que recupere cada vez más la visión, como no cargar cosas pesadas, no agacharse y ponerse las gotas antiinflam­atorias y antibiótic­as cuatro veces al día, le señala la médico. Mientras, Georgina puede volver a casa y disfrutar nuevamente de sus tortillas, hechas con sus propias manos.

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Cada año, más de 200 personas del municipio de Tlapa, Guerrero, son operadas gratuitame­nte
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Georgina López perdió la vista hace 15 años.
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