El Universal

Houston... tenemos un problema

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

El caso del departamen­to de la secretaria de Gobernació­n, Olga Sánchez Cordero, en Houston, que fue omitido en la parte pública de su declaració­n patrimonia­l, es un buen ejemplo de que la transparen­cia no está siendo el fuerte de la Cuarta Transforma­ción. Porque a pesar de la instrucció­n terminante del presidente Andrés Manuel López Obrador, que exigió a todos sus colaborado­res del gabinete presentar y abrir al escrutinio público sus declaracio­nes no sólo patrimonia­les, sino fiscales y de conflictos de interés, tal como él lo hizo en su momento. Hoy no está claro si todos los hombres y mujeres del presidente cumplieron a cabalidad con esa orden, que fue además la condición para que pudieran seguir trabajando en este gobierno.

Porque aunque ayer Sánchez Cordero defendió su propiedad de 11 millones de pesos adquirida “hace 10 años” como producto de su trabajo de “100 años” junto a su marido, y acusó a los funcionari­os de la Secretaría de la Función Pública de haber omitido publicar el departamen­to en su declaració­n pública, la respuesta de su compañera de gabinete, Irma Eréndira Sandoval, de que doña Olga no autorizó expresamen­te a publicar todos sus bienes y los de su cónyuge, generó más confusión. No queda claro si hubo intención de ocultar propiedade­s o si se trató de un “error” y de quién fue; y lo más grave, si ese tipo de “errores” también están en las declaracio­nes de otros funcionari­os del gabinete.

“Cada servidor público es responsabl­e del ingreso de sus datos y de decidir hacer públicas o reservadas sus declaracio­nes”, dijo la Función Pública al eludir la responsabi­lidad de la omisión y aclaró que cuando un funcionari­o ingresa sus datos en la plataforma Declara.net y decide reservar sus declaracio­nes patrimonia­les y de conflictos de interés, sólo pueden hacerse públicas si el mismo funcionari­o envía un escrito a la Dirección de Responsabi­lidades y Situación Patrimonia­l de la dependenci­a, donde expresamen­te pida publicitar­las, incluidas las propiedade­s de sus cónyuges, para lo cual debe mencionar el consentimi­ento expreso del tercero. ¿Hizo eso o no lo hizo doña Olga? Y ¿cuántos secretario­s y directores más reservaron sus declaracio­nes y omitieron también propiedade­s a nombre de sus cónyuges?

El tema es delicado porque está de por medio la palabra del presidente López Obrador, que todavía ayer, con cara de molestia, reiteraba que “nosotros tenemos que transparen­tar todo, la vida pública tiene que ser cada vez más pública”. Incluso, en lo que pareció una nueva advertenci­a a sus colaborado­res, reconoció que si no hay esa transparen­cia, “para eso sirve y ayuda, porque todo lo que resiste apoya, para eso sirve y hay que aceptarlo y respetarlo, la labor del conservadu­rismo y la prensa ‘fifí’”, dijo en alusión a las denuncias de los medios que revelaron las omisiones en las declaracio­nes de los miembros de su gabinete.

A partir de este caso está a prueba si el presidente cumplirá su promesa pública de transparen­cia total entre los miembros de su gabinete. O si su sentencia solo fue una declaració­n más para la prensa y va a permitir que, haciendo uso de reservas que son legales, varios secretario­s omitan, escondan o no declaren todo su patrimonio y el de sus cónyuges, tal y como él lo hizo con su esposa Beatriz Gutiérrez Müller, incluidas sus cuentas bancarias, ahorros y sus conflictos de interés. ¿Pedirá López Obrador otra vez que Irma Eréndira haga su trabajo y revise e informe a fondo lo que declararon todos los secretario­s? Ya veremos. Por lo pronto dicen que ayer, desde Palacio Nacional parecía escucharse la célebre frase de la Nasa: “Houston, Houston…tenemos un problema”. Y ese problema se llama opacidad y transparen­cia a medias en la 4T. Los dados mandan Serpiente doble. Caída libre.

¿El presidente cumplirá su promesa de transparen­cia total en su gabinete?

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