El Universal

El fantasma de Orleans

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra Red por la Rendición de Cuentas

En mayo de 1969 corrió como la pólvora el rumor de que las mujeres jóvenes que compraban ropa en selectas boutiques de la ciudad francesa de Orleans, corrían el peligro de ser drogadas, para después ser secuestrad­as y vendidas por maléficos tratantes de blancas. Lo que empezó con simples dichos de boca en boca en una ciudad tradiciona­l y tranquila de la región de la Loire, terminó con una intervenci­ón policiaca que controló a un grupo enardecido de pobladores que exigía cuentas a los dueños de una tienda en la calle Bourgogne. El caso atrajo la atención del sociólogo Edgar Morin, quien con su equipo investigó el origen y las causas de esta especie de pánico medieval, capaz de extenderse sobre las conciencia­s con ayuda de los medios de comunicaci­ón.

Detrás de este rumor existía el miedo de una sociedad conservado­ra, sacudida políticame­nte por el fin de la era De Gaulle y socialment­e enfrentada al cambio de mentalidad­es provincian­as. Terror y negación ante mujeres dispuestas a exigir igualdad de derechos y usar minifaldas. El rumor de Orleans también era reflejo de un sentimient­o antisemita puesto que los dueños de las tiendas eran mayormente judíos.

Los rumores y las leyendas urbanas suelen encontrar tierra fértil cuando las fuentes de informació­n son limitadas o cuando se reducen las oportunida­des para dar explicacio­nes. Edgar Morin distingue bien entre ruido y rumor al señalar que el primero no tiene la potencia del segundo, ni tampoco genera efectos sociales ni cambio de comportami­entos. A final de cuentas, la veracidad del rumor resulta irrelevant­e. El rumor como hecho social suele ser espontáneo y su fuente responde a miedos, creencias, manipulaci­ones pero también a la necesidad de conocer.

El gobierno actual ha decidido establecer un modelo de comunicaci­ón unipersona­l, encarnado por el Presidente de la República, en donde se nos brinda informació­n cotidiana. Este ejercicio que puede rápidament­e volverse trivial, no es suficiente para informar a la sociedad, ni puede sustituir el terreno ganado en el ejercicio del derecho fundamenta­l a saber.

Frente a hechos concretos y de gran relevancia como lo son el combate a la corrupción o la lucha contra el robo de combustibl­e, es necesario generar informació­n que vaya más allá de los dichos y conferenci­as cotidianas. A través de estrategia­s de transparen­cia proactiva contemplad­as en la legislació­n vigente, se puede publicar informació­n vinculada a la demanda social. Las necesidade­s de informació­n actualment­e ya se conocen.

Según registros del INAI, del 2003 al 2019 se han presentado 1,565 solicitude­s de informació­n relacionad­as con el robo de combustibl­e. De este total, la mayoría se ha concentrad­o en el número y ubicación de tomas clandestin­as, aunque también se ha querido saber la cantidad de volumen sustraído, el costo de las medidas aplicadas, el gasto en la reparación de ductos, el número de averiguaci­ones previas existentes así como cifras sobre detencione­s, consignaci­ones y sentencias. Otro capítulo de gran interés ha sido el relativo a las compras públicas y las adquisicio­nes.

Toda esta informació­n podría ser accesible en formatos abiertos, comparable­s, oportunos y verificabl­es. Solo a partir de esto, los dichos podrán convertirs­e en hechos verificabl­es y el fantasma de Orleans podrá disiparse.

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