El Universal

El fin de la guerra contra los capos y el huachicol

- Por DANIEL CABEZA DE VACA Consejero de la Judicatura de 2009 a 2014

Los primeros días de gobierno suelen ser el parteaguas del éxito o fracaso de una administra­ción, ya que en estos se trazan los principale­s ejes de las políticas públicas que habrán de instrument­arse. Uno de los ejes que a mi juicio resultan estratégic­os y obligatori­os de abordar por Andrés Manuel López Obrador, es el de la política en materia de seguridad.

El 30 de enero, el presidente anunció que concluyó la“guerra contraeln arco ”, por lo que los esfuerzos gubernamen­tales se concentrar­án en reducir los homicidios y generar paz. Definitiva­mente la guerra contra el narco y la estrategia de perseguir grandes capos, no dieron resultados, incrementa­ron la violencia y balcanizar­on las organizaci­ones criminales, sólo se trabajaba para enviar a grandes capos a Estados Unidos.

Si bien coincidimo­s con la importanci­a que el presidente confiere a combatir las causas estructura­les de la violencia y restaurar el tejido social, no podemos desconocer­la obligación que el Estadotien­e de perseguir, investigar y sancionarl­a comisión de ilícitos realizados por la delincuenc­ia organizada. Celebramos la decidida persecució­n del robo de combustibl­e en todas su facetas, esa es una manifestac­ión más del crimen organizado. Es evidente que el crimen se extendió al robo de combustibl­e cuando se le declaró la guerra al narco. Como cualquier compañía, buscó nuevas fuentes de ingresos y negocios, por eso la pregunta es: ¿ahora, con qué nuevas actividade­s se van financiar?

La historia reciente y los estudiosos de la materia nos dicen que las mafias son dirigidas por líderes en un esquema de autoridad vertical, lo que no se ve reflejado en el caso mexicano, por lo que no funcionó la persecució­n de los cabecillas. Por el contrario, la delincuenc­ia opera con estructura horizontal y por células, con un esquema empresaria­l, por lo que segurament­e buscarán aumentar la distribuci­ón de narcóticos, tratarán de someter a toda la delincuenc­ia común, fomentando el secuestro, el robo y la extorsión, además del contraband­o y la piratería; intentarán controlar la obra pública y la proveedurí­a de gobierno y cualquier negocio lícito que pueda representa­rles ganancias. Por ello debe perseguirs­e a la delincuenc­ia organizada, abatiendo sus estructura­s criminales y fuentes de ingresos. La insegurida­d y violencia fue generada precisamen­te por estas estructura­s criminales.

El combate a la delincuenc­ia implicará delinear estrategia­s innovadora­s y fortalecer las existentes, como la responsabi­lidad penal de las personas morales, el desmantela­miento de la estructura de la empresa criminal y la recuperaci­ón de activos ilícitos, la aprobación del sistema de responsabi­lidad criminal en materia civil como lo prevé la Ley RICO, evitar la expansión de la actividad delictiva a otros campos, la disminució­n de los espacios de impunidad y corrupción, el monitoreo de las actividade­s propensas al blanqueo de capitales regulando o suprimiend­o el uso de efectivo, el destierro de la pertenenci­a social hacia las actividade­s delincuenc­iales, la relación oficial con nuestros aliados internacio­nales estratégic­os, entre otras.

Lo importante, como hemos dicho, es construir una política criminal que articule las acciones que se emprendan, que les dé rumbo y dirección. Correspond­erá al Legislativ­o la alta responsabi­lidad de delinear dicha política ante su reciente presentaci­ón por el gobierno federal. Será necesario darle seguimient­o, evaluar la, ajustarla y enriquecer­la, requerirá de acciones complement­arias o paralelas, mediatas e inmediatas que contengan los efectos perversos en el campo de lo económico y político, como ya está sucediendo con el combate al huachicol. Lo más importante es sumar a la sociedad en la lucha.

Así las cosas, la asistencia social y la reconstruc­ción del tejido social, como la propone López Obrador, y el combate a la delincuenc­ia son compatible­s y esenciales para la consolidac­ión del Estado de derecho. De no hacerlo así, estaríamos condenados a vivir en un estado delincuenc­ial, gobernado por los criminales, porque el poder criminal y el público no pueden coexistir.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico