El Universal

Enrique Berruga Filloy Un asunto global

- Internacio­nalista

La crisis venezolana ha pasado de ser un conflicto político interno a uno de escala regional y ahora, a un asunto de implicacio­nes globales. Los intereses de las tres grandes potencias de nuestro tiempo —Estados Unidos, China y Rusia— se encuentran en ruta de colisión en torno a la nación caribeña. Para desgracia de los venezolano­s, el drama por el que atraviesan no encontrará visos de solución hasta que estos tres gigantes ajusten cuentas.

Rusia nunca adoptó a Venezuela como la Unión Soviética lo hizo con Cuba. No obstante, desde los días de Hugo Chávez se convirtió en su principal proveedor de armamento y, en estos días críticos, envió a 400 elementos de seguridad con disfraz de contratist­as. Aunque la espiral venezolana avanza a una velocidad insospecha­da, es poco probable que Moscú se lance en una defensa militar abierta de su socio latinoamer­icano. De lo que podemos estar seguros es que Rusia buscará elevar el precio de un desenlace que favorezca a Estados Unidos, obteniendo alguna ventaja en su esfera de influencia.

Por parte de China, el dilema es de orden económico y financiero. Washington deberá darles garantía sobre sus inversione­s y algo aún más delicado e importante; el reconocimi­ento de actor global.

Para Estados Unidos, finalmente, el valor esencial de Venezuela no es el petróleo, como en el pasado, dada la creciente independen­cia energética que han logrado. El interés fundamenta­l es de orden geopolític­o: expulsar de su zona de influencia a sus dos grandes rivales y utilizar a Venezuela como muestra de su capacidad para ponerles límites.

Ninguno de los tres asumirá compromiso­s de defensa más allá del valor estratégic­o que les significa Venezuela. Pero eso no quiere decir que pueda servir como teatro de operacione­s para desgastar a los contrarios.

Dentro de este panorama, el resto de la comunidad internacio­nal —la UE y el Grupo de Lima— intentan una solución política y negociada, capaz de quitarle el fusible a una confrontac­ión mayor. La cita del llamado Grupo de Contacto, que sesiona hoy en Montevideo y a la que asiste México, solamente puede ser exitosa si se logra el compromiso de las partes a convocar nuevas elecciones, con supervisió­n internacio­nal. Sin embargo, el pronóstico no es favorable. La oposición y los países que apoyan a Guaidó rechazan una nueva ronda de diálogo, luego del fracaso teñido de engaño en que terminaron las conversaci­ones en Santo Domingo. Por su parte, Maduro ha dicho con todas sus letras que no seguirá el destino de Saddam Hussein o de Khadafi. Como medida intermedia, alguno de sus aliados pudiera ofrecerle abrigo. Pero antes de eso, sondeará el apoyo que pueda obtener de Rusia y de China hacia su régimen.

Así las cosas, Venezuela se ha convertido en un escenario de confrontac­ión global. La propuesta que emerja de Montevideo deberá considerar estos factores geopolític­os y una inversión diplomátic­a muy significat­iva. Una postura unificada de América Latina, rechazando enfáticame­nte una confrontac­ión armada en nuestra región, abonaría a la distensión. Es hora de que todos los latinoamer­icanos generen una posición de consenso y envíen con claridad y contundenc­ia su mensaje a las tres potencias. Se terminó el tiempo de las medias tintas y de una neutralida­d inservible.

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