Viaje a lo prehispánico en la Portales
Cerca del metro Portales, entre casas, mercados y comercios, un letrero color negro anuncia “Raíces, Centro Cultural”. Hay que cruzar un pasillo angosto para descubrir el tesoro: un espacio con muebles de madera color turquesa en cuyas paredes palpitan corazones de hojalata y del techo cuelgan “Ojos de dios” multicolores, objetos protectores de la cultura huichol. Es fácil que la mirada se detenga en cualquier punto: donde no hay una figurita tallada en madera, hay un huipil lleno de listones, un poncho, una máscara o un cojín bordado.
Aquí la gente puede probar antojitos y bebidas prehispánicas del país y escuchar música tradicional en vivo, propuestas que van desde el canto cardenche, del norte de México, hasta las chilenas oaxaqueñas. A cam- bio, se pide una cooperación voluntaria “consciente”, es decir, lo que el cliente considere. Entre semana, el lugar funciona como restaurante y se imparten talleres de bordado, zapateado, versificación, entre otros.
Diana Puente, creadora del lugar junto a Eduardo Flores, pausa el collar de filigrana en papel en el que trabaja para preparar una tostada de aguachile en tortilla morada. Está fresca, picante… deliciosa, y para acompañarla, un tascalate frío originario de Chiapas que bien que calma la lengua. En el menú también hay chiquiadas (gorditas) de Aguascalientes, tamal de cuitlacoche de Veracruz y alimentos dulces como el “Tuuch de Niño”, un buñuelo con azúcar típico de Yucatán.
Al principio, recuerda Diana, querían meter un antojito de todas las re- giones del país, pero luego optaron por un menú anual itinerante.
En julio celebrarán su segundo aniversario con una gran fiesta porque aquí, como dice Diana: “Las raíces se han ido tejiendo solas”. Han hecho parada referentes de la música tradicional como Zenén Zeferino, Gorrión Serrano y Chalanes del amor, se han presentado libros, proyectado películas y, sobre todo, se ha logrado acercar al barrio a estas actividades.
“Buscábamos algo que estuviera fuera de la gentrificación de la cultura, podíamos acercarnos a Coyoacán, al Centro o a la Condesa, que ya tienen este acercamiento, pero notamos que muchos de nuestros vecinos no frecuentaban lugares culturales”, considera Eduardo.
Es una tarde tranquila, sin mucho movimiento ni ruido proveniente del exterior, ideal para leer un libro, escribir o simplemente disfrutar de un buen café. De fondo, suenan temas de Jorge Drexler, Perotá Chingó y, de pronto, “El mundo se va a acabar”.
Mientras tanto, Diana recibe comensales. Un extranjero le pregunta por las noches de música, es nuevo en el barrio y quiere entender Raíces.