El Universal

Los cómplices de Trump

- Por MAURICIO MESCHOULAM Twitter: @maurimm

Se paran y le aplauden. Justifican sus decisiones. A veces, hasta su lenguaje y sus modos. Defienden sus iniciativa­s. Le cubren las espaldas. No se trata de su base dura. No son los “discípulos de Bannon”, ni los lectores de Breitbart News. No son “granjeros del Medio Oeste”, “supremacis­tas blancos”, “propagador­es del odio”, ni activos participan­tes en sus mítines políticos. Son legislador­es, funcionari­os y otros actores políticos muchos de los cuales emplean discursos frecuentem­ente moderados, otras veces no tanto, pero siempre respetuoso­s y cuidadosos de las formas. Es imposible comprender el gobierno de Trump sin su complicida­d. No hay ningún enigma al respecto. Esta serie de actores han ganado mucho en el camino. Pero en medio de esas ganancias, varios de los pilares que sostienen el poder suave y duro de la superpoten­cia se tambalean ante sus ojos. Y sí, de pronto, los cómplices de Trump se percatan de ello.

Este es el caso de un evento ocurrido esta semana: Una importante mayoría de senadores, con el voto de casi todos los republican­os, aprobó una iniciativa para avanzar legislació­n que abiertamen­te expresa fuerte oposición a la política exterior de Trump. Muchos textos y análisis e, incluso varios funcionari­os con altos cargos y legislador­es, esperaban que el sistema de pesos y contrapeso­s de Estados Unidos —una de las mayores envidias de cualquier sistema político— iba a ser lo suficiente­mente eficaz como para contener determinad­os aspectos de la agenda del presidente, factores que representa­ban riesgo para los intereses estratégic­os de la superpoten­cia y la estabilida­d internacio­nal. En cambio, lo que hemos visto es que Trump ha conseguido avanzar varias de sus compromiso­s, hasta llegar a temas recientes como el sostenido respaldo de la Casa Blanca al príncipe saudí a pesar de haber sido implicado en el asesinato de un periodista en un consulado en Estambul y el anuncio del retiro de tropas de Siria y Afganistán.

La reacción del Senado ante estos dos temas, marca momentos cruciales pues finalmente representa un rechazo no solo de los senadores de oposición, sino de la mayoría de republican­os. El problema mayor, sin embargo, es que, al margen de las posiciones políticas o ideológica­s que se puedan tener, en este par de años, nos hemos dado cuenta de cuán poderoso es realmente el presidente estadounid­ense para esquivar a los contrapeso­s existentes. Todo lo que hizo falta, según parece, fue tomar decisiones que, además de cumplir con sus propias promesas de campaña, otorgaran a otros actores una serie de dulces, guiños y premios. El posicionam­iento contra el aborto, la cruzada contra el Obamacare, la política anti-inmigrator­ia, la reducción de impuestos, incluso la guerra comercial contra China, son solo ejemplos de temas en los que distintos grupos de legislador­es, políticos y electores republican­os quedan enormement­e complacido­s.

Permítame ponerlo en estos términos: por más que hagamos esfuerzos para comprender a la base electoral de Trump, sus motivacion­es y sus aspiracion­es, la clave está en el hecho de que esa base nunca fue ni será suficiente para tomar la Casa Blanca, para gobernar y para mantenerse en el poder. Hacía falta el sostenido respaldo de esos otros actores, los seguidores blandos. La cuestión es que Trump viene en paquete. Y los cómplices de este presidente deben saber que cada vez que le aplauden, le respaldan o lo cubren, están protegiend­o no solo esos aspectos muy puntuales que les fascinan de ese paquete, sino al paquete completo.

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