¿Por qué Rick y Morty encantan a los millennials?
La serie de tv de animación para adultos intriga a la sociología con sus referencias existencialistas
Mientras que los baby boomers identificaron el júbilo de Pedro Picapiedra al término de una jornada de trabajo con un ¡Yabadabadu!, y la generación X disfrutó de la quejosa incompetencia de Homero Simpson concentrada en un minimalista ¡D’oh!, los millennials se han apropiado del ¡Wubba Lubba Dub-Dub! de Rick Sánchez que, traducido al español, significa: “Me duele mucho, por favor ayúdenme”.
Si esto nos parece absurdo es porque lo es, y esto último es tanto descripción como elogio de la que es una de las caricaturas más populares entre los jóvenes de la generación.
Sin omitir que su audiencia abarca adultos con edades que van desde la mínima legal para acompañar al abuelo de Rick en alguna de sus congestiones alcohólicas hasta la cincuentena.
Que la ciencia ficción de Rick y Morty sea más fantástica que cercana a la realidad experimentada en nuestro universo no es un lastre para un programa que no pretende convertirse en la versión nihilista de Plaza Sésamo en la que nada —incluyendo la educación— importa, pues ya Rick nos advirtió que la escuela “es una pérdida de tiempo” y que “no es un lugar para gente inteligente”.
Referencias científicas. Esto no evita que abunden referencias dignas de discutirse en una clase de ciencia mientras vemos caer llover gatos de Schrödinger y atestiguamos cómo la realidad se bifurca borgianamente en uno de los episodios. Así, en una clase millennial podríamos hablar (una vez que apaguen smartphone, tabletas, laptops y… ¿e-readers? ¿Alguien trae uno?) con nuestros maestros sobre: el cambio de estatus de Plutón a planeta enano al ser aprobada la definición de planeta durante la reunión de 2006 de la Unión Astronómica Internacional; las calorías que requiere una montaña rusa en miniatura para funcionar dentro de nuestro cuerpo, las que ya han sido calculadas y que, en notación científica, son del orden de 9.27x10-10 kilocalorías por día (o un nueve a la derecha de nueve ceros después del punto decimal) para que este juego funcione continuamente durante 12 horas; llegando casi al límite de lo que suena absurdo —dos palabras más que apropiadas para el tema que nos ocupa—, el eructo intencional como elemento paralingüístico que forma parte, en el caso de Rick —¿qué duda cabe?— de la forma en que se comunica y que, de acuerdo a un estudio, ha repetido 105 veces a lo largo de ocho de los episodios analizados (en palabras de los autores: “El análisis acústico no mostró interrupciones significativas entre eructar y hablar, apoyando la conclusión de que los eructos no compiten con el habla”).
El humor depresivo. Pero lo que en verdad interesa a la socióloga Kimberly Koltun es usar las herramientas teóricas y metodológicas de su disciplina para entender el éxito de Rick y Morty considerando que es una serie repleta de referencias filosóficas existencialistas y absurdistas que la definen tanto como lo hace el humor (en el más amplio sentido del término) depresivo que inunda a Bojack Horseman —otra gran serie animada—, hasta casi ahogar a su protagonista antropomórfico.
De acuerdo con Koltun, las condiciones que favorecen la empatía de los millennials con este tipo de humor tan especial de la caricatura es que han crecido en un mundo que les prometió muchísimo más de lo que en realidad les ha dado. Como muestra, tenemos que de acuerdo con un estudio del Pew Research Center (2014) los miembros de esta generación tienen un ingreso personal menor al de las dos generaciones predecesoras inmediatas.
Si a esto añadimos el caos y la ansiedad propios de esta era de la información, obtenemos efectos psicológicos negativos que, considera Koltun, favorecen un desencanto del mundo al que los millennials responden con el sentido del absurdo abrazado por Rick y Morty.
El culto a la autoestima. Otros factores sociológicos que, según Koltun, contribuyeron a esta mezcla de frustración en los millennials es que sus miembros experimentaron como ninguna otra generación un énfasis en cuidar su autoestima como si se tratase de un objeto delicado en extremo. Gracias a —o por culpa de— sus padres, familiares, maestros, películas y otros medios masivos, crecieron en una cultura de “tú puedes ser lo que tú quieras”, y un estudio de la psicóloga Jean Twenge (citado por Koltun) mostró que, en 2002, 80% de los estudiantes de preparatoria en Estados Unidos esperaban graduarse de la universidad, comparado con sólo 59% en 1990, y que en 1999 los adolescentes de esa época creían (pobres) que ganarían en sus trabajos un promedio de un millón y medio de pesos anuales cuando cumplieran 30 años, un salario demasiado optimista si consideramos que los treintañeros de ese entonces ganaban en promedio un tercio de esta suma.
Por fortuna, y más en este mes, nos queda el amor… a menos que hagamos caso de Rick: “Escucha Morty, lamento decírtelo, pero lo que la gente llama ‘amor’ es sólo una reacción química que impulsa a los animales a reproducirse. Golpea duro, Morty, luego se desvanece lentamente, dejándote varado en un matrimonio fallido. […] Rompe el ciclo, Morty. Sobreponte. Dedícate a la ciencia”.
“Escucha Morty, lamento decírtelo, pero lo que la gente llama ‘amor’ es sólo una reacción química que impulsa a los animales a reproducirse” RICK SANCHEZ Científico alcohólico