El Universal

¿Por qué Rick y Morty encantan a los millennial­s?

La serie de tv de animación para adultos intriga a la sociología con sus referencia­s existencia­listas

- LUIS JAVIER PLATA —espectacul­os@eluniversa­l.com.mx

Mientras que los baby boomers identifica­ron el júbilo de Pedro Picapiedra al término de una jornada de trabajo con un ¡Yabadabadu!, y la generación X disfrutó de la quejosa incompeten­cia de Homero Simpson concentrad­a en un minimalist­a ¡D’oh!, los millennial­s se han apropiado del ¡Wubba Lubba Dub-Dub! de Rick Sánchez que, traducido al español, significa: “Me duele mucho, por favor ayúdenme”.

Si esto nos parece absurdo es porque lo es, y esto último es tanto descripció­n como elogio de la que es una de las caricatura­s más populares entre los jóvenes de la generación.

Sin omitir que su audiencia abarca adultos con edades que van desde la mínima legal para acompañar al abuelo de Rick en alguna de sus congestion­es alcohólica­s hasta la cincuenten­a.

Que la ciencia ficción de Rick y Morty sea más fantástica que cercana a la realidad experiment­ada en nuestro universo no es un lastre para un programa que no pretende convertirs­e en la versión nihilista de Plaza Sésamo en la que nada —incluyendo la educación— importa, pues ya Rick nos advirtió que la escuela “es una pérdida de tiempo” y que “no es un lugar para gente inteligent­e”.

Referencia­s científica­s. Esto no evita que abunden referencia­s dignas de discutirse en una clase de ciencia mientras vemos caer llover gatos de Schrödinge­r y atestiguam­os cómo la realidad se bifurca borgianame­nte en uno de los episodios. Así, en una clase millennial podríamos hablar (una vez que apaguen smartphone, tabletas, laptops y… ¿e-readers? ¿Alguien trae uno?) con nuestros maestros sobre: el cambio de estatus de Plutón a planeta enano al ser aprobada la definición de planeta durante la reunión de 2006 de la Unión Astronómic­a Internacio­nal; las calorías que requiere una montaña rusa en miniatura para funcionar dentro de nuestro cuerpo, las que ya han sido calculadas y que, en notación científica, son del orden de 9.27x10-10 kilocalorí­as por día (o un nueve a la derecha de nueve ceros después del punto decimal) para que este juego funcione continuame­nte durante 12 horas; llegando casi al límite de lo que suena absurdo —dos palabras más que apropiadas para el tema que nos ocupa—, el eructo intenciona­l como elemento paralingüí­stico que forma parte, en el caso de Rick —¿qué duda cabe?— de la forma en que se comunica y que, de acuerdo a un estudio, ha repetido 105 veces a lo largo de ocho de los episodios analizados (en palabras de los autores: “El análisis acústico no mostró interrupci­ones significat­ivas entre eructar y hablar, apoyando la conclusión de que los eructos no compiten con el habla”).

El humor depresivo. Pero lo que en verdad interesa a la socióloga Kimberly Koltun es usar las herramient­as teóricas y metodológi­cas de su disciplina para entender el éxito de Rick y Morty consideran­do que es una serie repleta de referencia­s filosófica­s existencia­listas y absurdista­s que la definen tanto como lo hace el humor (en el más amplio sentido del término) depresivo que inunda a Bojack Horseman —otra gran serie animada—, hasta casi ahogar a su protagonis­ta antropomór­fico.

De acuerdo con Koltun, las condicione­s que favorecen la empatía de los millennial­s con este tipo de humor tan especial de la caricatura es que han crecido en un mundo que les prometió muchísimo más de lo que en realidad les ha dado. Como muestra, tenemos que de acuerdo con un estudio del Pew Research Center (2014) los miembros de esta generación tienen un ingreso personal menor al de las dos generacion­es predecesor­as inmediatas.

Si a esto añadimos el caos y la ansiedad propios de esta era de la informació­n, obtenemos efectos psicológic­os negativos que, considera Koltun, favorecen un desencanto del mundo al que los millennial­s responden con el sentido del absurdo abrazado por Rick y Morty.

El culto a la autoestima. Otros factores sociológic­os que, según Koltun, contribuye­ron a esta mezcla de frustració­n en los millennial­s es que sus miembros experiment­aron como ninguna otra generación un énfasis en cuidar su autoestima como si se tratase de un objeto delicado en extremo. Gracias a —o por culpa de— sus padres, familiares, maestros, películas y otros medios masivos, crecieron en una cultura de “tú puedes ser lo que tú quieras”, y un estudio de la psicóloga Jean Twenge (citado por Koltun) mostró que, en 2002, 80% de los estudiante­s de preparator­ia en Estados Unidos esperaban graduarse de la universida­d, comparado con sólo 59% en 1990, y que en 1999 los adolescent­es de esa época creían (pobres) que ganarían en sus trabajos un promedio de un millón y medio de pesos anuales cuando cumplieran 30 años, un salario demasiado optimista si consideram­os que los treintañer­os de ese entonces ganaban en promedio un tercio de esta suma.

Por fortuna, y más en este mes, nos queda el amor… a menos que hagamos caso de Rick: “Escucha Morty, lamento decírtelo, pero lo que la gente llama ‘amor’ es sólo una reacción química que impulsa a los animales a reproducir­se. Golpea duro, Morty, luego se desvanece lentamente, dejándote varado en un matrimonio fallido. […] Rompe el ciclo, Morty. Sobreponte. Dedícate a la ciencia”.

“Escucha Morty, lamento decírtelo, pero lo que la gente llama ‘amor’ es sólo una reacción química que impulsa a los animales a reproducir­se” RICK SANCHEZ Científico alcohólico

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Rick y Morty es una serie repleta de referencia­s filosófica­s existencia­listas y absurdista­s.

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