El Universal

Encontrar a familiares desapareci­dos las une

• Alexa Nogueda y su abuela Tita Radilla rastrean fosas en Guerrero • No esperen a estar de este lado para acompañarn­os, demandan

- LAURA JIMÉNEZ —periodismo­investigac­ion@universal.com.mx

Cuando escuchó hablar de fosas clandestin­as, Alexa Nogueda creyó que al ver una sentiría miedo, “pero fue lo contrario, llamó mucho mi atención”, cuenta la joven de 16 años. “Cuando vi el cadáver en la fosa me dije: ‘¿Cuántos habrá?, ¿cuántos habrá tirados así?, ¿cuántos de los desapareci­dos? Es increíble que en los lugares que uno menos piensa, ahí están”, dice.

Alexa se unió a la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desapareci­das por su abuela Tita Radilla Martínez, hija de Rosendo Radilla Pacheco, quien desapareci­ó en Atoyac de Álvarez, Guerrero: “Lo que me comenta mi abuelita es que [su papá] desapareci­ó el 25 de agosto de 1974, más bien lo desapareci­ó el Ejército. Estaba lo de las guerrillas, la guerra sucia. Fue algo injusto”.

Tita Radilla ha dedicado más de 40 años a la búsqueda de su padre. Sus hijos no participar­on en las brigadas anteriores, pero ahora es acompañada por su nieta: “La familia casi no está involucrad­a en esto, así que no nos enteramos de sus actividade­s. Está vez me comentó que iba a venir aquí y que quería que la acompañara y a mí siempre me ha gustado aventurarm­e y aprender cosas”, afirma Alexa.

Al principio no entendía el trabajo de su abuela: “Todo lo que ha luchado, no la entendía, no sabía lo que hacía, hoy que me doy cuenta y me quiero dar de golpes. Estaba siendo muy egoísta”, dice en Tetelilla, en la región norte de Guerrero.

La joven originaria de Atoyac comenta que admira el esfuerzo de Mario Vergara, uno de los líderes de la brigada: “Es mi mayor ejemplo, independie­ntemente de quién sea mi abuelita. Es humilde y busca no solamente a su hermano, sino a todos. Lo admiro por su perseveran­cia”.

Tomás Vergara Hernández es el hermano de Mario. Tomy fue secuestrad­o por desconocid­os en julio de 2012 en Huitzuco, Guerrero. Intentaron negociar, pero no hubo prueba de vida. Sólo encontraro­n su auto con las puertas abiertas y las llaves pegadas. Desde entonces, Mario lo busca.

Hay días agotadores para las familias: cavar y no encontrar cuerpos, pistas. Durante los 14 días de trabajo de la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desapareci­das, del 18 de enero al 1 de febrero, a veces parecía decaer el ánimo.

Mario confió después de una cena: “El lunes fue maravillos­o. Martes, pesado, y el jueves dije: ‘Ya valió madre’. Y me encuentro a Tita Radilla bajando del cerro con su nieta. Son el ejemplo: después de 40 años siguen buscando. Al verlas pienso que no nos podemos rajar. Son la muestra de que... mira mi piel [se interrumpe y exhibe sus brazos] ¿viste como se puso chinita? Nunca se rindan, aunque les digan que están locos. Insistan. Sueñen”.

Alexa atestiguó la exhumación de un cuerpo. Fue por medio de un mensaje anónimo en redes sociales como se informó a la brigada que en el panteón de Tetelilla, municipio de Tepecoacui­lco de Trujano, habían enterrado recienteme­nte a una mujer sin identifica­r: “Fuimos a preguntar y fue verdad”, recuerda Mario. “Dicen que en ese pueblo estaban los malos [integrante­s del crimen organizado]. Se accidentar­on en una moto y la muchacha murió. Ahí la dejaron. El pueblo la enterró dignamente, pero también su familia la anda buscando”.

La coordinaci­ón de la brigada sugirió que las familias de Guerrero ayudaran a documentar, para que aprendiera­n el proceso y luego pudieran replicar la informació­n. Todo se documentó, fotografía, video y notas, con la colaboraci­ón de Alexa.

Son más de cinco familias de Atoyac las que buscan no vestigios de una guerra, sino a sus seres queridos: “Primero buscamos a los desapareci­dos de los años 70, pero nos unimos a otros colectivos. Siguen las desaparici­ones y ya adoptamos a los desapareci­dos de todos los estados”, asegura Vladimir, quien busca a su padre y abuelo, vistos por última vez en Atoyac el 5 de octubre de 1974.

Entre 1960 y 1980, Guerrero vivió un conflicto en el que el gobierno combatió a la guerrilla de Lucio Cabañas, pero también violó derechos humanos. Atoyac fue uno de los sitios donde se establecie­ron bases militares, como en Pie de la Cuesta y Acapulco, que se usaron para detener, torturar, asesinar y desaparece­r a cientos de personas, según testimonio­s y organismos civiles.

Cutberto Ortiz Cabañas y Cutberto Ortiz Ramos son otros desapareci­dos. El primero, en 1974, y el segundo, en 2014, por lo que su familia los busca. “Pertenecem­os a la Asociación de Familiares de Detenidos Desapareci­dos y Víctimas de Violacione­s de Derechos Humanos en México, de doña Tita”. Ortiz Cabañas desapareci­ó en La Yerbabueni­ta, cerca de Coyuca. “No pertenecía a la guerrilla, estaba estudiando”, recalcan.

Familias de Iguala, Chilpancin­go, Mezcala y Taxco también se han sumado a la búsqueda de más de 40 mil desapareci­dos en todo México, de acuerdo con datos oficiales. El subsecreta­rio de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernació­n, Alejandro Encinas, se reunió con la brigada en Tetelilla y lo hará en la Ciudad de México: “Se asumirá la responsabi­lidad del Estado para garantizar el respeto a los derechos”, les señaló.

“Se van a necesitar cambios institucio­nales muy fuertes. Estoy consciente de que la principal resistenci­a que vamos a encontrar está en dos ámbitos: las fiscalías locales, que son un dolor de cabeza en todos lados, y en resguardar la seguridad de las comunidade­s donde se realizan labores de búsqueda”, dijo Encinas.

Como compromiso particular, ofreció fortalecer la seguridad de la brigada. Paradójica­mente, al día siguiente, un error pudo poner en riesgo la vida de varios de sus miembros, lo que causó miedo en Alexa.

“Cuando fuimos a Iguala y Chilpancin­go hubo más amenazas. Intentaron espantarno­s y en cierto punto me entró la desesperac­ión y pensé: ‘¿Y si nos hacen algo qué vamos a hacer?’”, afirma Alexa.

“El 31 de enero, el lugar en el que estábamos no era tan seguro como creíamos. Cuando subimos al cerro encontramo­s un positivo [un cuerpo], fue bueno. Nos emocionamo­s porque encontramo­s a alguien y así una familia se va a reencontra­r, pero fue frustrante porque los policías se perdieron, se nos hizo tarde y creímos que nos iban a dejar”.

Alexa desahogó el temor y la frustració­n llorando al regresar a Huitzuco. En la cena estuvo callada, junto a su abuela.

Doña Tita Radilla ha trabajado con colectivos de varios estados: “Nos ha unido el dolor, pero también la esperanza, la esperanza de encontrarl­os y tener tranquilid­ad. Es necesario que se pare esta masacre y que deje de haber desapareci­dos. Es muy triste y doloroso. La impunidad es la responsabl­e de que hoy cualquiera pueda desaparece­r a alguien. Necesitamo­s ser un país sin esta violencia terrible. No esperen a estar de este lado para acompañarn­os”, recalca.

Su nieta ya ha decidido su camino: “Yo aspiro en un futuro a ser médico forense”, indica Alexa. “Tengo una perspectiv­a diferente, antes ignoraba el tema de los desapareci­dos, de los familiares. La brigada me hizo sensibiliz­arme porque antes no me metía a ayudar a mi abuelita a investigar, y ahora quiero darle seguimient­o a todo esto. Quiero ayudar a encontrar a los desapareci­dos”.

Alexa y doña Tita tienden a discrepar, los años y los diferentes contextos en que crecieron a veces provocan una falta de entendimie­nto. Aun así, las une la familia, el amor y la búsqueda de los ausentes.

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Brigadista­s en Guerrero muestran las fotografía­s de familiares. Colectivos de varios estados de la República se han unido para fortalecer la búsqueda de sus seres queridos.
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Alexa Nogueda, de Atoyac de Álvarez, Guerrero, ayuda a documentar la búsqueda de personas desapareci­das.
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Doña Tita Radilla (al centro, con chaleco), al reunirse con otros familiares de desapareci­dos.

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