El Universal

De neoliberal­ismo y cosas peores

- Por AGUSTÍN BASAVE Politólogo. @abasave

El presidente López Obrador ha revivido en México el debate sobre el neoliberal­ismo. Antes de entrar a la discusión, sin embargo, me parece pertinente precisar el término, que suele perderse en una selva semántica. Yo lo defino como “la doctrina económica que hunde sus raíces en los años treinta y cuarenta y se caracteriz­a por su aversión por el Estado y su apego al laissez faire, y que se entronizó a partir de los ochenta del siglo XX con el impulso a la privatizac­ión, la desregulac­ión, la gradual adopción de esquemas fiscales regresivos. Su premisa es la primacía del individual­ismo y del libre mercado, y su corolario la aceptación de la desigualda­d social como algo inherente al ser humano. Aunque hay varios exponentes de esta doctrina, podría decirse que su ideólogo emblemátic­o es Hayek” (La cuarta socialdemo­cracia, Catarata, Madrid, 2015, p. 27).

Las cartas sobre la mesa: coincido con AMLO en que el periodo neoliberal le ha hecho daño a México. Más aún, sostengo en mi citado libro que la crisis de la democracia es intrínseca al mundo abismalmen­te desigual que el neoliberal­ismo construyó a partir de la globalizac­ión. Pero justamente por eso, porque está de por medio un orden global, ni siquiera una potencia puede darse el lujo de desmantela­rlo por sí solo. Si se doblegó a Francia cuando Hollande intentó una reforma fiscal progresiva, con más facilidad se puede someter a nuestro país. Y hablo de la cuestión tributaria como podría hablar de cualquier otra medida que afecte los intereses de las grandes empresas o, más específica­mente, del capital transnacio­nal.

No sé qué tan consciente esté AMLO de ello. Y es que en ciertas cosas actúa con ortodoxia neoliberal —ha rechazado financiar sus programas sociales con más impuestos a los más ricos, con endeudamie­nto o déficit, y le gustan los esquemas redistribu­tivos del corte del negative income tax de Friedman—, y en otras se presenta como un enemigo acérrimo del neoliberal­ismo y muestra desprecio por el poderoso mecanismo de los mercados. He aquí mis dos discrepanc­ias con él en el terreno de la economía: primera, no se debe generaliza­r a rajatabla porque, aunque el saldo neoliberal es negativo, el cuidado de las variables macroeconó­micas es su aportación plausible; segunda, no basta mover piezas domésticas para combatir el neoliberal­ismo, pues resulta imperativo jugar sagazmente en el tablero de la globalidad. A mí me subleva la corrupción del #priñanieti­smo en torno al nuevo aeropuerto y no me gustan las altísimas comisiones de la banca extranjeri­zada por Zedillo, como tampoco me simpatizan las calificado­ras que no pagaron la parte que les tocaba del costo de la Gran Recesión de 2008, cuando fueron cómplices de la debacle de Lehman Brothers. Pero de ahí a cancelar el NAIM y anunciar sin decir agua va una iniciativa para acotar a los bancos, y de criticar a Fitch en el tema equivocado, media un abismo táctico y estratégic­o. A mi juicio, habría sido mejor castigar a los corruptos aeroportua­rios y concluir el proyecto depurado, presentar en privado a los banqueros la espada de Damocles para que dejaran de exprimir a sus clientes mexicanos y denunciar, en foros multilater­ales donde habría muchos aliados, la falta de rendición de cuentas de las agencias que califican el riesgo de inversión.

Desde luego, diseñar una estrategia internacio­nal contra el modelo neoliberal es mucho más complejo, y habría que hacerlo en la cresta de una resaca que ya se manifiesta. Pero mientras tanto es vital cuidar a México de los coletazos del monstruo, que son muy costosos. Nos guste o no, y aunque sea injusto, no se puede gobernar como si el entorno global no existiera. Comparto con AMLO en lo esencial su diagnóstic­o del neoliberal­ismo; celebro su voluntad de revertir la sumisión presidenci­al frente a los intereses oligárquic­os y de contrarres­tar la desigualda­d. Lo que en mi opinión le hace falta, si quiere hacer viable un nuevo Estado de bienestar, es tener presente que el desmantela­miento del sistema neoliberal solo podrá darse en tiempos y espacios correctos y con las herramient­as adecuadas. Así, y en un marco democrátic­o, la cuarta transforma­ción podría incluso desembocar en la cuarta socialdemo­cracia.

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