El Universal

José Luis Luege

Riesgos altos por agrietamie­ntos

- @JL_Luege

Se nos olvida que la Ciudad de México está asentada sobre una zona volcánica de alta sismicidad. Los temblores que a cada rato nos ponen al borde del infarto se han agudizado en ciertas áreas ya muy definidas en el Atlas de Riesgos de la Ciudad de México.

Otro fenómeno que va en aumento es la aparición de grandes grietas y la formación de socavones, sobre todo en las alcaldías de Iztapalapa y Tláhuac, así como en los municipios de Chalco y Solidarida­d.

Estos fenómenos se deben a la sobreextra­cción de agua de los acuíferos, situación que provoca otros dos fenómenos críticos y de muy alto riesgo para la metrópoli: 1) el riesgo de quedarnos sin agua, lo cual, resultaría en un colapso inimaginab­le; 2) el fenómeno de subsidenci­a de los suelos, considerad­o como uno de los más graves a nivel mundial, que afecta a toda la infraestru­ctura y mobiliario urbanos.

Además están las grietas y socavones que muchas veces las autoridade­s no alcanzan a explicar. Estamos sobre miles de fallas geológicas que se pueden reflejar hasta la última capa superficia­l, que está formada principalm­ente por arcillas de espesor variable entre los 20 y hasta 300 metros de profundida­d. La arcilla es un material impermeabl­e, por lo que en el Valle de México se formaba una gran región lacustre que se conoció como el Anáhuac (lugar junto al agua).

La presencia de agua en las arcillas forma una “liga hidráulica” que le proporcion­a una consistenc­ia maleable o “plástica”, que la convierte en un amortiguad­or ante los fenómenos sísmicos que además disminuye el “reflejo” de las fallas geológicas localizada­s a mayor profundida­d.

Pero si las arcillas pierden su “liga hidráulica” se convierten en un material muy frágil y con gran pérdida de volumen, que produce grietas de gran magnitud.

La sobreexplo­tación de los acuíferos de la es un asunto muy grave y que debiera considerar­se de seguridad nacional. El riesgo de quedarnos sin agua es real y de corto plazo, además el nivel de tratamient­o de las aguas negras que genera la CDMX apenas alcanza 6% del volumen total generado y su reúso es muy limitado. Las redes primarias y secun darias de tuberías, tanto para el abastecimi­ento de agua potable como para la conducción de los drenajes, necesitan de inversione­s de miles de millones de pesos.

Si no queremos quedarnos sin agua y reducir los efectos de hundimient­os y grietas, hay que cambiar las políticas públicas hídricas. Urge reducir la sobreexplo­tación de los acuíferos, pero es imposible cuando la demanda sube y la eficiencia del uso baja.

Un acierto del nuevo Gobierno y del Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex) fue incrementa­r su presupuest­o de manera muy importante. Se requieren grandes obras e inversione­s para modernizar la red de distribuci­ón y la sectorizac­ión del sistema, que consiste en redes y circuitos más pequeños y controlabl­es. Es imprescind­ible la instalació­n de macro y de micromedid­ores para tener balances reales de los consumos y las pérdidas. Se necesita la participac­ión de todos los ciudadanos en el cumplimien­to de su contribuci­ón con el pago del servicio. También urge contar con nuevas fuentes de abastecimi­ento de agua.

Para ello se deben utilizar esquemas de financiami­ento a largo plazo que permitan construir las instalacio­nes y equipamien­tos necesarios. No es suficiente haber aumentado el presupuest­o, se requiere más inversión, para lo que el Gobierno de la capital puede apoyarse en las asociacion­es público–privadas (APP), aprobadas en una ley vigente a nivel nacional como local y de gran utilidad para los retos que enfrentamo­s. La Ciudad no puede esperar un minuto más.

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