Sexo, sudor y ciencia
La construcción del deseo es determinada por un conjunto de detonantes biológicos y sociales que han sido examinados por la ciencia en diversas áreas
Hace justamente un siglo Alfred C. Kinsey se doctoraba en biología en la Universidad de Harvard. Le apasionaban los estudios de taxonomía y evolución hasta que finalmente se centró en un área de estudio en la que se volvió pionero: la investigación de la sexualidad humana. Mediante alrededor de 18 mil entrevistas sobre comportamiento sexual, a mediados del siglo pasado el investigador dio origen al famoso Informe Kinsey que a pesar de las controversias generadas por el muestreo y la metodología seguidas, colocó sobre la mesa temas que se habían convertido en tabú y que se abrieron con mayor naturalidad en varios campos de estudio debido a la importancia que merece la sexualidad en la vida del ser humano.
La ley del deseo
Uno de estas áreas de estudio tiene que ver con el deseo sexual, ese impulso que precisamente en estas fechas (la premisa comercial del 14 de febrero) lleva a reservar cientos de habitaciones de hotel para celebrar al amor, y todo lo que se le parezca, hasta sus últimas consecuencias.
Eusebio Rubio-Aurioles quien fuera fundador de la Asociación Mexicana para la Salud Sexual, A. C. (AMSSAC) definiría al deseo sexual como algo sumamente complejo en su arquitectura, pues en este impulso están inscritos una gran cantidad de componentes biológicos y sociales e incluso entre los especialistas encargados de organizar las clasificaciones formales también hay discusiones sobre el término. “Desde hace varios años se acordó que en la consulta internacional sobre disfunciones sexuales se nombraría como ‘deseo/interés sexual’ para poder captar la gama de cosas que implica el término, así como sus diferenciaciones”.
Una de estas áreas se concentra en la parte biológica, el llamado apetito sexual, “Una parte del deseo es similar a otras necesidades biológicas, como la sed o el hambre, que se origina en un desbalance del cuerpo que finalmente se traduce en una necesidad concreta. Esa experiencia está determinada básicamente por la activación de zonas específicas, núcleos cerebrales”, señala el doctor Rubio.
El psicoterapeuta sexual subraya que en el deseo también entran en juego motivaciones interpersonales y determinantes culturales. Para los especialistas, es imposible disociar estas esferas porque esto sólo genera una trivialización de la sexualidad. El legado cultural, así como los conocimientos adquiridos y la subjetividad personal (Por ejemplo, los cánones estéticos, entre muchas otras cosas) conforman de manera diferente el ideal amoroso.
En el ensayo La ciencia detrás de la lujuria, la atracción y el apego de Katherine Wu, investigadora de la Universidad de Harvard, se señala que aunque la atracción y el deseo sexual están íntimamente relacionados, a nivel biológico parecen estar centrados en diferentes estructuras. La atracción involucra las vías cerebrales que controlan el comportamiento de "recompensa", lo que en parte explica el por qué las primeras semanas de una relación pueden estar llenas de emociones intensas.
La dopamina, un neurotransmisor producido por el hipotálamo, tiene múltiples funciones en nuestro sistema nervioso, pues influyen en la memoria, comportamiento, movimientos, aprendizaje y humor. Es un jugador muy presente en los caminos de recompensa del cerebro: se libera cuando hacemos cosas que nos hacen sentir bien. En el caso de un cortejo amoroso, puede ser simplemente pasar tiempo con alguien con quien hemos establecido empatía.
Según la investigadora, altos niveles de dopamina y una hormona relacionada, la norepinefrina, se liberan durante la atracción. Estos productos químicos inyectan al ser humano una sensación de euforia, pero que también trae consigo una disminución del apetito y e incluso insomnio. De hecho, la norepinefrina, también conocida como noradrenalina, juega un papel importante en la respuesta de combate o huida, que se activa cuando estamos estresados o enfrentamos una situación de alerta o peligro.
Las técnicas de neuroimagen pueden brindar nueva información sobre cómo se “conecta” nuestro cerebro para determinar los impulsos sexuales e inclusive cómo se trazan las subjetivas rutas de los sentimientos amorosos. Las exploraciones cerebrales de este estudio demostraron que los centros primarios de ‘recompensa’ del cerebro, incluidos el núcleo y el núcleo caudado, se disparan cuando a las personas se les muestra una foto de alguien por quien se sienten atraídos intensamente.
Finalmente, la atracción parece conducir a una reducción de la serotonina, una hormona que se sabe está involucrada en el apetito y el estado de ánimo. Curiosamente, las personas que sufren de trastorno obsesivo-compulsivo también tienen niveles bajos de serotonina, lo que lleva a los científicos a especular que algo similar ocurre en las etapas iniciales de un encuentro amoroso.
Por otra parte, en el deseo sexual, el hipotálamo del cerebro desempeña un papel importante en al estimular la producción de hormonas sexuales, como testosterona y estrógeno. Ambas representan un papel importante en ambos sexos y de hecho, la investigación subraya que la testosterona aumenta la libido en casi todos, aunque sin reglas aún claras.
A partir de los 30 años, los niveles de testosterona decaen, en promedio, alrededor del uno por ciento anual. Según un estudio de la Academia Nacional de Ciencias en Estados Unidos la obesidad causa que los niveles de testosterona caigan abruptamente; mientras que por otra parte, perder el 10 por ciento de grasa corporal puede incrementar los niveles en cien puntos. Incluso cuidar de los hijos durante varias horas puede causar que los niveles bajen, reportó un estudio de la Academia Nacional de Ciencias de EU (NAS).
Los caminos de la vida
En una relación sexual fluyen neuroquímicos muy importantes en el organismo, como la dopamina y la oxitocina. Los especialistas encuentran cada vez más detalles en la función e historia de estas sustancias. Precisamente en el Instituto Kinsey, con su sede al interior de la Universidad de Indiana, se realizan varias investigaciones al respecto.
En el estudio titulado Los caminos de la oxitocina y la evolución del comportamiento humano, la investigadora Sue Carter examina la hipótesis de que el neuropéptido oxitocina, está relacionado con la vasopresina (hormona del lóbulo posterior de la hipófisis) y sus receptores como un centro de los sistemas fisiológicos y genéticos que permitieron la evolución del sistema nervioso humano y que incluso facilitó la sociabilización en el hombre contemporáneo.
En el ensayo del Instituto Kinsey se plantea que las funciones de la oxitocina, que incluyen la facilitación del parto, la lactancia, el comportamiento materno, la