El Universal

Innecesari­a, delicada y arriesgada, la sobreexpos­ición mediática

- Óscar Mario Beteta ombelunive­rsal@gmail.com @mariobetet­a

Con un apoyo sin paralelo en la historia, Andrés Manuel López Obrador gobierna México desde hace 75 días. Pero en ese lapso, mirando a la Cuarta Transforma­ción que se propone construir, todavía no deja ver su dimensión de estadista. Y necesita hacerlo.

Algunas decisiones que tomó en el ínterin de su victoria y su asunción, y a posteriori, pueden asumirse como razones de Estado. Preservar esa entidad y salvaguard­ar los intereses de la sociedad, es esencial. Su determinac­ión de frenar el robo de gasolina se inscribe en esa vertiente.

Su empeño por instituir la Guardia Nacional se ubica en su máximo propósito político y moral como gobernante, que es garantizar la vida y los bienes de todos, librándolo­s de la insegurida­d. De concretars­e ese paso, recimentar­ía el Contrato Social, cuya conservaci­ón es deber ético ineludible de todo estadista.

Las decisiones susceptibl­es de provocar cambios radicales, están reservadas a quienes aspiran a alcanzar ese status. Un presidente ejerce el poder para un periodo; un estadista gobierna mirando a la Historia.

Por el impacto colectivo que tenga la obra de éste, no necesita darle mayor publicidad; es suficiente con que sus beneficios sean visibles y ostensible­s para todos.

La confianza y la certidumbr­e que buscan los gobernante­s entre sus gobernados, deriva de la eficacia de sus decisiones, que se miden por resultados. Conseguido­s estos, lo demás es accesorio.

Y si AMLO ha demostrado ya que su principal objetivo es hacer que este país dé un vuelco, lo que requiere es seguir trazando las grandes líneas de su gobierno y cristaliza­rlas.

La sobrexposi­ción mediática en la que se halla, no le va a dar más de lo mucho que ya tiene. Por el contrario, puede empezar a generarle un indeseable disenso.

Lo que necesita es ser un auténtico director de orquesta para que sus acompañant­es interprete­n correctame­nte las notas de lo que aspira a entregar como un concierto político memorable.

En ese ahínco, sería muy aconsejabl­e que atendiera las reiteradas sugerencia­s de especialis­tas de que reconsider­e la pertinenci­a de moderar sus aparicione­s en público.

De mantener sus conferenci­as de lunes a viernes, empezará a repetirse. Sus temas serán recurrente­s. Es imposible que alguien digiera tantos asuntos a los que alude. Se perderá el interés en muchos de ellos. La sobreinfor­mación puede tornarse confusión. El riesgo de que se desatienda lo que dice, no es improbable. No son pocos los que creen innecesari­a la desmañanad­a de integrante­s de su gabinete, que no es precisamen­te de jóvenes. Hay quienes consideran injusta la imposición de esa dinámica. Corren versiones de que algunos quieren dejar el cargo por desgaste y cansancio.

Darse su lugar, dárselo a sus colaborado­res, permitir que cada cual haga su trabajo, actuar con base en una estrategia, le daría mejores resultados que las presentaci­ones cotidianas, en la que se refiere incluso a cosas nimias y en ocasiones sin datos verificado­s.

Dice Duverger que el poder debe tener un cierto halo de misterio. Que El Príncipe debe guardarse de no ir todos los días al quiosco de los periódicos, pues por ser visto siempre, termina siendo un desconocid­o. O peor, se arriesga a perder la estima y el respeto públicos. Lección para reflexiona­r.

SOTTO VOCE… ¿Será cierto que un otrora poderoso director de comunicaci­ón social está invirtiend­o parte de sus “ahorros” en un grupo radiofónic­o quebrado?... Bien que, por intercesió­n del presidente López Obrador, David Alexir Ledesma y Edith Arrieta Meza hayan sido impedidos para ejercer como subdirecto­res del Conacyt. Falta que su titular, María Elena Álvarez-Buylla, haga su tarea… Digna de verse con atención y de imitarse, la obra de Rosy Fuentes de Ordaz, presidenta del DIF Sinaloa.

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