El Universal

Fronteras norte y sur

- Por ANDREW SELEE Presidente del Instituto de Políticas Migratoria­s

Esta semana, el debate sobre la frontera en Estados Unidos se redujo a una cuestión de construir un muro en la frontera o no. El Congreso estadounid­ense aceptó sólo 1,375 millones de dólares para barreras en la frontera, unos 80 kilómetros más o menos, muy lejos de lo que quería el presidente Donald Trump pero más de lo que los demócratas habían estado dispuestos a dar.

Hubo marchas contrastan­tes en El Paso, Texas. De un lado, Trump alabando su muro y prometiend­o encontrar más fondos para construirl­o, y, del otro, el aspirante presidenci­al demócrata Beto O’Rourke y la congresist­a Verónica Escobar, diciendo que el éxito de El Paso radica en los puentes que tiene con México, no en muros.

Mientras tanto, empezaron a filtrarse las primeras evidencias de un experiment­o mucho más audaz y sutil, pero del lado mexicano de la frontera. Desde que empezó la administra­ción de Andrés Manuel López Obrador, las autoridade­s migratoria­s mexicanas empezaron a expedir más tarjetas de visitante por razones humanitari­as de lo que se había hecho en el pasado, y en el mes de enero, a casi todos los centroamer­icanos que querían entrar por los puertos legales al país. En efecto, optaron por documentar en vez de deportar.

Era una medida arriesgada, apostando que era mejor documentar que reprimir en la frontera, el lado opuesto de lo que veíamos en Estados Unidos. El riesgo era justamente que podía llevar a un aumento masivo de migrantes centroamer­icanos entrando a México y llegando a la frontera con Estados Unidos, lo cual generaría una crisis diplomátic­a con el gobierno de Trump.

Las evidencias sugerían que, hasta ahora, ha sido bastante exitosa la estrategia contra todo pronóstico (incluyendo el mío). Se expidieron un poco más de 13 mil visas humanitari­as en enero, y al mismo tiempo ha ido bajando el número de deportacio­nes significat­ivamente( quizás en un 50 o 60 por ciento, según los reportes disponible­s). Sin duda, fue un avance en lo humanitari­o.

Pero la gran sorpresa es que también resultó ser una medida pragmática­para limitar el flujo migratorio hacia Estados Unidos. Según cifras de su Departamen­to de Seguridad Interna, bajó el número de detencione­s en el lado estadounid­ense de la frontera con México, de 52 mil en noviembre a 51 mil en diciembre y a 48 mil en enero. Desde luego, es una baja muy ligera pero definitiva­mente no un aumento, como pensamos algunos que iba a pasar. Si estos resultados se mantienen hacia el futuro, entonces resulta que no es solo una estrategia humanitari­a, sino también eficaz en bajar la migración irregular.

No es seguro si estas cifras seguirán hacia adelante. Los primeros días de enero siempre son de menos migración, y puede ser que esto haya influido en los números. Habrá que hacer seguimient­o de lo que pasa en febrero y marzo, ver si la inercia continúa, pero las primeras indicacion­es son alentadora­s.

Mientras tanto, la Secreta ría de Gobernació­n ha ido haciendo los requisitos un poco más estrictos para obtener las visas humanitari­as y otras visas de trabajo, para no crear incentivos para una migración masiva en la frontera sur, que podría derivar en una migración irregular hacia Estados Unidos. Ahora se requerirá pedir la visa humanitari­a o de trabajo en consulados en Centroamér­ica antes de emprender viaje hacia México, lo cual tiene más sentido, y se ampliará el número (y categorías) de visas disponible­s a los centroamer­icanos.

Pero la idea sigue siendo lo correcto. Tiene mucho más sentido tratar de documentar a los centroamer­icanos, quienes quieren llegar a México por la vía legal, y usar el control migratorio sólo para los que no lo aceptan. Si se agregara a eso algunas medidas para generar oportunida­des de empleo para los centro americanos en México, en las partes del país donde hay un mercado laboral con demanda (sobre todo en el centro y norte del país), se podría llegar a una fórmula moderna de manejo migratorio.

Sería una estrategia que es humana y pragmática a la vez. Y podría dar a México un liderazgo a nivel mundial en el tema migratorio, mostrando una forma de recibir a los migrantes que dista de la mano dura que se está aplicando en Estados Unidos y Europa. Falta mucho trecho para consolidar esta estrategia, pero los primeros resultados sugieren que la nueva administra­ción está realizando algo que puede resultar innovador a largo plazo.

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