El Universal

Estancias infantiles: ¿quién cuida a quién?

- Por CARLOS HEREDIA ZUBIETA Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

La escena es brutal: una mujer trabajador­a en un parque de entretenim­iento esconde a su bebé en el baño porque no tiene donde dejarlo mientras labora.

La mujer es inmigrante y no tiene papeles que acrediten ni su estancia legal en el país, ni contar con permiso de trabajo. En una redada antimigran­tes, a ella la meten presa y su bebé queda a cargo de un menor de doce años a quien llamaré José, que ni siquiera es su hijo, sino el prófugo de un hogar convulsion­ado por la pobreza, la ignorancia y la violencia doméstica.

Los padres de José han entregado a su hermana de 11 años a un hombre que le cuadruplic­a la edad, en un intercambi­o de explotació­n sexual comercial, a cambio de que éste los deje vivir en la azotea de un edificio decrépito. José no soporta que traten a su hermana como un objeto y se va a refugiar en la covacha donde vive la mujer inmigrante.

Ante la imposibili­dad de cuidar del bebé tras un par de semanas, el niño de doce años entrega al bebé de menos de un año en manos de un traficante de menores, quien se hace pasar por amigo de la madre del pequeño. Finalmente, la policía y un organismo internacio­nal de cuidado de la infancia rescatan al infante y lo devuelve a manos de su madre, quien permanece en la cárcel.

Todo esto ocurre en la película libanesa Cafarnaúm (https://bit.ly/2TXiBgM), pero al menos fragmentos de este relato reflejan lo que sucede en México.

Lo traigo a colación a propósito de la eliminació­n del Programa de Estancias Infantiles para Madres Trabajador­es en México, y su sustitució­n por un programa de transferen­cias directas no condiciona­das a madres y padres de familia antes beneficiar­ios.

Como consecuenc­ia de la decisión de terminar el programa y sustituirl­o por transferen­cias, crece el clamor desde distintos sectores sociales: si han encontrado abusos, irregulari­dades y corrupción, sería positivo hacer público ese diagnóstic­o y proceder legalmente con las acciones pertinente­s, pero ¿por qué matar el programa?

En suma, si hay casos de corrupción, éstos deben investigar­se y sancionars­e, pero lo que no procede es quitar el derecho de los niños y de las madres trabajador­as a contar con estancias infantiles dignas. Las madres trabajador­as necesitan el apoyo de las estancias infantiles.

Me parece estratégic­o apostarle a la construcci­ón de institucio­nes y políticas públicas que ofrezcan ese servicio de forma universal, en vez de convertirl­o en un asunto del ámbito privado. Se trata de facilitar la conciliaci­ón entre la vida laboral y familiar de las personas.

Las mujeres sustentan a la economía del cuidado y ello las lleva a realizar doble jornada laboral: cuidan a su pareja, se hacen cargo de la crianza de los niños, las tareas de cocina y limpieza, el mantenimie­nto general del hogar y el cuidado de los enfermos, y además complement­an el ingreso familiar con su trabajo asalariado.

El Sistema Nacional de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescent­es @SIPINNA es un organismo del Estado mexicano sectorizad­o en la Secretaría de Gobernació­n. Su Consejo Consultivo pone de relieve que el Estado tiene la obligación de actuar bajo los principios de no discrimina­ción, el interés superior del niño/niña, el derecho a la vida y la superviven­cia, y el desarrollo y participac­ión infantil.

Los niños son la parte más frágil de la sociedad. Escuchando el clamor social, el gobierno de la República podría aprovechar para lanzar una política de desarrollo de la primera infancia, que incorpore un nuevo modelo de centros de atención integral a la niñez y de apoyo a las madres trabajador­as.

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