Faros, red de cultura
Aunque el plan no es que desaparezcan, cambios preocupan a la comunidad.
“Van a apagar los Faros para levantar sus Pilares”, sentenció una extrabajadora de uno de los cinco Faros de la ciudad (Fábricas de Artes y Oficios), cuando se le preguntó qué estaba pasando. Y como su frase, hay otras en las redes sociales o se oyen testimonios —algunos piden omitir sus nombres— acerca del cambio que el actual gobierno lleva a cabo en los Faros, programa de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México que opera hace casi 20 años:
“¿Por qué el lenguaje engorroso, burocrático, político?”, preguntó ayer una maestra en el Faro Aragón durante una mesa pública: “¿Somos un espacio público? Sí. ¿Somos un espacio cultural? Sí. ¿El Faro funciona? Sí. ¿El director funciona? Sí.” La maestra, como muchos alumnos y profesores, no entiende qué quiere hacer la Secretaría de Cultura con los Faros. Ricardo García, alumno de ese espacio, comentó: “Han manifestado (la Secretaría de Cultura) que harán una reestructuración de todos los Faros, no hay un diagnóstico. Y las cuestiones audiviosuales de este Faro no caben en su programa”. Otro cuestionó: “¿Por qué no se toma en cuenta la autodeterminación que (de origen) tienen los Faros?”
En Milpa Alta —cuya directora ya renunció y donde esta semana hubo una cuestionada votación hacia una terna de directores de los dos Faros de esa alcaldía—, una persona que allí trabajaba opinó: “El modelo de Faros es exitoso. Reestructurarlo es un riesgo latente para los espacios y la comunidad. Quieren homologar las dinámicas, quitarles autonomía. Los Faros caminan a ser Pilares”.
Los Faros son uno de los programas más exitosos de cultura en la historia de la Ciudad de México. Hoy hay confusión sobre lo que los 300 Pilares anunciados por la jefa de gobierno les ocasionarán.
Por lo pronto, los cinco Faros existentes tienen para este 2019 recursos por 17 millones de pesos, se abrieron las convocatorias a talleres de primer trimestre, y hay proyectos de abrir los Faros de La Perulera, Azcapotzalco y Cosmos. Sin embargo, al mismo tiempo hay acciones que maestros o usuarios ven como señales contradictorias: introducir procesos de votación de directores —aunque no en todos los casos se ha cumplido el periodo de cuatro años acordado de inicio—; hostigamiento a algunos trabajadores; homologación de sueldos del personal al nivel más bajo; revisión de programas que cuestionan las especializaciones que se han conseguido con los años; cambios en el programa pedagógico; llamado a los talleristas a inscribirse en convocatorias de Pilares. Sobre esto, el director general de Vinculación Cultural Comunitaria de la Secretaría, Benjamín González Pérez, el 30 de enero en una mesa en el Faro Aragón, expresó: “Queremos talleristas de tiempo completo. No queremos gente que venga nada más, que se les pague mucho porque son vacas sagradas”.
El proyecto de los Faros, más que el fortalecimiento de las especializaciones conseguidas —por ejemplo en video y cine en Aragón o en artes en Oriente— debe ser “el primer paso a la sensibilización artística”, en palabras de González Pérez. Dijo que “probablemente se lleve hacia otro lado (el perfil de los Faros). Si realmente servimos a la comunidad, tenemos que responder a las demandas que se están construyendo”.
Y más adelante comentó: “Queremos que los Faros no sigan aislados, que se conecten con un programa general de cultura que tenga que ver con lo comunitario, lo social, lo cultural, lo festivo”.
Es un programa afín a la línea de proyectos de cultura comunitaria del gobierno federal y también en la línea de los Pilares, de la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum.
La Secretaría de Cultura que encabeza Alfonso Suárez del Real (quien no respondió a una petición de entrevista de EL UNIVERSAL), a partir de sus áreas de Vinculación Cultural Comunitaria y la Subdirección de la Red de Faros —a cargo de Yohana Melchor Campos— ha organizado reuniones con usuarios y maestros, pero la dinámica ha generado confusión e incertidumbre.
González Pérez —quien fue fundador del programa de los Faros y primer director del Faro de Oriente, y que además fue jefe de Cultura Comunitaria en Tlalpan cuando Sheinbaum era delegada— dio el 30 de enero detalles de su visión de lo que deben ser: “El Faro es de quien lo trabaja. El Faro son tres cosas: centro cultural con oferta, escuela al mismo tiempo, y parque público”.
Una extrabajadora opinó: “Los mecanismos de trabajo que traen no son los adecuados. Vienen a tronar a los Faros, a tronarlos desde adentro”. Comentó que establecer un modelo común en todos los Faros es complicado porque cada uno tiene su esencia: “No tuvieron la humildad de sentarse a ver si estaban funcionando con las comunidades”.
Aunque en enero González dijo que no se iban a homologar “porque no son franquicias”, minutos más tarde añadió: “Lo que sí puede suceder es que tengan un mismo esquema de trabajo”.
En Milpa Alta. Un tallerista de los Faros de esta alcaldía dijo en entrevista: “Le están dando en la torre a los procesos que ahí se generaron, los faros de Milpa Alta están en tierras ejidatarias y prosperaron porque se entendió esa raíz. Ahora renunció la directora (Yesenia Ramírez). Ellos (la Secretaría) se quedaron creyendo que todos los Faros eran iguales al de Oriente”. }
Lo que viene, lamentó el entrevistado, es que en 2020 todos los talleristas dejarán de estar por horas, que es el esquema que a muchos les ha permitido combinar su trabajo con clases en estos espacios.
El cine en Aragón. “Crecí en la 523 —narró el estudiante Eliut Flores—, vi cuando estaba el cine Corregidora; le guardo cariño al Faro porque vi cómo ha crecido. Me parece que las autoridades tienen un problema con la palabra especialización, tienen la idea de que eso no es comunitario. Nos ven como CUEC o CCC, como algo elitista, como un mal ejemplo. Yo antes del Faro no le prestaba atención al cine como arte, fue aquí que empecé a enamorarme del cine. Lo único que necesité para entrar fueron dos fotos, mi credencial y un comprobante de domicilio. Sí se crean lazos comunitarios”.
“La comunidad en general: niños, adolescentes, jóvenes, adultos mayores, estamos de acuerdo con los talleres que nos dan; esto crea fuentes de ingreso, le da seguridad a la zona. A la comunidad le gusta. Hay cosas que deben respetarse”, dijo la alumna Andrea Gutiérrez.
Otra estudiante, Paulina, explicó en entrevista: “Nunca antes había estado a cargo de una producción. Yo no tendría esta posibilidad de otra forma, no tengo las medios para pagarme una escuela de audiovisuales, lo que nos da el Faro es invaluable. Claro que el cine es elitista pero estos otros proyectos son los que necesita el cine para no ser un espacio elitista. Si el Estado nos dice que no nos va a dar las herramientas a las personas de las periferias, el Estado es el que nos está oprimiendo, el que no habilita espacios donde nosotros vamos a democratizar el arte”.
Ante la posibilidad de que se elimine la especialización de audiovisual en el Faro Aragón, el estudiante Ricardo García muestra cifras: en 2018 acudieron más de 3 mil personas a cerca de 85 talleres, y se han desarrollado 95 proyectos de los cuales se han producido 54. Algunos se han presentado en festivales y otros obtuvieron apoyos por parte de ProcineDF.
En una carta a la comunidad y a la Secretaría de Cultura, con fecha del 13 de febrero, parte del equipo del Faro Aragón pide que se ratifique al director Manuel Trujillo, y describe que hasta el 31 de diciembre contaba con contrato de prestadores de servicios, pero que hasta hoy no tiene ninguna certeza laboral, “sólo la advertencia de que nuestro primer pago del año será en marzo y que después de ese mes los sueldos se reducirán en nombre de una homologación administrativa que es instrucción de la jefa de gobierno”.
“Si el Estado nos dice que no nos va a dar las herramientas a las personas de las periferias, el Estado es el que nos está oprimiendo; no habilita espacios donde democratizar el arte” PAULINA Estudiante del Faro Aragón