La genialidad de Betsabée
No cabe duda que la creatividad y talento los trae a flor de piel la artista Betsabée Romero, quien se ha tomado muy en serio el vincular su trabajo con la pasión que siente por la cocina, procurando siempre exaltar las raíces de su identidad mexicana en ambos casos.
El ingenio la llevó a crear, junto con Hilda Paliza, su socia y cómplice de aventura, dos experiencias únicas que incluyeron talleres donde sus manos fueron las herramientas que sirvieron para manipular productos tan nuestros como el maíz y el cacao, para transformarlos en piezas de arte.
Ellas me invitaron a una casona de la colonia Roma para participar y compartir una vivencia relacionada con el maíz, que es una especie de ritual conmemorativo de la cultura otomí para celebrar las bodas.
Al llegar, quedé boquiabierto con una instalación monumental de la artista que nos recibió de entrada, como parte de otra que montó originalmente en el Museum of Arts de Reno, en Nevada.
La siguiente escala fue en la cocina del lugar para comenzar la experiencia principal sobre arte y gastronomía, que Betsabeé llamó Con el maíz en nuestras manos. Allí nos enseñó a imprimir tortillas ceremoniales como si fueran piezas gráficas mediante moldes de grabado hechos por ella, para entintarlos con grana cochinilla.
Ximena de la Macorra se divirtió mucho estampando con cuidado su tortilla y no tardó en guardarla como preciado tesoro, al igual que Juan Rivadeneyra.
De allí pasamos al comedor, donde había otra muestra de la genialidad de Betsabeé para crear un ambiente-instalación decorativo con infinidad de detalles mexicanos.
Abundaron las escamadas y guirnaldas colgantes sobre la mesa cubierta con manteles y vajillas de motivos florales; candelabros con velas y calaveras de azúcar intervenidos por ella misma, así como bebidas artesanales para maridar con un menú titulado De la Milpa y Otros Lares, conformado por una variedad de tacos gourmet, asesorada por la célebre chef Lula Martín del Campo, quien interpretó fielmente el equipo de cocina y servicio del salón de El Mesón de Belisario.
Mis compañeros de mesa inmediatos, Nico Spitz, Mónika Balci, Loredana Dall’Amico y doña Hilda Orantes-Paliza, coincidieron conmigo en afirmar que fue una experiencia muy enriquecedora para satisfacer a los sentidos y al intelecto.